Right where you left me -Taylor Swift
A veces, mientras Jungkook descansaba o intentaba hacer su vida normal, los recuerdos lo invadían. Algunas veces eran tan vívidos, casi podía sentir el sol acariciando su rostro, el viento soplando entre los campos que alguna vez visitó, el perfume de las flores que conoció. A veces, incluso, podía recordar los cariños que le hacía su madre o los brazos de su padre rodeándolo. Y, de vez en cuando, algunos días donde era bendecido, era capaz de sentir a Jimin aún junto a él. Entre sus brazos, rodeándolo, el calor de su piel, el peso de su cuerpo contra él. Sin embargo, cada vez que lo sentía y abría los ojos esperando verlo ahí, su corazón se despostillaba un poco más. Siempre terminaba descubriéndose solo.
Jimin permanecía intacto en su mente. Su rostro simétrico y bello, su nariz pequeña, labios voluminosos y ojos encantadores. Si se concentraba lo suficiente podía escuchar su risa repiqueteando en sus oídos. Recordaba sus palabras gentiles y también las retadoras. Su cabello negro y suave, también recordaba lo desordenado que solía traerlo la primera vez que lo dejó crecer a la altura de sus hombros. La imagen de Jimin permanecía intacta y distante, un recuerdo enterrado en su memoria. Era casi como un figurín de bailarina que permanecía intacta dentro de una caja de música antigua. Resguardada contra todo rastro de tiempo, pero intangible y lejana.
A pesar de eso, los recuerdos que había construido con él se empezaban a desdibujar en su mente. Puede ser porque prefería no revisitarlos, prefería creer que estaban bien en el pasado y no volver compulsivamente a ellos, como solía hacerlo en sus primeros años de cambio. Sin embargo, había algunos que brillaban con más intensidad en su mente que otros, algunos que inconscientemente se negaba a soltar. Como aquella primera vez que fueron de picnic en un jardín escondido y Jungkook había decidido besarlo por primera vez; pero sus planes habían sido arruinados, porque Jimin se atrevió primero y se lanzó intempestivamente sobre él.
También recordaba los colores, aromas y sensaciones que había descubierto junto a Jimin. Recordaba, a veces dolorosamente, lo que había sido ser humano junto a él. Lo feliz que había sido durante esos años, lo ilusionado que había estado por construir su vida junto a él y sabía que, de haber podido, se habría aferrado a continuar a su lado. Si tan solo la vida le hubiera permitido continuar con el camino que había trazado junto a quien amaba, si tan solo hubiera tenido la oportunidad de vivir su vida compartiéndola con el hombre que deseaba. Durante muchos años creyó que quizás estaba pagando algo malo que hizo en alguna otra vida, ¿era tal vez karma? No sabía que pudo haber hecho que fuera lo suficientemente malo para que esta fuera su penitencia.
Cuando se conocieron, Jungkook supo que quería pasar su vida junto a Jimin. Quizás podría sonar a una exageración, porque se conocieron desde niños, pero de alguna u otra forma fue congruente con ese pensamiento a lo largo de su vida humana. Primero hubo amistad; después, amor. Cuando se separaron, cuando él se tuvo que alejar, Jungkook se lamentó por no poder pasar su vida infinita junto a él. Durante años fue miserable, su motivación para mantenerse en esa no vida había sido cuidar a Jimin a la distancia; sin embargo, después de meses de hacerlo, simplemente desapareció. Y con él, también se fue la única motivación para la vida infinita de Jungkook.
Había "vivido" por vivir, porque no podía hacer otra cosa. Había sido miserable. Consideró incluso terminar con todo. Y, finalmente, después de más y más años, se volvió a enamorar de la vida. Volvió a encontrar sus pasiones. Y pensó que tal vez no había sido tan malo que Jimin desapareciera, no porque no lo quisiera a su lado, sino porque eso significaba que él sí se había movido, que había buscado hacer su propio propósito. Había decidido continuar, a pesar de que ya no estuviera junto a Jungkook y eso, por alguna razón, lo tranquilizaba. Creía que había tenido una buena vida, porque confiaba en que Jimin lograría todo aquello que le había contado en confidencia, en medio de la noche, cuando se recostaban al lado del otro y se contaban en voz bajita sus sueños. Con todo el amor que tenía por él, se alegraba de no haberlo vuelto a ver.
Sin embargo, ahora mismo lo tenía frente a él. Intacto como la imagen que guardaba de él en su mente. Tan bello como la última vez que lo había visto. Tan joven, con la piel tan lisa, los labios voluminosos. Tan idéntico, pero a la vez tan opaco. El brillo que alguna vez había iluminado sus mejillas se había ido, lo rojo de sus labios ahora era un rosa pálido. Parecía el fantasma de lo que alguna vez fue Jimin.
A pesar de eso, Jungkook sintió lo mismo que sentía desde hace décadas al verlo, era como si todo volviera a ser de colores vívidos, todo volvía a oler mejor, todo era más lindo y chispeante. Parecía nuevamente vivo. La esperanza dentro de él por volver a estar junto a Jimin crecía, se duplicaba, triplicaba, por cada segundo que lo veía. Conscientemente queriendo dejar de lado que el Jimin frente a él no lo veía como lo había hecho antes: con amor. Al contrario, lo veía confundido e incluso fastidiado.
El corazón de Jungkook, si es que aún tenía algo así como lo tuvo de humano, le indicaba que algo no estaba bien. Jimin, que había sido cálido y vivaz, se sentía frío y oscuro. Le tomó minutos darse cuenta de eso y, cuando finalmente lo hizo, el corazón se le terminó de romper.
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Eternidad • Jikook•
FanfictionJeon Jungkook, un vampiro de cien años, creyó haber perdido al amor de su vida después de transformarse. Sin embargo, descubre que sigue vivo. El único problema es que no lo recuerda a él ni a su amor.