Capítulo 2: demonio

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"Era tan bello como un ángel, pero sus ojos reflejaban el infierno"

A lo largo de su corta y miserable vida, Harry había visto muchos tipos de personas.

La mayoría de las personas que llegó a conocer en su corta existencia eran clasificadas como: feas, malas, bonitas o buenas.
Su tía Petunia por ejemplo, era una mujer que casi podía llamar 'bonita' por su cabello rubio bien cuidado y sus ojos color caoba, sin embargo su actitud odiosa dejaba mucho que desear. Su tio Vernon y su primo Dudley sin duda eran lo que Harry clasificaría como "feos y malos" al igual que Marge.

Harry no tenía reparos en decir que había visto personas muy bonitas sin importar si eran hombres o mujeres.
Podía decir que su capitán de Quidichtt por ejemplo, Oliver Wood sin duda era un chico muy guapo y a Harry le parecía muy lindo, su actitud amable pero firme era algo que Harry admiraba al igual que el aura de líder que emanaba de él. Hermione también podía considerarse bonita si se dejaba de lado su actitud de sabelotodo y mandona que a veces le irritaba un poco.

Incluso podía decir que el refinado y arrogante Draco Malfoy era un niño muy lindo con su piel pálida, su cabello platinado y sus ojos como la plata líquida, dejando de lado su arrogancia y su soberbia, parecía uno de esos príncipes azules que hacían soñar a las niñas.

Daphne Greengrass parecía una linda muñequita de porcelana, parecía a esas barbies que a las niñas tanto les gustaba porque parecían reinas de moda, tan bellas y delicadas como hadas de cuentos fantásticos.

Ah, incluso podía decir que Theodore Nott era guapo, el chico con su piel blanca, su cabello azabache y sus hermosos ojos color zafiro que complementaban su actitud de caballero misterioso tenía un encanto difícil de ignorar.

Sin embargo de algo Harry estaba seguro: jamás en toda su corta vida había visto a una criatura más bella y hermosa que el hombre que estaba de pie frente a él.

-¿T-Tú...quién...?- Harry balbuceó sintiendose un poco tonto pero sin poder despegar la mirada del ser que se alzaba imponente delante suyo.

Harry se sobresaltó cuando las velas humeantes volvieron a encenderse de la nada haciendo que su habitación se tiñiera de un peligroso pero hipnotizante resplandor dorado que iluminó con fuerza todo a su alrededor. Parpadeó lentamente observando con más claridad el hombre frente a él, quedando totalmente anonado al poder examinarlo con más detalle.

Era alto, tal alto que a Harry le dolía un poco el cuello por estar inclinando la cabeza para poder observarlo desde el sucio suelo donde estaba tirado vergonzosamente. El hombre tenía un cuerpo musculoso ya que sus músculos se le marcaban por encima de la ropa que llevaba puesta, su piel pálida pero ligeramente tostada emitía un ténue resplandor dorado por la luz parpadeante de las velas que los rodeaban. Vestía completamente de negro, un pantalón negro de tela, una camisa de lino de color verde musgo y una chaqueta negra que le emmarcaba su figura de soldado. Por encima de sus hombros portaba una larga capa negra que parecía hecha de una ocuridad tan pura que lo hacía ver como si estuviese fundiendose con las sombras, su larga capa se movía de una forma hipnótica como si estuviese bajo el agua y hondeaba a sus espaldas de una forma realmente majestuosa.

Su rostro era hermoso, hermoso como jamás había visto un humano, tan anguloso, fino y elegante como esos dioses que relataban las leyendas antiguas, tenía el cabello oscuro largo y sedoso atado en una media coleta dejando que varios mechones enmarcaran su aristocrático rostro de una manera elegante, su rostro estaba ligeramente oscurecido por la capucha que cubría su cabeza. Tenía las cejas ligeramente fruncidas y sus ojos estaban fijos en la pequeña figura de Harry, mirandolo como si fuera un insecto al que debía pisar con la suela de su pulcro zapato.

El demonio de HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora