inició

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Era una noche podría decirse que pacífica y tranquila para los seres humanos, pero lo que ninguno sabía, era que en otro lugar, específicamente el cielo, habían tres Caballeros con armadura Dorada peleando. Uno de los Caballeros de armadura Dorada y con alas resplandecientes llevaba en brazos una pequeña cápsula de oro la cual iba protegiendo con toda su vida. Por otro lado, los otros dos Caballeros Dorados, le iban disparando al que protegía la pequeña cápsula. Por supuesto, el primer Caballero, iba esquivando cada ataque,

— Saga — dice uno de los caballeros

— Shura, hazlo — ordena Saga quien sostuvo por la espalda al primer Caballero

— Este es tu fin, Aioros — dice Shura y lanza el ataque, haciendo que el golpe caiga en la máscara de la armadura de Aioros, aunque con eso, también se llevó a su amigo a la muerte.

Tal vez la gente no lo vio, o tal vez si, nadie sabe. Pero, en el cielo se veía como si fueran dos estrellas cayendo, cada una por un lado distinto.

Después de unos minutos, en otro lado, el Gran Patriarca, fue informado acerca de lo sucedido con Aioros y Saga.

— Shura pudo acabar con Aioros — comenta otro Caballero — pero... Saga murió en combate. ¿Atena está bien?

— Si — responde el Patriarca — aún no entiendo porque Aioros intento acabar con la Diosa Athena. A deshonrado al Santuario.

Himalaya

Tres exploradores iban bajando sobre el hielo de una cueva.

— ¿Está seguro de querer hacerlo solo, amo Mitsumasa? — pregunta uno de los exploradores a su jefe

— Cállate Tatsumi, tranquilízate por favor — dice en hombre llamado Mitsumasa

— Pero señor, yo solo quiero... — intenta decir Tatsumi

— Ya te lo he dicho, tengo espíritu de aventurero — dice Mitsumasa observando hacia el fondo de la cueva

— Entiendo amo, Pero si algo le pasa yo no... — dice Tatsumi quien fue detenido abruptamente por su jefe

— Quédense aquí y esperen — dice Mitsumasa mientras comienza a acercarse a esa luz que veía hasta el fondo de la cueva, era una luz dorada.

— Entendido señor — dice el tercer hombre que iba

— ¡Amo Mitsumasa! Ay, nos dejó aquí solos — se queja Tatsumi al ver que su Amo se aleja adentrándose más a la cueva.

Mitsumasa se adentra a la cueva acercándose a esa gran y resplandeciente luz. Al entrar, vio una torre resplandeciendo de color dorado, al enfocar su vista más, reconoce que ya la a visto en algún lado, saca su libreto, pasa algunas páginas y se encuentra con la página donde está dibujada esa gran torre, la cual se queda observando con fascinación. De la nada, un llanto lo hace salir de su trance y se acerca a dónde escucha el llanto. Ve unas alas protegiendo a lo que se acercaba más al sonido, así que con mucho cuidado, quita las alas y ve aquella cápsula dorada, la agarra y está se abre mostrando a un bebé con unos pocos cabellos de color morado y ojos verdes

— ¿Cómo fue que llegaste aquí? — pregunta observando hacia los lados, hasta que al fin encontró a alguien, era un ser hermoso ante los ojos de ese explorador. Tenía una hermosa armadura dorada algo dañada, pero aún era espléndido. Él se acercó junto a la cápsula al hombre de Dorado. Mientras más se acercaba, más notaba que ese Caballero estaba herido y en agonía — tranquilo. Ayuda, Tatsumi... ¿Me escuchas, Tatsumi? — intenta comunicarse con su compañero, de la nada, siente como una mano se posa en su brazo y voltea, ve al Caballero Dorado observándolo. Con un poco de fuerza, el Caballero le mostró los recuerdos a Mitsumasa.

— Aioros, ¿por qué insistes que es Athena? — pregunta el Patriarca

— Es la reencarnación de Athena, y desde ahora la protegeré — dice Aioros

— Desde hoy quedas considerado un traidor — se levanta el Patriarca

— Athena — observa a la bebé

— Se lo suplico, vendrán muchos asesinos desde el Santuario, proteja a la niña. — estira su mano hacia el techo — en 16 años, unos jóvenes Caballeros vendrán a protegerla, cuidala hasta entonces.

El hombre estaba fascinado con lo que veía, pero al bajar la vista al Caballero Dorado, se dió cuenta de que solo había un cuadro brillando, de color Dorado con él símbolo de Sagitario. Toca el cuadro con suavidad y observa a la bebé que estaba riendo y sonriendo al ver al hombre.

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Una mujer de cabello morado oscuro, de aspecto joven iba huyendo de varios caballeros oscuros con una niña en brazos. Uno de los ataques de un caballero, le dió de lleno, haciendo que comenzará a caer mientras sangraba, pero eso no le impide sujetar con más fuerza a la bebé.
Cayó en el frio suelo, dónde por adrenalina, se levantó y comenzó a caminar hasta llegar a una cueva donde nadie las iba a encontrar o al menos no los Caballeros.
Se sienta para poder respirar con tranquilidad, mientras ve a la pequeña en sus brazos, rubia como su madre, de ojos azules como su padre, rostro fino, parece un ángel, aún ángel nacido en el Inframundo. Sus labios son finos, pestañas largas y rizadas, ojos grandes, y una sonrisa que te calma con tan solo verla. Nadie pensaría que esa bebé nació para hacer el mal

Tiempo después

Pasaron días, la mujer estaba peor. Pudo contener su sangrado por días con la pocas fuerzas que le quedaba para hacer magia.

Pero... desgraciadamente ya estaba dando las últimas. De la nada, escucha un ruido, está intento pararse para ponerse a la defensiva, pero no pudo. Vio entrar a un hombre, un hombre de cabello castaño, de unos 45 años aproximadamente, ojos avellana. Este al verla herida, corre hacia ella, pero luego se percata de la pequeña y la carga mientras buscaba signos de heridas.

— Ayuda, Sukami, ¿me escuchas? Ayuda — pide atravez de una radio. La mujer lo agarra del brazo y este la ve. Con la poca fuerza que tenía, le mostró en sus mente todo lo que había ocurrido y porque habían terminado ahí, una vez ya le mostró todo, este quedó completamente sorprendido. Pues él creía en todo eso, pero jamás se imagino ver a un ser de ese mundo.

— Mika — dice agachando la cabeza para ver a la pequeña. Está abre sus ojos y sonríe viendo al hombre que las estaba cargando

Se lo suplico... — dice la mujer débilmente — vendrán muchos caballeros oscuros desde el Inframundo. Proteja a la niña. — estira su mano — en 16 años, unos jóvenes caballeros, vendrán a protegerla. Cuidela hasta entonces. No quiero que sufra como lo hubiera hecho ahí, por eso, la traje. Desgraciadamente me hirieron, pero ya no podré aguantar mucho. Cuidela por mí y ayudela — los ojos de la mujer se van cerrando mientras va desapareciendo, dichas las últimas palabras, termina de desaparecer, dejando en su lugar, un arpa negro con dorado y con la palabra "Pandora"

La Diosa Del Inframundo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora