Prefacio.

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Cuando brota una flor, lo mínimo que puedes hacer es regarla todos los días; algunas son más fuertes que otras, otras son longevas, pero, al primer copo de nieve sobre las más débiles puede resultar devastador.

Cuando las flores se riegan solas y no tienen un suelo estable en el cuál crecer saludables solo llevará al fracaso de estas mismas.

El capitán era un hombre de gran bienestar, admirado por muchos, odiado por pocos. Desde los pies hasta la cabeza deslumbraba a las multitudes con su apariencia, sus penetrantes ojos cerúleos le provocaban escalofríos al capitán y jefe de alquimia.

A veces, compartían besos, más que todo, la compañía del uno al otro.

A medida que el sol se ocultaba en el horizonte, Kaeya se sumergía en un mar de recuerdos dolorosos. Cada sorbo de vino era como un bálsamo para su alma herida, una forma de escapar de la realidad y encontrar consuelo en la oscuridad de la noche.

Sin embargo, en medio de su tormento personal, recostó su cabeza sobre la mesa; cansado. Cerró los ojos y no se percató de su sangrado nasal, que manchó su camisa, quedándose dormido con la copa de vino casi vacía cerca de sí.

Cecilias Marchitas. | kaebedo [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora