Capítulo 1

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Era algo tarde, y lentamente la aurora mayor se ocultaba detrás de los gruesos troncos, apilados en la orilla del claro junto a mi cálido hogar.

El sudor corría por todo mi rostro, mis brazos, exhaustos por el esfuerzo y mi espalda tosca abrazada por el calor del medio día, me habían llevado al límite. Un último corte a este árbol habría acabado con la empresa del día de hoy, y con esta madera perfectamente podía conseguir el dinero necesario.

-Mañana mismo iré a por él, pagaré en efectivo y le daré una boda como se merece.- pensé lleno de orgullo.

Cuatro hermosos años ha estado ella conmigo, compartiendo su cama, mi mesa, su esencia había invadido cada centímetro de mi hombría, y por los colores del ocaso otoñal, ya era hora de cenar, pero ella aún no me había llamado para volver, posiblemente Percy haya estado haciendo diabluras otra vez.

Nuestra casa, cómoda y con ese aire de calidez familiar que tanto adoro, brillaba de un naranja tan tenue, que al llegar al rellano me hizo recordar cuando era un cachorro, cuando mi madre se mecía en el mismo balcón todas las tardes mientras mi padre y yo corríamos a lo largo del pequeño lago navegable, y ahora, casi treinta años después, mi hijo y yo izábamos cometas en ese mismo lugar, y mi mujer también lucirá un hermoso anillo de bodas, y mañana iré a por él.

-Le daré una enorme sorpresa, una cena con velas y esas cosas, y a Percy ese juguete que en Navidad no pude darle.- pensé, sonriente.

Al abrirse la puerta, hubo un crujido en las bisagras tal que hice una mueca, como si no esperase que me descubrieran, pero Parsifal salió corriendo de la cocina, al final del pasillo con un enorme grito:

-¡Papá!-

Mi niño, el último de los Redfield, apenas un crio de 4 años, ya se andaba solo por el bosque como si el tiempo no pasara. Ya sabía tocar el piano de mi padre, sonatas de todos los tiempos, acordes que ni yo era capaz de seguir, pero él, inteligente y observador, dominó la música como dominaba las matemáticas, la literatura y demás, no como yo, algo torpe, más era lo mío la disciplina y la fuerza.

Mi mujer no estaba convencida del todo que mi hijo siguiera los pasos de la familia Redfield. Siempre decía que eso llevaría a los hijos de sus hijos de todos los varones a perecer, irremediablemente. Por eso, al ser yo el único y último de la última línea de descendientes, volvimos donde mis padres, alejados del bullicio y del estrés que provocan las grandes ciudades y las crecientes zonas de conflicto.

Esa noche cobijada por una luna plateada y brillante, invitaba a reunir a la familia alrededor de la mesa, con platos humeantes, y un delicioso estofado haría la entrada triunfal, ceñido por las copas que aún conservaba de la boda de mi hermano, fallecido hace ya más de cinco años, porque precisamente era hoy, el 27° día del cuarto mes cuando una muchedumbre enardecida por un gobierno fascista habría acabado a mano limpia con todo su pelotón.

-No deberías estar triste, después de todo no eran hermanos, ya sabes, ni de la misma especie son.-

Me decían algunas personas en la tienda de vivieres por la mañana cuando les platicaba acerca de cómo mi esposa prepararía la cena de hoy en honor a él. Y, pese a su majadera forma de ser, había estado conmigo durante mis primeros años, y en el colegio, y en la escuela secundaria. Había estado conmigo durante nuestra adolescencia, ¡yo vi cuando él dio su primer beso! Estaba tan sonrojado, tan incrédulo él, tan inocente como siempre, era él mi hermano menor.

Por eso decidí, a cinco años de su muerte, honrarle con lo que él más disfrutaba, una cena familiar, y aún más en vísperas de pedir la mano de mi mujer, estaba yo muy emocionado.

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⏰ Última actualización: Aug 23, 2022 ⏰

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