Navidad

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La tenue luz del sol comenzaba a invadir la casa, y el desafortunado reloj biológico que traía incorporado Chip debido a sus años de oficina le impidió seguir disfrutando de su peluche a escala real —y vivo—de Dale. Al romper el abrazo para tallarse los ojos, despertó a quién tan descaradamente lo usó de almohada la noche anterior.

—¿Por qué esta almohada se mueve tanto? —balbuceó Dale, dando indefensos golpes al abdomen de Chip para que se dejara de mover.

—Si alguien no pesara tanto, tal vez me quedaría más quieto —con delicadeza empujó a Dale a un lado del sofá, quitándolo encima de él.

Dale quedó inmóvil entre las cobijas del sofá. Solo se acurrucaba más entre ellas al ya no tener algo que abrazar mientras dormía, mentiría si dijera que eso no le daba extrema ternura.

Con bastante esfuerzo retomó su compostura y se sentó en el sofá, estaba exhausto, pero no lo suficientemente para volver a la cama con Dale.
Le molestaba todo: cada pequeño sonido que el mismo emitía, la irritante luz que se filtraba, y dolor en su abdomen, que suponía provenía de Dale porque se había dormido encima de él. Su espalda estaba hecha añicos, no sabía si era porque su postura de camarón que con los años le regaló el escritorio en el que trabajaba turnos infernales, ya le estaba cobrando factura o si solo era una coincidencia por ese día.
Calculaba que tenía una pequeña resaca, pues su dolor de cabeza no era tan intenso como en algunas fiestas a las que ha asistido. Se frotaba la cien, esperando que el dolor bajara un poco, enfocando su vista al techo... Cómo hace unas horas en la madrugada... cuándo le confesó su amor a la ardilla acostada a su lado. "No lo olvidé" pensaba la ardilla sin entender si era una buena o mala señal del destino.

Volteó a contemplar a su invitado, aún retumbaba en su cabeza la enfermiza declaración que le dijo semi-borracho. "¿Me habrás escuchado?" Cuestionaba en su mente, esperanzado de que no toda su tristeza fuese en vano.
Las lágrimas se acumulaban en sus ojos mientras más lo observaba. Tenía que ir a despejarse, no podía dejar que Dale lo viera llorando al despertarse, debía esforzarse para hacer de esta una de las mejores navidades que ha tenido su amigo y no arruinarlo con sus estúpidos sentimientos.

La ardilla huyó de la manera más sigilosa hacia su baño, encerrandose en él.
Se miró al espejo, era un desastre andante, ojeroso, desaliñado, con baba en mayor parte de su barbilla y con los ojos hinchados y cristalinos. "Vamos Chip, es Navidad, deberías estar feliz... Tienes al tesoro más grande de toda tú vida en tú sala, alégrate un poco" trataba de darse ánimos, lo cual solo le generaba más ansiedad.
Rápidamente se lavó la cara, debía de empezar poco a poco, respiraba hondo y exhalaba por la boca, justo como su terapeuta siempre le decía.
"Eres bastante atento con todo lo que te rodea, Chip, usa eso en tu favor. Tu mejor que nadie sabe cómo sacarse de problemas". Recordó las sabias palabras de su terapeuta, y así comenzó a tranquilizarse.
Con su confianza y autoestima refrescados, salió del baño como una persona diferente. Una dispuesta a hacer este un día memorable para ambos.

Al cerrar la puerta detrás de él, vió a su adorable perrita observándolo de manera juguetona.
"Será para otra ocasión, mi niña" prometió mientras le acariciaba las orejas. "Oh, aunque creo que solo has de tener hambre" apenado por no interpretar bien lo que Millie le dijo, se rascó la nuca y fue directo a darle de comer. Fue corriendo a saltar a la compuerta de comida que estaba pegada a su ático. Es muy sorprendente que su invitado no se haya despertado ya con tanto ruido.

Cualquiera sería un loco si se levantara así de temprano como él. Contrario al anfitrión, Dale siempre tuvo el sueño pesado, desde que eran niños se quedaba dormido de más en su cuarto para las pijamadas, hasta cuándo se mudaron a Hollywood, solo hasta que el aroma del desayuno que preparaba Chip le llegaba a su nariz se podía despertar. Y que bueno que este último recuerdo le llegó a Chip, pues sería una linda manera de despertarle. Tan solo se le encendió el foco, se puso a trabajar, encendiendo la estufa a tiempo lento, para preparar el platillo que de antaño comían antes de ir a grabar escenas para Los Rescatadores, unos confiables Hot Cakes. Sin mas agarró su precioso mandil negro con flores rojas, junto a la harina de uno de sus gabinetes y un sartén limpió del día de ayer, era hora de cocinar.
Mientras vertía la harina se puso a divagar, cómo es que había llegado a este punto; Dale estaba durmiendo en su sofá, jamás pensó que eso pudiera volver a ocurrir, menos de la forma que ocurrió en la noche. Se mantenía firme ante sus palabras de anoche, por ahora daba igual si Dale las había escuchado, el ya había gritado su amor, eso no lo iba a molestar por un rato, al menos no mientras cocinaba, siempre le aclaraba la mente, no importa cuánto se muriera por quedarse al lado Dale ahora mismo.
Chip miraba casualmente hacia el sofá, ahora no podía saber con certeza si Dale estaba dormido aún con todo el escándalo de la cocina, lo inquietaba mucho. "¿Por qué no puedo ni siquiera quitarle la vista de encima?" Se cuestionaba la ardilla en frustración y derrota, no es como si estuviera obsesionado, no, definitivamente no. Trataba de enfocar su mirada a su creación, aquellos Hot Cakes que comían casi a diario, hasta él tenía que admitir que llegó a hartarse de ellos, pero a Dale no parecía nunca cansarse de comerlos "Fuerte estómago" supuso.
Chip recogió sus panqueques y los ordenó en ambos platos, 3 para él y 5 para Dale, al de él lleno hasta el tope de Miel de Maple y frutos rojos, al suyo igual le colocó varios frutos rojos y vertió una generosa cantidad de lechera.

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⏰ Última actualización: Oct 07, 2022 ⏰

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Chip y Dale: ¡Love Rangers!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora