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Como mis ojos veían el mundo a la edad de 7 años era ciertamente triste.



Como mis ojos veían el mundo a la edad de 7 años era ciertamente triste

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Un niño flacucho y con ropa gastada tomaba un pan y se lo llevaba corriendo.
Al verse lejos caminaba por la acera y rápidamente se lo comía entero, si bien trataba de masticarlo la ansiedad por que se lo quiten alejaba la remota posibilidad de ello.

— ¡Taehyung, niño tonto!, ¡¿Es que no sabes despedirte?!

Oyó los gritos que lanzaba al aire su madre.

Sin mirar atrás siguió caminando.

Soltó un suspiro, y con pasos igual de pesados que su mirada observaba su alrededor.

Notó a un señor tirado en el costado de una las casas del lado contrario de la acera, su ropa sucia y zapatos rotos eran visibles incluso a su distancia, era simplemente otro borracho. Un desperdicio de la sociedad.

Vio como unos chicos, al parecer de secundaria se amontonaron a su alrededor, era seguro que le robarían sus pertenencias. Con indiferencia continuo su recorrido.

Unas cuadras más adelante su atención fue atrapada.
Si no hubiera cantado no lo habría notado. Un pájaro trinaba en lo alto de un árbol, era pequeño, sus diminutos ojos negros parecían dos bolitas de adorno.

Borrando su expresión neutra, dio paso a una sonrisa ladina al recoger una piedra, esforzándose por adoptar una postura eficaz y enfocandose únicamente en el objetivo, hizo el tiro.

Lo siguiente que se oyó fue la caída del pájaro al suelo.

La fugaz sonrisa que ilumino su mirada se esfumo para dar paso a un rostro triste, lo que deseaba era tenerlo en sus manos y que siguiera cantando, quería tenerlo cerca suyo, pero al caer solo hizo silencio.

Al ver que no se movía, se levanto, sacudió su pantalón y continuo su camino.

Agarro las tiras de su mochila negra, a la vez que sus ojos desinteresados veían el cielo gris que refrescado por una brisa jugaba con sus cabellos.

Había llegado pocos minutos antes que tocará la campana.

Se ubico en su asiento y sin distraer sus ojos se mantenían en su pupitre o en el pizarrón.

— ¡Tae!, hola, ¿hiciste la tarea?

Sin voltear le contesto a Jimin con un asentimiento.

— Vaya, que bien, el día está bonito ¿cierto?

Jimin era un niño tierno, de mejillas redondas, lo que más resaltaba de el eran sus ojos más rasgados de lo normal, y la campera amarilla que siempre llevaba.

Además, Jimin siempre le hablaba, aunque él no respondiera, tal y como en esta ocasión.

Se preguntaba como es que veía el mundo Jimin, debía de ser extraordinario pues siempre sonreía.

¿Tendría pájaros viviendo en su cabeza?, en aquel tiempo le parecía una pregunta de una seriedad matadora.

— Niños, buenos días.

La maestra entraba por la puerta, a la vez que varios corrían a sus asientos.

— Buenos días maestra. — poniéndose de pie dijeron al unísono.

— Tomen asiento.

Apoyo sus manos en la vieja carpeta de madera.

— Hoy haremos algo interesante. Estoy segura que les gustará.

Con una expresión satisfecha procedió a sacar un paquete de su portafolios.

Lo abrió y saco una hoja en blanco junto a un sobre del mismo color.

— ¡Ajá!, cómo hemos estado practicando estas semanas su caligrafía encontré una manera para que pongan en práctica sus conocimientos. Escribirán una carta.

Muchas caras se iluminaron de emoción.

— ¿A nuestros papás?

Participo Hermani.

— A alguien más interesante, sonrió la maestra.

— ¿A chicas de otros grados? — esta vez hablo con burla Bruce.

— Tampoco. — Apenas lo dijo sonó una ola desanimada de abucheos.

— ¡Niños!, Niños, calma.

— ¡A Superman! — Gritó Gon seguido por un coro entusiasta de apoyo.

Con una risa apenada la maestra nos dio a elegir entre dos opciones.

— Niños deberán elegir escribir sus cartas a otros estudiantes del extranjero o a los reclusos de la prisión estatal.

Tras el anuncio un bullicio desanimado se esparció.

— ¿Debería hacerlo por sorteo?

— ¡¡NOO!!— gritaron varios.

— Piénsenlo, dentro de un rato llamaré lista y deberán decirme.

Procedió a repartir una hoja y un sobre a cada uno.

Siendo honesto en ese momento no lo pensé mucho, mi mente aun se preguntaba el por qué dejo de cantar ese pajarillo, verlo inmóvil al pie del árbol hizo nacer en mi varias cuestiones. Cuando escuche mi nombre ser gritado,  alcance a decir únicamente la palabra "extranjero".

— Taehyung, ven aquí a recoger el código postal.

— ¿Eh?

— Lo acabo de explicar, chicos hay que prestar atención. De nuevo, el código que les estoy dando deberán colocarlo al revés del sobre para que el señor cartero sepa a quien entregarlo. ¿Entendido?

Asentí al momento en que recibí aquel trozo de papel doblado.

Debería suponer que adorar al destino y las casualidades es mi rol, pues que ese trozo de papel me uniera de alguna manera a ti lo convierte en sagrado para mí.
























Continuará...


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