Osiria

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     Entre altas hierbas y arbustos, se encontraba una Rosa de color blanco puro. En sus pétalos se podía ver reflejada su inocencia. Su tallo, para poder defender a la flor de posibles depredadores, poseía espinas largas y filosas.

     Bajo los ojos de un niño travieso, no era más que una bonita flor para despedazar. Una flor insignificante para él, y tal vez un poco llamativa para sus impulsos asesinos.

     Obviando las extensas espinas, la codicia se apoderó de él. Con una mano tomó el tallo, y con fuerza le arrancó del lugar. Confundido, observó como la planta sangraba a montones.

     Luego de que un charco rojo se formara a sus pies, se percató de un inexplicable dolor que se concentraba en la palma de su mano. Pero ya era muy tarde como para reaccionar.

     Aquella sangre que corría hasta el húmedo pastizal, era la del crío, que ahora yace exánime en el suelo.

     A su lado, posa un hermosa rosa osiria que emana oscuridad, y veneno sumiso.

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