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[SungHoon]

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[SungHoon]

Ay. En serio, tengo que aprender a decir que no, pero había sido totalmente imposible. Esos tres pequeños monstruos sacaron sus labios inferiores y parpadearon sus ojos inocentes, y caí más rápido que un hombre gordo en un buffet. Sin ofender a los hombres gordos. Son bastante abrazables.

Estoy bastante seguro de que dormir en la casa del árbol había sido idea de los niños, incluso aunque enviaran a Yuna a preguntarme. Con una voz así de dulce, ellos sabían que iba a ser incapaz de resistirme. Tengo que encontrar algún otro mecanismo de defensa para el futuro.

No quería abrir los ojos, pero esos estúpidos pájaros cantando alegremente estaban haciendo imposible que me volviera a dormir. Estúpidos pájaros, gruñí. Sentí que algo se movía junto a mí. Lentamente, moví mi mano hacia abajo y sentí un pequeño cuerpo cálido. Era demasiado pequeño para ser Dae o JuYion, así que tenía que ser Yuna. Mi toque puede que se acurrucara más hacia mí.

El sonido de la puerta trasera abriéndose y cerrándose me forzó a abrir los ojos.

—Buenos días, SungHoon. —Susurró JuYion mientras entraba a la casa del árbol. Sonreí en respuesta. Dae estaba tumbado junto a él, todavía durmiendo pacíficamente.

—Hola, Bello Durmiente. —Dijo SungHoon. Estaba sosteniendo una bandeja con panecillos, dos cafés y unas cajas de jugo. Note que él estaba totalmente vestido para trabajar.

—Será mejor que estés hablando de alguno de los niños. —Respondí, desorientado. Las mañanas y yo no éramos los mejores amigos. Me obligué a mí mismo a sentarme, reacomodando a una todavía adormilada Yuna, para que así ella descansara su cabeza en mi regazo.

—Nop. Lo siento. —Replicó. —JuYion es el único despierto. Dudo que aprecie que lo llame de esa manera. —Sonrió. Me pasó un café. —Tengo que ir a trabajar pronto. Dejaré algo de dinero en caso de que necesites comprarle algo a los niños.

Sacudí mi cabeza, tomando un trago del café.

—Si les compro algo, será porque quiera hacerlo. No tienes que pagar por ello. —Él picó con una pajilla uno de los jugos antes de dárselo a JuYion.

—Tienes que dejarme hacer algo. No puedo dejarte a mis hijos sin pagarte algo a cambio.

—Puedes ayudar a Dae con su práctica de fútbol. —Ofrecí. Tomé uno de los panecillos calientes y lo agitado en frente de la nariz de Dae. Él tarareó y abrió los ojos.

—Trato hecho. —Rió Jake. —Pero tengo que comprarle algo también. Es lo justo.

Dae se sentó y gruñó, estirando sus brazos con un panecillo en su mano.

—¡Que Noche! —Murmuró mi hijo.

—Está bien. —Acepté. —Por cierto, gracias por el desayuno.

Park Sunghoon Secuestrador || JakeHoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora