Morir de frío | Spooky Jelsa
Tápame con tu rebozo, Llorona
porque me muero de frío.
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( Diez One Shots de dos espíritus del frío )
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Donde Jack y Elsa protagonizan
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Un féretro vacío ha sido robado desde Transilvania y el vampiro dueño de este está buscándolo. No salgas de noche, porta crucifijos y cuelga collares de ajos en tu puerta porque el vampiro necesita comer y tú podrías ser su próxima merienda.
Elsa apagó el radio y se giró hacia su hermana, quien estaba acostada con las sábanas hasta arriba temblando de frío. Anna estaba muy enferma y su hermana mayor cuidaba de ella lo mejor que podía.
—¡Niños, hora de cenar!
La mayor de las hermanas miró hacia el pasillo, de donde había venido la voz, y escuchó los pasos de la madre Gerda. Los pequeños más hambrientos no se demoraron en seguirla hasta el comedor del orfanato. Tomó la mano flaca de su hermana y le dijo:
—Te traeré la cena, hermana. —Le dio un besito en la frente y la arropó.
Anna sonrió al oler los pierogi desde la puerta y saborearlos le ayudó a olvidar por un momento lo terrible que se sentía. No dejó pasar la oportunidad de recordarle a su hermana lo mucho que los adoraba.
Había entrado la noche y Elsa se despertó tras escuchar los quejidos de Anna entre sueños, la pobre se desesperaba a veces por no poder respirar bien. Elsa sabía que el té caliente a veces la ayudaba y se levantó a prepararlo. Se había hecho muy hábil porque aunque madre Gerda la había encontrado una noche y le aseguró que podría despertarla a preparárselo cuando lo necesitara, nunca le tomó la palabra; prefería no ser una carga más para la atareada mujer.
La estufa sopló cuando el gas se encendió y danzaron en círculo las flamas azules. Elsa dejó caer la bolsita en la tetera y la puso con cuidado en la estufa, aprovechó para calentarse las manos con el vapor que de esta salía. Subió la mirada para encontrarse cara a cara con el paraje ruso tras la ventana, casi un blanco y negro puro.
El orfanato era una construcción de una planta alejada del pueblo porque a la gente le daba lástima verlo. Lo que se encontraba más cercano eran la clínica y del otro lado, el cementerio. La primera más por obligación, el segundo porque también causaba lástima. Considerando esto, la zona al final de la carretera despintada y agrietada era la zona más desolada de aquel lugar, se había recluido intencionadamente toda la miseria para poder ignorarla. Las luces de las casas eran casi imperceptibles desde su posición.
Entonces escuchó que alguien se arrastraba en la nieve y emitía sonoros quejidos intercalados con grandes bocanadas de aire que le erizaron la piel y le aceleraron el corazón al instante.
Llena de miedo se acercó a la puerta y se ocultó tras el marco, pegada a la pared, pero se asomó por el vidrio de esta para ver cómo un muchacho cubierto de sangre se desplomaba. Dio un respingo cuando se dio cuenta de que podía estar muerto ya.
Trastabilló un poco cuando se giró apurada en ir a despertar a madre Gerda. Pero en tanto dio la vuelta, se topó con los ojos de esa persona que apenas había visto morir afuera.