Durante el dia pienso en ti, aunque sé que solo puedo verte por la noche...
Camino por las calles con los cascos puestos sin un rumbo fijo, la música resuena dentro de mi y me dejo llevar por ella.
Al pasar por una calle siento como si me observaran aunque no le presto mucha atención y sigo caminando.
De repente oigo mi nombre en susurros detrás de mí.
- Hoy estás preciosa, mi pequeña.- Suspiro.
-Sueño... - Le doy un leve codazo- Pensé que alguien me estaba siguiendo...- Él me mira divertido.
- Bueno, técnicamente así es... - Sueño camina a mi lado con las manos en los bolsillos de su chaqueta negra.
-¿Qué haces aquí a plena luz del día?
- Desde mi reino puedo oír tus preocupaciones... Resuenan como incontables voces susurrando, ¿que es lo que te mantiene intranquila?
Suspiro, siempre quiero verle, me calma... No quiero que se moleste por mi...
- Es... Demasiado vergonzoso... - Miro al suelo.
-Eh- Me hace mirarle a los ojos - Sabes que estoy aquí.
- De eso trata, Morfeo... - Le confieso - No quiero... Que te vayas... Tiendo a cargarme cada cosa buena que pasa en mi vida...
Me mira preocupado pero sonríe.
- Ven - Me tiende su mano y se la cojo.- Voy a demostrarte que no tienes de qué preocuparte.
De su bolsillo izquierdo saca un pequeño saco que voltea y de él cae la ya conocida arena dorada.
En apenas segundos, todo a nuestro alrededor desaparece y ante mi se alza un imponente castillo.- Bienvenida a mi reino, pequeña - me dice dándome un beso en la mano- Ah, casi se me olvida... - vuelve a meter las manos en sus bolsillos y saca un pequeño rubí atado a una cadena- Siempre que me necesites, solo tienes que apretarlo contra tu pecho y pensar en mi, entonces volverás a estar aquí y yo estaré contigo, te lo prometo.
Una vez me guardo su Rubí, entramos de la mano en su palacio.