Cuando cae la noche, los sentidos se agudizan.
Mi mente se llena de recuerdos, no puedo evitar mi intensidad.
Miro por la ventana, y como si se tratara de una novela de fantasía, mis ojos empiezan a soñar despiertos. Se asoma una tenue luz dorada, acompañada de arena.
Rodea toda mi habitación hasta llegar a mí. La arena forma un lobo que se postra majestuoso ante mí, le sonrío y le correspondo. Cuando acerco mi mano para acariciarle, mis ojos se cierran y mi cuerpo cae suavemente en la cama, me he quedado dormida.
Gracias por aparecer, Morfeo.