vi.

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Por el resto del día, por el resto de la semana, Jisung continuó atrapando a sus pensamientos resbalándose en el Rey.

No estaba seguro de los juegos mentales que el Rey estaba jugando. Minho era un humano. Por derecho, el humano más adinerado y poderoso del Reino. Jisung no entendía a los humanos, especialmente a los humanos adinerados y poderosos.

Así que, ¿por qué Minho, el Rey, estaba cruzando la mente de Jisung más de lo que le gustaría admitir? ¿Por qué Minho le estaba haciendo preguntas a Jisung, intentando conocerlo? No tenía idea si se sentía manipulado por sus interacciones o increíble y de todo corazón apreciado.

Él era el Rey de los Lee, su padre había ordenado masacrar a miles de seres feéricos. Jisung definitivamente no debería estar pensando en Minho tan... cariñosamente. Era algo raro de Jisung pensar en alguien con cariño, fuera de su hermano y amigos cercanos.

Así que cuando un guardia vino a las cocinas cuando terminaron de limpiar después de la cena, para interrumpir una conversación entre Jisung y Changbin sobre tomar cerveza de malta, los nervios se acercaron a Jisung inmediatamente.

—El Rey quiere verlo.

Los ojos de Changbin se iluminaron.

—¿Te van a desterrar de la nación?

—Me da gusto saber que me extrañarías. —Volteó hacia el guardia con una sonrisa tensa—. ¿Sabes qué es lo que quiere?

—Él mencionó discutir política. —Changbin se carcajeó, con la boca en una pequeña 'O', lanzando los brazos para tranquilizarse.

—¿El Rey quiere discutir política contigo?

—Cierra la boca.

Con la risa condescendiente de Changbin haciendo eco en sus oídos. De nuevo, Jisung siguió a un guardia armado. Recordó relajar sus puños apretados y frotar un pulgar para aliviar las marcas de sus palmas.

Subieron unas grandes escaleras con una pulcra alfombra, que fluía como un río de chocolate oscuro. Jisung notó que estaban en una parte del castillo que nunca había visitado, y ahí arriba solo habían criadas y lacayos. Sirvientes de recámara.

¿Estaba siendo convocado a la habitación de Minho?

Comenzó a recitar algunos mantras en su cabeza «No mires fijamente al guapo Rey. No dejes que el guapo Rey te tiente. Incluso si te gustan los hombres e incluso si él es un hombre muy guapo, no actúes como un tonto enamorado frente a él».

El guardia tocó una extensa puerta de madera de cerezo, con una mano enguantada.

—Entra —respondió gentilmente el Rey.

Afortunadamente, era un estudio cálidamente iluminado al que Jisung entró, sin ninguna cama a la vista. El guardia se quedó afuera. Jisung nunca había estado tan solo con el Rey.

El cuarto era largo, pero acogedor; rodeado de una chispeante chimenea en un lado y un extenso balcón en el otro. Las paredes tenían hileras de estanterías y maletas con armas, joyas y armaduras, cada una de ellas probablemente valía más que todas las ganancias de la vida de Jisung.

Tragó antes de mirar al Rey.

Minho estaba sentado tras un largo escritorio, dirigido hacia la chimenea, opuesto a un pequeño y práctico sofá. Escribía en un pergamino con una pluma, cabello oscuro sombreando la mitad de su ceja, holgada túnica blanca colgando desatada sobre sus clavículas. Sus mangas arremangadas hasta sus codos y miró hacia arriba con una sencilla, encantadora sonrisa que puso débiles las rodillas de Jisung.

Él es el Rey [MinSung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora