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Todo ese líquido cayó de repente sobre sí, sorprendiéndolo y al instante escuchándose una maldición por su parte, estaba soñando lo más a gusto con el par de pechos más grandes que en la vida, vería tan cerca, pero eso no pareció agradarle demasiado a su compañero de habitación. Seonghwa le veía amargo, en sus manos la prueba del delito, un vaso vacío con aún gotas resbalando a los costados. ¡Desgraciado! Wooyoung se quitó algunos restos de encima para procurar que las sábanas no humedecieran.

—Necesito el dinero que te toca, ya van dos meses, Woo. ¿Pagarás o debo conseguir un nuevo compañero?  —Él negó, no es como si tuviera el dinero pero tampoco el lujo para dejarse correr ahora cuando comenzaría un nuevo ciclo universitario. —Dame un par de días, por favor, te lo entregaré. Es la última vez que tardo.

Mechas rubias ya no le creía, solo aceptó hacerse ingenuo con tal de verle mover un dedo fuera y desarrollarse o algo productivo, tanto sedentarismo no era natural ni apropiado. Es así que tomando unos tenis se preparaba para salir del departamento a la cancha de fútbol, hacía prácticas pues asomaban pronto torneos locales que como arquero no pensaba fallar ni perderse. Por otro lado el azabache comenzó a limpiar un poco parte del suelo, recogiendo papeles mientras veía a su lado al más alto acomodar ropa limpia, una botella con agua entre otros elementos poco sustanciales de mencionar, a decir verdad desconocía para que le servirían pues deportes y él no eran compatibles, prefería más lo hogareño como la cocina. En eso era muy bueno, por no presumirse como el mejor.

Entre qué fingía seguir arreglando el almohada desde hace cinco o siete minutos para convencerlo del cambio, Wooyoung escuchó a la puerta llamar un tintineo conocido por la ventana auguraba que algún compañero del rubio vino a recogerlo. Así era, terminando de arreglar por fin sus camas es que se dirigió al entrada para atenderla en nombre del mayor, aquel se vestía y desvestía frente al espejo sin una razón exacta mas de poco interés le era.

Un frenético, muy pálido pelinegro yacía tras el umbral, lo suficientemente grande y robusto para intimidar a Wooyoung que recogió su mandíbula abierta hasta el suelo antes de dejarle pasar al espacio ahora más reducido, “ ¡wow! “, se repetía series de veces al medir su ancha espalda y pequeña cintura, un trasero muy firme, todo de aquel joven desconocido era insólito además de llamativo que incluso le causó cierta envidia, Jung renegó bajo pasándose una mano encima del abultamiento común en su abdomen debido a la falta de ejercicio.

Ya, no iba a desmotivarse, él podía tener un buen cuerpo, espectacular sonrisa, adorable hoyuelos, increíbles modos de comportarse y a las mejores chicas seguramente, pero eso no cambiaba que incluso sin tratarse Wooyoung era más sensual. Sí, un arma poderosa del coqueteo casual. Sin pruebas pero tampoco dudas, finalmente comunicó a Seonghwa del recién llegado y su noble corcel, una bicicleta desgastada, esperándolo.

—San, hey, ayúdame aquí. Yujin estará de animadora en el partido y no quiero verme tan mal… —como si hubiera una forma de verse bien con sudor y asquerosos olores encima, rezongaba Wooyoung desde el habitación aledaña.

Yéndose los dos chicos, Wooyoung lo supo al desaparecer las demás voces del habitación es que comenzó a buscar en el ordenador acostado sobre la cama, a su lado un pocillo con snacks dulces que tomó prestado del refrigerador ajeno. Muy cómodamente indagaba riguroso sitios de trabajo donde sin vender su trasero o algún órgano gane dinero, exentando trabajar demasiado o a tiempo completo porque serviría en vacaciones mas no cuando laborará realmente. Ni quien supiera como logró llegar hasta esa edad si era muy flojo, en fin, no importaba ya porque al teléfono entró una llamada de Ryujin, su mejor amiga, convenciéndolo de tener una cita doble con ella, una amiga y el futuro novio de esta, pues aquella le desagradaba y para no quedar mal mintió referente a la relación mantenida por ambos.

𝗘𝘅𝗽𝗲𝗿𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗹𝗼𝗿 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora