2: El Veneno

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Esa misma noche lluviosa, la mujer japoamericana decidió arreglarse y salir a cenar al restaurante elegante que había en el hotel que hospedaba, solo para darse un "lujito", como si quisiera celebrarse a sí misma por decidir empezar una vida normal. Aunque, estando viendo las historias en instagram de Micaela la mantenían lejos de mentalizarse en una vida común.

Desde el atentado, Hiroko suele revisar las redes sociales la joven Rivera, para asegurarse de su recuperación emocional. Claro, la muchacha no suele hablar sobre su perdida, mucho menos sobre su experiencia, solo muestra una cara bonita para aparentar que está bien. Para la asiática, esto es un tipo de efecto placebo para calmar su culpa. No ha llegado a conocer a Micaela directamente para no perjudicarse mutuamente, aunque realmente le gustaría conocerla más allá de lo que muestra en su Instagram.

Por estar distraída en su celular, no se percató de los ojos dorados que la veían fijamente. El chico moreno, con bebida en mano, se le acercó y no fue hasta que se sentó junto a ella que pudo notar su presencia.

—Ha de estar buenísimo, eh —Comentó sarcástico, mirando la bebida de la chica —No le has dado ni un sorbo.

—Sí, la verdad no está tan bueno —Le siguió la corriente —¿Algo que me recomiendes probar?

—Tengo unas sugerencias... —Asintió coqueto, mirando los labios contrarios —Por cierto, me llamo Marco.

—Un gusto —Asintió,

—Sí, igual, pero... ¿Cómo puedo llamarte corazón?

Corazón suena lindo —Aprobó, en un tono juguetón.

Conversó un rato con el muchacho, se veía realmente interesado en ella, no paraba de hacerle insinuaciones pero Hiroko se hacía la desentendida. Le agradaba Marco, era interesante, realmente atractivo, muy amable, incluso le pagó un par de tragos, cedería ante sus encantos sin problemas, pero había algo en él que le inquietaba, no solo eran sus exóticos ojos ámbar, o el suave tono de voz con el que le susurraba, había algo con ese chico que no estaba bien.

—¿Me disculpas? Voy al sanitario y vuelvo —Avisó, a la par que se ponía de pie.

Una vez dentro del baño de mujeres, sacó la billetera de Marco que le quitó en una de esas tantas veces que el chico invadía su espacio personal.

Marco Takachiho — Leyó en su identificación en voz baja, comprobando el nombre real del muchacho — Dirección, New Shibuya Street 4-7-11

Iba a seguir esculcando entre sus pertenencias, pero una notificación en su teléfono la interrumpió.

"EL AGUILA ATERRIZÓ" Decía el mensaje, y Hiroko dejó el baño "11 PM EN PUNTO. COIT ROPPONGI TOWER" Llegó a otro mensaje, lo vio, levantó la mirada y Marco estaba expectante a que la chica llegara a sentarse, pero en cambio, esta le sonrió apenada y fue directamente a abrazarlo.

—Surgió algo y me tengo que ir —Se excusó, regresando la billetera a la chaqueta del chico disimuladamente —Me la pasé bien, gracias por los tragos.

Antes de que el chico pudiese decirle algo, ella se retiró.

. . .

En la cima de un edificio cercano a la Torre Coit Roppongi, se encontraba una dama vestida completamente de negro, ensamblando su instrumento para lo que parecía ser "Su Ultimo Trabajo". Los carteles publicitarios la iluminaban pero no era suficiente como para ser visible ante su próximo objetivo.

Tenía la mirada fija en la que se le indicó. La puerta por la que saldría su objetivo, este era una mujer, y no le dieron más detalles, ya que, estaría rodeada por hombres escotándola.

—¿Interva...? ahhg... —Un fuerte dolor de cabeza se hizo presente, distrayéndola brevemente.

—Repita.

—Eh... ¿Intervalo en el objetivo?

Vio a un par de hombres salir para hacer guardia.

—Diez segundos máximo —Indicaron, mientras intentaba observar con atención, pero un zumbido en su cabeza evitaba que lograra enfocarse —Objetivo visible. Dispare.

Finalmente salió una mujer vestida de morado. Se veía mayor, morena, de pelo negro con un ligeras tonalidades grises, por un momento confundió su pelo recogido con pelo corto y le vio cierto parecido a La Princesita que tanto observaba de lejos. Justo cuando apretó el gatillo, apartó la vista porque el dolor de cabeza aumentaba, dandole al brazo de la mujer en vez de la cabeza.

Un recuerdo invadió su mente, la vez que mató a Héctor ella estaba ahí también, pero en el segundo auto.

—La ventana se cerró —Le anunciaron y volvió al presente.

—Lo volveré a intentar —Notó que la mujer ya se había resguardado dentro de un auto.

—Negativo. La ventana se cerró

—No, aún no.

Retiró su comunicador, levantándose y empezando a perseguir al auto desde encima de los edificios. Pero por más que insistiera en conseguir el objetivo, lo perdió.

Solo le quedaba escapar, pero para su mala suerte, con toda la presión de ser perseguida en un auto que no pasaba para nada como "desapercibido", el coraje de no haber atinado al objetivo, los mareos, el repentino calor en su pecho y esa migraña infernal, el carro en el que iba a alta velocidad se volcó, dejándola inconsciente.

. . .

—¿Cómo te llamas? —Escuchó una voz grave, y veía una mano robusta frente a ella.

—Hiroko —Contestó con su infantil vocecita dandole la mano.

—Yo soy Yama —La mano del hombre era gigante a comparación de su manita.

Los ecos del pasado se acumulaban. ¿Estaba muerta? ¿Iba a morir?

"Ahora soy tu operador"

Todos esos cumpleaños en los que Yama se encargaba de hornearle algo, aunque sea algo pequeño y solo para ellos dos, era especial. Él sabía cómo hacerla sentir especial.

"Soy como tu madre, tu padre..."

Como procuraba en que aprendiera de todo. Medicina, mecánica, manejo, investigación. Aunque él no fuese bueno en los estudios, le conseguía los mejores maestros para ello.

"...Tu mejor amigo..."

Le enseñó a pelear sin importar lo pequeña que sea a comparación. El boxeo y artes marciales estaban a cargo de otros profesores, pero Yama se encargaba personalmente de enseñarle a disparar. Recuerda sus manos gigantes rodeando las suyas, indicándole cómo debe sostener el arma, dandole consejos para mejorar su puntería y sintiendo palmadas en su espalda cada que daba en el objetivo.

"...y terapeuta"

Ahora no se merecía esas palmadas. No había dado en el objetivo.

. . .

Al abrir sus ojos pesados se topó con la luz blanca de un hospital.

Poco a poco recobró la conciencia, pero cuánto deseaba no haberlo hecho. Solo despertó para enterarse que moriría.

Un día. Le quedaba un mísero día de vida. ¿Y cuál vida era esta? Solo matar por dinero, eso no era una vida para ella. Ya no. Le arrebataron la vida con la que tanto se había ilusionado. Al carajo la universidad, los amigos, la pareja, los hijos, el arte, todo, nada. Esas cosas ya no son nada, solo razones para enfurecer.

Y descargar su ira en el bastardo que le hizo esto será lo ultimo que hará.

Escapó del hospital con estimulantes robados, los suficientes para seguir en pie cuando la agonía vuelva a caer sobre su cuerpo.

La envenenaron con radiación, y el único lugar donde se le ocurre que está el principal o uno de los responsables es en New Shibuya Street.

Daño Colateral (Fem!Higuel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora