4. buscate una novia, virgen

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Otro día y otra vez volvía la chica a su casa de su práctica, caminaba hacia esta la cual le quedaba a un par de cuadras pensado que iba a comer o que habían hecho de cenar en su casa

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Otro día y otra vez volvía la chica a su casa de su práctica, caminaba hacia esta la cual le quedaba a un par de cuadras pensado que iba a comer o que habían hecho de cenar en su casa.

Su teléfono sonaba mucho al punto que tuvo que apagarlo, ya que no soportaba el sonido pero antes reviso que no fuera una emergencia, como no vio nada sospechoso siguió con su camino.

Se sentía cansada más de lo habitual y no había comido casi nada ese día, ya sentía los regaños de su hermano a pocos metros de su hogar. Cuando en su campo de visión se vio la modesta casa, vio mucho movimiento en ella, algunos carros que no eran de la familia pero por su cansancio - de nuevo- no le dio mucha importancia.

En frente a la puerta notó que ya no daba para más, así que se sentó rápidamente en el suelo y busco en su mochila lo necesario para volver a la normalidad.

Las agujas, la insulina y el glucometro.

Cuando al fin se inyectó el líquido en su brazo respiro con normalidad y pesadez, escuchaba a lo lejos las voces de su hermano pero también sintió su barriga rugir.

— Es que yo soy espectacular.— se reprochó así misma y se quedó apoyada en la puerta sentada en el piso como alrededor de unos 20 minutos.

—"¿Donde estará Rosa, tío? — el catalán preguntó por su hermana.— Hace unos 20 minutos tenía que estar aquí.

—No contesta los mensajes tampoco.— respondió su amigo revisando los mensajes de nuevo.

— A ti no te va a contestar, sabes como es.— mencionó auron.— De broma de contesta a mi."

Mientras esa conversación se daba adentro, Rosalía hablaba con él repartidor de pizza que hace unos minutos había llegado a la entrada.

—Confía en mi hombre.— Pidió la pelinegra.— No soy ninguna indigente, se que tengo las pintas pero no.

—Dame propina por lo menos.— accedió el repartidor dándole las tres cajas de pizza.

—¿No quieres un  cafecito de paso? — cuestionó sarcástica sacando diez euros de su mochila.— Chao y buenas noches.— le dio el dinero al chico y este se fue luego de agradecer.

—"Las pizzas y Rosalía desaparecidas.— se quejó biyin.— Mala idea enseñarla".— dijo lo último con tono de broma.

Asimismo la pelinegra pensaba en la posibilidad de comerse las pizzas sin dejarle a nadie, huir del país y no volver.

Pero no tenía ganas de cometer semejante crimen de odio, como lo llamaría su hermano, asi que se levantó del suelo y tocó la puerta muchas veces seguidas.

—¡ABRAN O ME COMO LAS PIZZAS! — Gritó tocando la puerta.

—¡Joder niña ya me habías preocupado! — exclamó su hermano dejándola pasar.

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