cuatro

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— Chaeeng

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— Chaeeng...tengo hambreeee...

Las dos estudiantes sacaron la cabeza de sus libros cuando escucharon la voz del pequeño. Chaeyoung le echó un vistazo al reloj de pared y frunció el ceño.

— Lo siento, peque, se me ha pasado la hora de merendar. Unnie, ¿te importa que tomemos un descanso? A nosotros tampoco nos vendría mal parar un poco.

Jisoo asintió y frotó sus ojos intentando despejar la vista, llevaban más de dos horas sumergidas entre documentos. Si bien no tenía queja alguna por haber tenido la oportunidad de observar a Chaeyoung todo lo que había querido y más, ella no estaba acostumbrada a trabajar tanto. Y, si aquella tarde había descubierto algo, no era que los autores del romanticismo vivían en un estado permanente de disconformidad, si no que Chaeyoung, a parte de ser la chica más bonita del mundo, era tremendamente inteligente. Quizá Jisoo no estaba poniendo toda su atención en aquel trabajo, pero cómo hacerlo si tenía sentada a apenas unos palmos de distancia a la chica de la que estaba perdidamente enamorada. Chaeyoung siempre hablaba con dulzura y se explicaba con calma y paciencia, sonreía amablemente y arrugaba su pequeña nariz cada vez que algo le confundía. Jisoo también pudo apreciar que la omega tendía a morder su labio inferior cuando se concentraba y, en esos momentos, la alfa no podía hacer más que mirar embelesada cómo la tentadora carne era apresada entre los dientes blancos y perfectos. Realmente, nadie podría culparle por su falta de concentración. Chaeyoung era el prototipo perfecto de omega, todo en ella incitaba la atracción de los alfas; su mirada chispeante, sus labios gruesos y apetecibles, su piel perfecta y su olor...su olor. Jisoo podría escribir mil y un poemas sobre la esencia de la omega, y ninguno se acercaría siquiera a describir la perfección de aquel olor. Nunca había estado lo suficientemente cerca de Chaeyoung como para apreciar su aroma de omega con exactitud y, una vez lo hizo, su loba interior se volvió automáticamente adicta a ella. Chaeyoung olía a vainilla y canela, a manzanas asadas y a caramelo líquido, olía a infancia y a hogar, dulce y acogedor, suave y enloquecedoramente embriagador. Jisoo debía contenerse mucho para no asaltarle y deslizar la nariz por su esbelto cuello, bebiendo de aquella esencia con deleite. A ese paso, su loba enloquecería.

— ¿Qué quieres merendar?

Chaeyoung había alzado a su pequeño hermano y lo mantenía sobre su regazo.

— Mmm...— El niño se llevó su pequeño dedo índice a la barbilla y miró al techo, meditando su respuesta. — ¡Galletas con chispitas de chocolate! — Exclamó al fin abriendo sus brazos.

Chaeyoung rió y revolvió el pelo de su pequeño hermano en un gesto cariñoso.

Jisoo no podía hacer más que contemplar la familiar escena, algo en su interior se revolvía al ver a Chaeyoung siendo tan dulce con la pequeña, algo cálido y desconocido para ella. La palabra "hogar" resonaba en algún rincón de su subconsciente, pero desconocía su verdadero significado.

— Bien, vamos a ver si mamá no se ha comido las galletas que sobraron. — Dijo Chaeyoung dejando a Jihoon en el suelo. — Unnie, ¿quieres galletas?

Jisoo contempló la amable sonrisa de Chaeyoung y asintió. Quizá, el sentido de la palabra "hogar" se escondiera tras aquella hermosa expresión.

Los dos hermanos se perdieron por el pasillo, dejando a Jisoo sola en el salón. La alfa se levantó de la silla y estiró su cuerpo, escuchando el crujir de sus articulaciones como respuesta. Dio una pequeña vuelta por la estancia, deteniéndose a observar el mueble de la televisión y la decena de fotos que lo adornaban. En ellas se veía a una Chaeyoung más joven, con su rostro más aniñado y una figura menos marcada. Aún así, igual de hermosa a los ojos de Jisoo. También habían fotos de Jihoon de bebé, y otras tantas de los dos hermanos juntos, sonriendo alegremente a la cámara. Hubo una foto que llamó en especial la atención de Jisoo, en ella también salían los hermanos, pero no estaban solos. Una pareja se encontraba junto a Chaeyoung y Jihoon, sonriendo con serenidad. La mujer era hermosa, con un cabello negro azabache y un rostro fino y elegante, de baja estatura y ojos grandes y despiertos. Entre sus brazos, envuelto en una manta azul celeste, sostenía a un pequeño bebé que alzaba su manita intentando atrapar uno de los mechones rebeldes del cabello de su madre. Junto a ella se alzaba un hombre de aspecto exótico, con marcados rasgos europeos. Era alto, de piel bronceada y ojos café intenso, una espesa mata de cabello rubio caía en ondas sobre su frente. El hombre rodeaba con uno de sus brazos la cintura de la mujer, mientras posaba su otra mano en el hombro de una muchacha, una chica sonriente de unos trece años, con cabello rubio y mejillas abultadas. Sonrió, ahora entendía de dónde había sacado Chaeyoung su peculiar cabello.

— Aquí están las galletas.

Jisoo se giró sobresaltado en cuanto escuchó la voz de la  omega.

Chaeyoung dejó la bandeja que traía sobre la mesita de café y se sentó en el mullido sofá de estampado floral que presidía la sala. Su pequeño hermano prefirió dejarse caer sobre el parqué. Jisoo los miró, sin saber muy bien si debería acompañarlos, hasta que la menor palmeó el hueco junto a ella en el sofá.

La alfa se sentó, bastante cerca de Chaeyoung si consideramos que era un tresillo. A ninguna pareció molestarle.

— He traído zumo de manzana, no sé si te gusta.

— ¡El zumo de manzana es lo mejor! ¡Es el favorito de Chaeng y mío!

Jisoo sonrió sutilmente mirando al pequeño.

— Así que es el favorito de Chaeng.

Jihoon asintió.

— Entonces me encantará.

Y la alfa tomó el vaso y lo llevó a sus labios, ignorando el sonrojo que había aparecido en las regordetas mejillas de Chaeyoung.

— ¡Chaeng parece un tomatito! — Exclamó Jihoon.

Chaeyoung adoraba a su hermano pequeño pero, en aquel momento, bajo la divertida mirada de la alfa que tan nerviosa le ponía, habría deseado tener algo para cubrirle la boca, o una bolsa para ocultarse de la tremendamente atractiva sonrisa ladeada de Jisoo.

Chaeyoung adoraba a su hermano pequeño pero, en aquel momento, bajo la divertida mirada de la alfa que tan nerviosa le ponía, habría deseado tener algo para cubrirle la boca, o una bolsa para ocultarse de la tremendamente atractiva sonrisa ladeada...

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intocable» chaesooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora