El Androide

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La vida de Nagito Komaeda ha sido un completo desastre desde el día en que nació, aún si no recuerda lo que sucedió en sus primeros años de vida, sabe que incluso a esa edad llegó a vivir tantas desgracias, trangedias y no desgracias, como lo dice él

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La vida de Nagito Komaeda ha sido un completo desastre desde el día en que nació, aún si no recuerda lo que sucedió en sus primeros años de vida, sabe que incluso a esa edad llegó a vivir tantas desgracias, trangedias y no desgracias, como lo dice él.

Y sin embargo, aún viviendo todo tipo de desgracias desde que nació, sin duda una de las desgracias que más le ha dolido ha sido la que llegó a experimentar años atrás, cuando la persona de la cual estaba enamorada se enamoró de su mejor amiga.

Desde niño ha pensado que merece absolutamente todas las cosas malas que le han pasado o que le esperan en el futuro, y aún a pesar de estar completamente convencido de su pensamiento, siendo algo así para él un tipo de "creencia religiosa", no puede evitar sentir un nudo en la garganta al ver como la persona la cual se había enamorado y su mejor amiga se encontraba frente a un hermoso arco de flores. Hajime, su enamorado, vestido con un hermoso traje negro de corbata que se ajustaba en su pecho, y Chiaki, vestida con un precioso vestido de un casi impercertible rosa claro, sujetando un lindo ramo de flores entre sus manos, jurandose a si mismos amor eterno, mientras Nagito se obligaba a ver la escena sin siquiera intentar limpiar sus lágrimas de completo sufrimiento, y tampoco es como que los demás se preocuparan, puesto que todos asumieron que eran lágrimas de felicidad al ver a las únicas dos personas que se preocuparon por él durante años.

Vivió toda su vida solo, y cuando finalmente creyó que había alguien en su vida que estaba genuinamente interesado en su persona… nuevamente volvió a sentirse incluso más solo de lo que ya se sentía en un pasado.

El tiempo pasó, y con el tiempo Nagito se alejó completamente de todos, de sus únicos dos amigos que ahora estaban casados, puesto que sabía que ellos estaban lo suficientemente ocupados en su nueva vida de casados como para prestarle atención a u...

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El tiempo pasó, y con el tiempo Nagito se alejó completamente de todos, de sus únicos dos amigos que ahora estaban casados, puesto que sabía que ellos estaban lo suficientemente ocupados en su nueva vida de casados como para prestarle atención a una mísera pulga como lo era él, al final de cuentas, hace años había aceptado su lugar en el mundo y nadie debería preocuparse por él, al final de cuentas, su destino ya estaba escrito, y a pesar de haber querido cambiarlo… terminó aceptando que moriría igual de solo de lo que era actualmente y de lo que llegó a ser hace años.

Se hundió en su propia tristeza, no tenía fuerzas como para siquiera levantarse e ir con sus citas semanales con su terapeuta, al final de cuentas, ni siquiera sus amigos se estaban preocupando por él. Tampoco los culpaba, no era el deber o la obligación de sus dos amigos a estar al tanto de su vida, al final de cuentas, apenas tenían tiempo para sí mismos, porque desde el día de la boda le habían enviado siquiera un mensaje.

Se sentía tan solo… estaba tan solo que sentía que se estaba ahogando, ni siquiera su corazón había dejado de doler desde que presenció el beso que le gritó en la cara que Hajime iba a ser feliz al lado de alguien que no era él, y que probablemente era mil veces mejor que él, y claro, hace tiempo había aceptado que cualquier persona era mejor que él, pero dolía tanto que la persona que le había convencido que era un ser humano extraordinario le haya hecho volver a hundirse en un pozo de autodesprecio del cual no podía salir, y lo peor de todo, es que Hajime no lo sabía.

Se sentía tan abrumado de estar encerrado todo el día en casa, por lo que una noche de invierno decidió que era buena idea darse una ducha y salir a algún bar a simplemente beber, tal vez hablar con alguien e intentar salir adelante… eso siempre f...

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Se sentía tan abrumado de estar encerrado todo el día en casa, por lo que una noche de invierno decidió que era buena idea darse una ducha y salir a algún bar a simplemente beber, tal vez hablar con alguien e intentar salir adelante… eso siempre funcionaba en las películas y novelas románticas que solía ver y leer.

Vistió ropa sencilla, no tan elegante pero tampoco tan informal, y sin hacer mucho más, salió de su hogar, claro, no sin antes tomar una de sus mascarillas que él mismo había creado y la razón por la que había millones de personas admirandolo.

Caminó por varios minutos hasta llegar a la zona central de Tokio, un lugar tan turístico por lo que la mayoría de locales como pubs, bares y discotecas estaban abiertos, claro que también habían locales dirigidos a un público más general, sin embargo, estos eran pocos, todo repleto de gente con música demasiado alta para su gusto. Y aún a pesar de que sus planes era ir a un lugar donde el ambiente era movido y hasta ruidoso, sabía que entrar a siquiera uno de esos locales sólo lo iban a poner de un peor humor del que ya tenía.

Soltó un suspiro cansado, y continuó caminando hasta las afueras de la zona central, donde había bares más tranquilos y no había tanto bullicio, claro, aún había multitudes de personas y cierto bullicio dentro de los locales, sin embargo, la música estaba a un volumen cómodo por lo que no había necesidad de gritar.

Finalmente, tras casi media hora caminando, encontró un pequeño bar. "Cherry's Bar" decía un llamativo cartel con luces neón de un color rojo, que por falta de mantenimiento del mismo, habían letras que parpadeaban y que probablemente pronto se iban a apagar, a menos de que alguien le de un buen mantenimiento.

Sabía que este bar era tan poco frecuentado, sobre todo desde el desastre que Junko Enoshima causó, era prácticamente un milagro que a pesar de la poca clientela que el bar tenía, el bar aún no haya quebrado.

Revisó la hora en su reloj de muñeca antes de entrar, viendo que apenas habían dado las doce de la mañana, una buena hora para ir a un bar o discoteca. No le dió tantas vueltas y decidió entrar.

Debería suponerlo, el bar resaltaba por el color rojo, incluso el mismo nombre del bar ya le daba una clara pista de esto, el ambiente era tan tranquilo, no habían tantas personas, pero sí las suficientes como para que casi todos los lugares para sentarse estén ocupados.

Los sillones estaban tapizados completamente de un material rojizo, las luces dentro también tenían un tono rojizo intenso por lo que era casi imposible percibir otros colores. Le gustaba.

Sus piernas comenzaron a dirigirse hacia la barra de bebidas, dónde se encontraba simplemente un bartender atendiendo a todos sus clientes, e incluso consolando a todos aquellos que parecían tristes o deprimidos.

Pudo ver cómo el hombre… más bien, androide azabache lo miraba, percatandose así que era un cliente que recién había llegado, por lo que se dirigió hacia él.

– ¿Puedo servirle algo, joven? –

– ¿Puedo servirle algo, joven? –

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