Amanda Grates.
Ser la perfecta esposa de uno de los hombres con más prestigio en Washington, no es siempre lo que uno sueña. Sí, tengo ropa costosa de diversos tipos de marcas prestigiosas, como ir a lugares elegantes con mi esposo, asistir a lugares poco accesibles para la gente de clase promedio y vivo en una bonita casa. Sin embargo, Mark es una pareja ausente en mi vida gracias a su trabajo.
Mark y yo nos conocimos en la secundaria, él era el capitán de fútbol americano, mientras que yo era la capitana del equipo de porristas —era un año mayor que yo—.Se puede decir que fue amor a primera vista, ya que él era recién ingresado cuando lo vi por primera vez en los pasillos de la escuela, dejándome completamente enamorada de él.
Poco después, ambos tuvimos que tomar caminos separados por la universidad, así que en vez de terminar —como lo hace la mayoría de las parejas a esa edad—, decidimos tener una relación a distancia. Los fines de semana Mark venía a Seattle para visitarme y después partir los lunes a Nueva York. Al principio pensé que terminaría conmigo por encontrar a una neoyorquina hermosa de su misma facultad, pero mi sorpresa fue, que al terminar su carrera, lo primero que hizo fue pedirme matrimonio.
Mi esposo fundó una pequeña compañía a los 27 años de tecnología sobre prótesis humanas, en donde se había aliado con su mejor amigo —quien poseía una carrera en medicina y era cirujano—, para darle vida a su empresa. En tan solo 4 años, Mark levantó un gran imperio colocándose como uno de los mejores inversionistas y empresarios de Washington.
Lo primero que realizó mi esposo fue construir una casa para nosotros y para sus padres, quienes siempre lo habían apoyado en cada momento, incluso en nuestro matrimonio. Consecuentemente, compró un anillo de bodas, pues cuando me propuso casarme con él, no tenía dinero y me obsequió un anillo sencillo, pero sin dejar de ser hermoso —actualmente cuelga de mi cuello en forma de collar—. Tiempo después se aseguró que su madre y padre, tuvieran una vida digna y sin ninguna preocupación económica, pues los tres habían sufrido carencias.
Aunque, los problemas no empezaron hasta hace un año.
Mark comenzó a crecer su negocio expandiéndose a más estados, principalmente en Nueva York.
A partir de ahí, mi esposo tiene que viajar a la gran manzana por negocios una vez al mes durante una semana como máximo, pues quiere expandir su marca a todo Estados Unidos para después abarcar el mundo.
Tener una pareja exitosa no me molesta, de hecho, estoy tan orgullosa de él por crecer hasta en donde está ahora, pero, no me agrada que me deje sola tanto tiempo. Casi nunca se encuentra en casa por estar a altas horas en la oficina, y si se ubica en nuestro hogar, trabaja en el despacho sin hablarme. Sé que él desea seguir creciendo y yo también lo deseo, aunque no se si pueda seguir su ritmo.
—Amor. —chillé al ver a mi esposo entrar por la puerta.
—Hola cielo. —se acercó Mark hacia la cocina— ¿Qué estás preparando? —besó mis labios.
—Te hice tu comida favorita. —sonreí.
—Muchas gracias cielo, comeré en el estudio. —avisó.
—Pero si acabas de llegar. —murmuré con tristeza.
—Tengo un estudio de mercado que realizar cielo, solo serán dos horas. —volvió a besar mis labios.
Mark siempre lucía hermosos y costosos trajes a su medida. La mayoría de veces utiliza zapatos negros, pero cuando son días pesados en la oficina, se coloca zapatos cafés —como ahora—, así que puedo deducir que esta cansado.
—Pensé que podíamos cenar juntos. —suspiré cansada.
—Será mañana cielo. —besó mi cabellera negra.
Mi esposo acostumbra a decirme "cielo", por mis ojos azulados, pues desde que asistíamos a la secundaria mencionaba que mis ojos eran su cielo.
—Mañana iré a ver a William, acaba de regresar de vacaciones. —avisé.
—Pero sabes que mañana es mi día libre contigo. —reprochó.
—Pensé que ibas a estar ocupado, como siempre. —bufé con enojo.
—No quiero pelear Amanda, estaré en mi despacho. —contestó seco.
El pelinegro no dijo más y subió las escaleras de cristal hacia el segundo piso, dejándome sola —como la mayoría de veces—. Me había esforzado en cocinarle spaghetti a la boloñesa —su favorito— para que me haga un lado como las últimas noches.
William Tucker es mi mejor amigo desde el jardín de niños, he crecido junto a él y hoy en día seguimos siendo la mejor amistad que alguien pueda desear. Hace un mes se fue de vacaciones con su familia, ya que celebraran su cumpleaños. Me había invitado a asistir con él, sin embargo, tuve que rechazar su oferta por Mark, no me parecía justo ir con otro hombre a Los Cabos.
Él, al igual que Mark, se dedicó a trabajar como empresario; aunque él labora en la empresa de su primo, dedicada a la mejoría de diseños de las compañías de autos. No posee la misma cantidad de dinero que mi esposo, pero ha tenido más tiempo de acompañarme en mis peores momentos o mejores, que mi propia pareja, es por eso que lo deseo ver mañana.
Mark se da un día a la semana para "estar conmigo" o "descansar", aunque siendo sinceros, desde hace un año y medio, ese descanso ya no me pertenece y se lo dio al trabajo. Ya no tenemos citas, no asistimos a fiestas de nuestros amigos como antes lo hacíamos y la intimidad ha desaparecido de poco en poco. Es por ello que pienso que mañana no me atenderá, es mejor ir con mi mejor amigo, que quedarme sola en mi habitación mientras el pelinegro se encuentra encerrado en el despacho.
Con un poco de ira y rencor, serví un plato de spaghetti con una enorme cantidad de fideos, para subirla.
Iba subiendo las escaleras cuando escuché la voz del pelinegro hablando, no me sorprendía, ya que por las noches tiene llamadas con su mejor amigo sobre el trabajo o con algún inversionista, pero al irme acercando más, descubrí que no era Nate ni otro conocido.
—Solo fue una copa, estoy bien —oí suspirar a Mark—, mi esposa jamás se tiene que enterar, me pedirá el divorcio —se escuchaba fatigado.
¿De qué no me tengo que enterar?
—Lucy por favor, solo fue una noche —gruñó—, estoy bien y estamos bien.
¿Quién rayos es Lucy?. ¿Ellos están bien?. ¿Qué está pasando?
—Amanda no se va a enterar nunca ¿me entendiste? —escupió con rabia después de unos segundos—, ella no estaba en la casa, así que no sospechará nada, no se lo diré.
¿Decirme qué?
—Solo fue una maldita noche, no echaré a la basura 6 años de matrimonio por una simple aventura.
¿Qué está diciendo?
¿Mark, mi esposo me fue infiel?
¡Hola pequeeeeees!
Les traigo el primer capítulo de esta obra "amantes", me siento orgullosa del progreso obtenido en esta semana, estoy feliz de estar con ustedes y seguir transmitiendo estas grandes novelas. Quiero que me cuenten, ¿Que tal les pareció este capítulo? ¿Qué esperan en el segundo? ¿Mark es infiel?
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Amante
RomanceAmanda Grates es una hermosa mujer, quien vive felizmente casada con su perfecto esposo, Mark Colfer, hasta que comienza a sospechar de una posible infidelidad que sólo le traerá problemas. William Tucker será el hombre quien se aproveche de la sit...