warning: alcholismo, fanatismo religioso, padres irresponsable, negligencia infantil y abandono, violencia doméstica implícita.
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RACHEL.
Extraño mi casa.
Bueno, hay tecnisismos ahí, extraños dónde vivía antes; mi escuela, mis amigos, mi hermana, mi perro y a mi habitación. Últimamente he sido más conscientes del privilegio que es tener algo que llamar tuyo mas que nunca, me siento un poco estúpida por no verlo hasta ahora, esa célebre frase de 'no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes' se me vino a la mente de inmediato como un mal karma, un terrible, irónico y fastidioso karma que se sienta a mi lado para atormentarme por mis errores e ingenuidad.
Estoy sentada en una banca, mi no tan cómoda cama desde hace algunos días posteriores a mi llegada a éste lugar; el terminal de autobuses de la ciudad, he estado aquí por varias razones, la más destacable es que se me permite dormir aquí sin muchos problemas y no hay tantos drogadictos como en los callejones techados a unas cuadras de aquí. Hay menos peligro de que algo me suceda por los guardias de seguridad presentes en las entradas y salidas, el señor Julio, dueño del café que abre todas las mañanas antes que cualquier otro local también es una ventaja, es un señor amable que ha tenido la bondad de darme algo de agua y pan.
Estoy bastante agradecida por eso y tomo la oportunidad de hacer eso notable. He tomado algunos turnos de otros trabajadores para limpiar, pero desgraciadamente el señor Julio no puede contratarme, no cuándo soy menor de edad. Sigo agradecida, pero me siento miserable, cada día esa sensación de hundimiento en mi estómago me atormenta, siento la incertidumbre del mañana más activa que nunca en mi cabeza, perturba mi sueño y me ha provovado pronunciadas ojeras abajo de mis ojos.
También está Isadora, Isadora tampoco tiene casa fija y cuida a sus dos hijos; Mirella y Carlos, de uno y cinco años. No habla mucho, pero nos llevamos bien, compartimos comida de vez en cuándo y he ayudado a sus hijos con sus tareas autoasignadas algunas veces, hay ocasiones dónde Isadora se va y vuelve algunos días luego con moretones en su piel y el labio roto, se niega a decir que sucede, y después de verla a los ojos y notar su profunda resignación a la situación he desistido de preguntar.
Me he dado cuenta de lo difícil que es luchar contra lo injusto y lo atroz cuándo no tienes nada, cuándo las personas pasan y te miran con lástima solo por existir, murmurando a sus hijos que deberían estudiar para no acabar con los patéticos seres humanos sin derechos que se quedan a dormir en bancas adentro del terminal para no arriesgarse a enfermarse si llueve en la noche.
Estoy cansada, hambrienta, tan desesperada porque todo ésto acabé que olvido que ahora estoy sola.
Me queda poco dinero, y hoy he decidido que da igual si vivo o muero.
Julio me ha contado de un autobús que viene raras veces, lo dirige un señor anciano muy malhumorado que ofrece a pocos pasajeros un supuesto privilegio de encontrar una nueva vida a muchas millas de la ciudad, en lo más profundo de las entradas del bosque.
Lo más probable es que sea una estafa y me quiten todos mis órganos o me hagan algo peor, pero si vivo o muero, de igual forma seré miserable.
—¡Súbete de una buena vez muchacha, no tengo todo el día!—Brama el señor Rodrigo desde el asiento del conductor en su viejo Jeep de color verde desteñido. Cargo una maleta con ropa sucia, una botella de agua medio llena y mis libros, me siento en la parte de atrás y me resigno a mi próxima muerte en manos de algún cartel de drogas o tráfico de blancas.
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Crónicas de la Sepulturera; Bienvenidos a Norkville.
Teen FictionRachel ha sido echada de casa. Sola, hambrienta y desesperada acude a un terminal de autobuses, con el poco dinero que le queda compra un pasaje a un prometedor pueblo alejado de todo lo que conoce. Norkville esconde muchos secretos, su funcionamien...