El Calor Familiar De Tus Manos

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Hoy he ido a la piscina.

Al salir me he dado cuenta de que tenía las manos arrugadas, frías. Y me he puesto a pensar en la tuya, envolviéndola y dando el calor familiar que siento que tendrían.

Pienso en tus palmas calentando las mías, como cuando las pones de cara a la chimenea en una noche fría diciembre.

En tus dedos, acariciando mis brazos. Subiendo, bajando.

Llegando a mi cuello.

En tus uñas, ¿Me dejarías pintártelas algún día?

Cierro los ojos, y me imagino como pones tu otra mano en mi estómago. Tus caricias me hacen cosquillas.Tu mano va bajando, lentamente, muy lentamente. Como si estuviera memorizando la textura de cada lunar, cada cicatriz, cada estría.

No sé cuándo, pero tu otra mano llega al tirante de la parte de arriba, bajas uno, bajas el otro.

Y siento como tus huellas dactilares se separan de mi piel, tu tacto desaparece.

No te siento.No te veo.

¿Dónde está?

Puede que en la plaza del obispo.

Donde siempre serás mío, y siempre seré tuya.Donde nos sonreímos escuchando Venezia, donde conocí al amor de mi vida.

No sé cómo puedo extrañar el tacto de una mano que nunca me ha tocado.

Pero me gusta pensar que la próxima vez que te vea, será en un sitio mucho más tranquilo. Donde tenga un boli y un papel en el que escribir mi número, y dónde nuestras manos se rocen al dártelo.

Y aunque puede que tú pienses que ese será el día en el que nos conoceremos, yo siempre sabré que te conocí mucho antes, en un lugar tan romántico como es un concierto.

Y quién sabe, tal vez, solo tal vez, nos volvamos a enamorar bailando Venezia.

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