capítulo 11

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Me sentía como si hubiera estado corriendo por horas mi pecho subía y bajaba de una manera acelerada. El sudor me cubría el rostro, causándome escozor en los ojos. Todo el ambiente estaba lleno de un olor a quemado. Me hice un ovillo en el suelo como si eso pudiera protegerme del dolor que atormentaba que invadía mi cuerpo. Se enrollaba a mí como una serpiente que iba quemando todo a su camino. Las manos me dolían pero no me negaba a abrir los ojos, no quería que el dolor me siguiera fuera de mis pesadillas. Porque debía ser un sueño. No podía doler de verdad.

- Hard- esa voz se me hacía familiar.

Seguía diciendo mi nombre como si intentara evitar que me perdiera en algún lugar entre el dolor y el miedo. La voz era acogedora y segura. No había maldad en ella.

Sería un buen momento para morir.

La idea de morir me hizo olvidar que me dolía. Algunas veces sucede eso. Viene un mal para quitarte otro.
Antes de despertarme del todo, fui consciente que tenía inmovilizado aun cuerpo en el suelo de la celda y que le había puesto la punta del cuchillo  (que siempre cargaba conmigo) en la garganta.

- Yo... venía a… ayudarte- decía con voz estrangulada.

La subida de adrenalina aclaro mi mente dejándome ver a un chico que lucía más curioso que aterrorizado por el hecho que estuviera rozando su garganta con un cuchillo de 5 centímetros.

- ¿estás bien? – la voz de Sorft resonó por toda la celda.

No pude evitar fruncir el ceño ante esa pregunta. Tenía literalmente su vida en mis manos y el me preguntaba si estaba bien.

- ¿Qué haces aquí?- fue raro escuchar mi voz después de tanto tiempo en silencio.

- Ayudando- sus palabras estaban cargadas de la simpleza y sinceridad que ya empezaban a resultarme familiar.

Mire para todos los lados esperando encontrar alguna trampa. Pero no había nadie. No había guardias, tampoco cazadores. Estábamos solo nosotros dos. Tenía la oportunidad de matarlo y huir. No había nada que me lo impidiera. No me importaba lo que sea que fuera a pasar sino encontraba a la reina. Y definitivamente lo le debía nada a nadie en todo el Carrison.

- Si vas a matarme, necesitaras un plan para salir de aquí- su voz interrumpió el hilo de mis pensamientos- necesitas encontrar la puerta que está en el techo lo cual te llevara al pasillo en donde encontraras a, Agatha, la cual te llevara a fuera.

Agatha.

Me levante de golpe al escuchar el nombre de la chica que me había estado ayudando durante todo este tiempo. Era fácil morir cuando te separaban de lo que eras.

Normalmente estuviera muerto o en defecto demasiado débil como para defenderme de las cosas que ya me habían sucedido. Pero había encontrado a una chica pelirroja que era una comerciante de la Tierra Prohibida un nombre demasiado ingenioso por el cual los giles se referían al Carrison.

La chica me proporcionaba cualquier cosa que necesitara del Carrison a cambio de piedras preciosas que me sobraban. Me alimentaba de la energía que emanaba de ella. La primera vez me resulto extraño que una humana tuviera ese tipo de energía pero después entendí que debía tener linaje de alguna deidad. Su apariencia se veía diferente a la de cualquier humano y para ser sincero tampoco me importaba conocer su historia, lo único que quería eran las pociones y el hecho que me dejaba alimentarme de ella. A la larga podría morir pero ese no era exactamente mi asunto, además siempre tenía el cuidado de nunca alimentarme demasiado. No quería que terminara muerta o loca.

- Agatha- mi voz sonaba dudosa.

- Si una bruja pelinegra que es un amor- lo pensó por un momento- un amor muy molesto.

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