CAPÍTULO 4

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LOBA CASTAÑA
CAPÍTULO 4


AÑO 1883, 10 DE ENERO

Arrugué la nariz, detestaba el fuerte y desagradable aroma impregnado en cada cm de ese sitio, era como si las paredes expulsasen alientos de muerto o lamentos de desgracia. -Si no llega pronto, nos marcharemos-. Asentí con la cabeza evitando hablar y tener que respirar más de aquel aire. Para ser una taberna, se encontraba más decadente de lo esperado. -Los humanos... Acaso este pueblo ¿no conoce la higiene?-. Ella también sentía un asco tremendo, la mueca de desagrado trazada en sus facciones bien podría haber sido tomada por un insulto para los presentes.

En la mesa dispuesta a nuestro costado derecho, se encontraban cinco hombres que bebían cerveza de dudosa procedencia. No comprendía el gusto que llegaban a tener los humanos por el licor, era irrazonable querer consumir una sustancia que les sacaba de sus cinco sentidos. Dando gritos, empleaban un lenguaje corto y encima vulgar. Los ignoré concentrándome en mis pensamientos, hasta que uno de ellos comentó una oración que me hizo suspirar. –Escuché que la vampira de ojos verdes y su mascota, aquella bestia castaña que dicen posee el infierno mismo en sus ojos-. Ara, los humanos llegaban a ser muy dramáticos tanto en hechos reales como en sus cuentos. Eso del infierno en mis ojos, ¿Lo decían por lo que decían llevaba a cabo o por el color de mis iris?

Natsuki cerró el puño fuertemente contra la mesa, bien sabía yo que su enojo era por la referencia de "mascota" hacia mí. –Volvieron a atacar-. En esas fechas inventaban muchos rumores, decenas de historias en las cuales sin piedad ni misericordia llevábamos la desgracia a los pueblos. Cabe aclarar que aquello era insultante, que creyesen que no teníamos mejores cosas que hacer que el destruirlos. Además de ser ignorantes y crueles, eran ególatras, que patetica especie...

-¿Esta vez que destruyeron?-. Negué con la cabeza al escuchar eso. Natsuki golpeteaba con los dedos en la mesa, apoyando la espalda contra el astillado respaldo de la vieja silla.

-Pues se dice que ayer asesinaron a una familia del pueblo Fukka- Vale, las cosas cada vez... ¡Se volvían más absurdas! ¡Ridículas!

El pueblo Fukka quedaba a una semana de caminata de esa taberna. Obviamente, los disparates de aquellas bocas mentirosas estaban saliendose de control. Prácticamente nos inculpaban de cualquier mal o desgracia que azotase las tierras. Ya podía ver carteles donde ofreciesen recompensa por nuestras cabezas. –Todos se quejan del lobo, yo digo que más bien deberíamos temerle a quien le domina, a esa abominación de ojos verdes-.

¡Fue suficiente! ¡Había escuchado suficiente! Me levanté de golpe tirando la silla. Ellos ni cuenta se dieron por culpa del pestilente licor que les corría por las venas, solo seguían enfrascados en difamar cosas que para nada les incumbían.

Entre pasos que liberaban la fuerza de mi enojo y hacían crujir la madera del suelo, me planté ahí, frente a ellos. –¿Podrían callarse?-. Denotaba que en realidad era una orden directa. Burlones por fin me prestaron atención, sonriendo tontamente y tentando a la suerte.

Natsuki ya se encontraba de pie junto a mí, observando en silencio mediante una mirada fulminante, asemejando a que sus pupilas abismales podrían devorarles en cualquier momento. Pero, el maldito licor les restaba el instinto de supervivencia arrebatándoles esa vocecita que en sus cinco sentidos les hubiese gritado saliesen corriendo lejos de nosotras.

La luna supo que me estaba esforzando por contenerme y no entrar en fase para asesinarles por andar hablando de cosas que no tenían idea.

Una vez que habías matado repetirlo era más fácil de lo que se creía, porque se había roto esa barrera de inocencia y culpabilidad.

LOBA CASTAÑADonde viven las historias. Descúbrelo ahora