|Sábado 16 de marzo.

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Lucia.

Habían pasado ya 6 meses desde que Lucía había inaugurado su bar. Estaba orgullosa de como había crecido en tan poco tiempo y estaba realmente sorprendida de que todo hubiera funcionado. No es que no confiara en ella misma, pero para una chica de 24 años con cero experiencia en los negocios aquello era todo un logro.

Si bien aquel 16 de marzo era fecha de celebración para el bar, en parte no lo era para Lucía; también hacía fecha de la muerte de sus padres y aunque tres años pareciera mucho tiempo para algunos, para Lucía cada día le pasaba más que el anterior.

A- ¿Algún otro pedido especial?

Preguntó Alan quién trabajaba para ella desde el primer día en el que el bar abrió sus puertas.

L- No, está bien así. Asegúrate de que hayan arreglado las luces que se quemaron ayer. Para esta noche eso tiene que estar resuelto.

A- Si, jefa.

L- Alan, por dios. Deja de decirme así.

Exclamó Lucía y escucho como el chico se reía. Lucía le mostró su dedo del medio y se alejó para recorrer el lugar, verificando que todo estuviera como debía. Para esta noche había contratado a una banda de rock que apenas se estaba iniciando, pero aun así atraía a mucha gente, sabía que esta noche el lugar iba a estar repleto.

Después de acomodar todo junto a Alan, decidió irse a descansar algunas horas. También le pidió al chico que se fuera.

Aunque era la dueña del lugar, le gustaba trabajar con sus amigos en la barra y lo hacía todos los fines de semana. Para su buena suerte su departamento quedaba cerca del bar, lo que le daba total libertad de ir y venir caminando cuando quisiera. Salió del lugar con el fin de despejar su mente antes de llegar a su casa, de lo contrario los recuerdos llegarían uno tras otro y realmente quería evitarlo.

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Rosina.

Z- Por favor, Manuel  va a ir y quiero verlo.

R- ¿No podés ir sola, Zo? Estoy cansada, trabajé toda la mañana.

Z- Lo sé, pero podés dormir un rato antes. Por favor.

R- No me debes una, me debes mil, Zoe.

Zoe sonrió entusiasmada y se abalanzó sobre su amiga para abrazarla.

Z- Gracias, sabía que no me ibas a dejar sola.

Rosina puso los ojos en blanco y le sonrió luego a su amiga. Claro que haría cualquier cosa por ella, incluso cancelar su plan de dormir temprano por meterse todo su sábado a la noche en un bar.

Rosina trabajaba en una pequeña academia de inglés, de la ciudad, si bien trabajaba medio turno en la mañana, le era suficiente para solventar sus gastos y continuar estudiando en la universidad. La psicología le apasionaba y no había tenido dudas en elegir su carrera. A sus 19 años, se había independizado de sus padres y ahora vivía junto a su amiga, Zoe, en un apartamento no muy grande pero cómodo para ambas.

Luego de dormir al menos dos horas y darse una larga ducha, ambas amigas se preparaban para salir. Mientras Zoe ya estaba lista en la sala, Rosina aún trataba de decidir cómo vestirse.

Z- ¿Rosi, te falta mucho?

Escucho que su amiga gritaba desde la sala. Rosina bufó y se acercó a la puerta con dos prendas en sus manos, en una tenía un vestido negro corto y en la otra una falda también negra.

R- A ver, Zo. Ayúdame que sino no termino más, dios.

Zoe se acercó de inmediato y terminó eligiendo el vestido, Rosina estuvo de acuerdo y terminó de vestirse y maquillarse.

Sábados - LUSINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora