Rodeada y superada, parecía que el fin había llegado, sin anticipo y en una partida de rutina. Jamás esperó encontrarse con semejante aglomeración de objetivos en un mismo punto. Qala activó sus protocolos de emergencia ante la escasez de munición. De los antebrazos del Eerie, su unidad y avatar virtual, emergió el vapor acompañado por un tenue pitido, escapando al aire como súbitamente libre de toda presión, abriendo paso a dos espadas de iridio que, una vez desprendidas, se situaron por debajo de sus manos.
El metal de su cuerpo herido pareció resentir la humedad reinante, pues cada movimiento resultaba poco preciso, una considerable merma de lo pulcro en cada ejecución. No importaba, habría que saber maniobrar de acuerdo a ello, tal y como siempre, pero esta vez en una situación límite.
Se inclinó para tomar impulso. Cerró los ojos antes de oprimir los comandos de su teclado, cruzó los brazos del Eerie formando una equis por delante suyo con el filo de ambas espadas, y, entonces, dio un salto cuyo rechazo rompió el concreto. Se elevó cuatro o cinco metros por sobre el nivel del suelo en una pronunciada elipse. Con un giro de excepcional despliegue cercenó más enemigos de los que podrían haberse distinguido; una amalgama de órganos disparados en todas direcciones en sincronía con la vorágine de sus espadas.
Cayó en el centro de la horda de muertos vivientes y optó por irse con decoro, caer como una heroína. Era lo que esa unidad merecía, lo que el Eerie se había ganado, y no iba a autorizar la secuencia de autodestrucción antes de que lo considerase adecuado, hasta que se hubiera consumido la última gota de combustible. Nadie lo habría discutido, estaba en todo su derecho, dentro de la comunidad de juego, el Eerie era leyenda tanto como quien se encontraba detrás de la pantalla y su control era un misterio.
Casi como si el tiempo mismo quisiera ser testigo de aquello, ralentizando su paso y consigo volviendo todo sonido un eco distante, por un breve lapso miró hacia arriba y pudo ver una unidad aliada sobrevolar por encima del Eerie y la horda de enemigos, al mismo tiempo que disparaba con una precisión prodigiosa, eliminando los objetivos más cercanos a ella.
Aún en medio del peligro, se permitió un segundo de sorpresa, de contemplación boquiabierta, pues dicha unidad, con aleaciones de titanio e iridio por igual, detalles rojos y blancos de vistosa sobriedad sobre su cromada superficie turquesa, aterrizó como lo haría un auténtico gimnasta y se deshizo de sus armas aun estando provisto de munición restante. "Es él", su instinto le susurró al oído.
De dos compartimientos en sus muslos, uno en cada uno, la unidad aliada sacó dos extensas varas de un negro absoluto. Las juntó como si siempre hubieran pertenecido una a la otra y un sonido de ensamble pudo oírse pese al constante alarido de la horda.
El báculo giró tan rápido que parecía sostener un tornado entre sus manos. El eje del giro cambiaba de una mano a la otra en un maniobrar tan diestro que le pareció una auténtica demostración de un arte perdido, o acaso emergente, si tomamos como punto de partida el ambiente post-apocalíptico de este juego en particular. Los golpes que asestaba contra los enemigos provocaban un rocío sanguinolento en el aire, el cual terminó por crear una suerte de atmósfera de privacidad, difuminando la oscuridad allí imperante.
La unidad aliada se detuvo tan solo un segundo, le miró con sus dos ojos de neón amarillo como si le invitara a bailar o morir en el intento. Su piloto desbloqueó el nombre de usuario asignado: Talos-23. Y luego prosiguió con su masacre de auxilio casi cuál fuera un auténtico cortejo.
Tardando un instante en salir de sí misma y retomar el combate, estando por ser abrazada por tres criaturas colindantes, tensó sus brazos y el filo de sus espadas rebanó los cadáveres andantes, abriéndose paso hacia su aliado y anhelo de enamorado.
Qala desbloqueó su propio nombre de perfil, formalizando así el contacto: <<unidades Eerie y Talos-23 colaborando en sector L.14>>, dijo el informe a los servidores del juego.
Ello distó de todo protocolo, fue solo el instinto, de ese que una vez en marcha simplemente se siente correcto; y es que no había tiempo para darle más vueltas, todo fluyó en una armoniosa espontaneidad. El combate y la violencia a su alrededor era como lluvia sobre el más enérgico caudal, el cual se valió de la precipitación para volverse aún más intenso.
Estaban espalda con espalda y, pese a que en realidad ambos se encontraban a quién-sabe-cuántos kilómetros de distancia, pudieron sentir un escalofrío que les descolocó un momento.
Antes de comenzar el cierre, cubriéndose mutuamente, sin que hubieran dicho nada de por medio, apoyaron las cabezas de sus respectivas unidades hacia atrás, como un cariño invisible, un tacto implícito, más no por ello insípido, sino todo lo contrario.
Terminaron con los objetivos que quedaban, incluso con aquellas mutaciones anómalas de alta peligrosidad, sub-jefes que demoraban más que el resto en caer y hacián más daño al golpear; nada pudo con ellos, nada se interpuso, ni la distancia misma.
En cuanto hubieron terminado, ambas unidades se detuvieron en seco por gracia de sus pilotos. El aire y el azufre al vaivén de mil brisas rojizas volvían borrosa la imagen. Qala alejó por un momento sus manos del teclado y el mouse, el Eerie quieto por completo; nerviosa, sin saber qué hacer a continuación, en cuclillas sobre su propia butaca, a oscuras en su habitación iluminada nada más que por la pantalla del ordenador.
Talos-23 abandonó su pose triunfal y se incorporó con serenidad. Se dio media vuelta hacia el Eerie; los dos neones amarillos le miraron a través de la bruma carmesí.
—[co-patrullaje: y/n?] —Qala pudo leer en la parte inferior izquierda de su pantalla.
Era año nuevo y no había panorama alguno y, por algún motivo, las circunstancias se hubieron alineado y permitido un nuevo encuentro con él, así que decidió que esa vez sería distinto. Se dijo a sí misma que no se alejaría de su lado hasta que el momento llegara, hasta que pudieran hablar con libertad, hasta quizás poder volver a echar un vistazo tras el neón amarillo de sus ojos como la vez pasada, poder dejar de encandilarse con dos breves soles y poder ver qué había más allá.
Su corazón dio un salto y presionó la tecla indicada, aceptando la propuesta. Entonces, Talos-23 extendió su mano como invitación y, sin más, saltó con un mecanismo de propulsión asistida, haciendo salida del lugar por la abertura en el techo. Qala le siguió, pero los movimientos del Eerie parecían torpes; no se sabría decir si ello se debía a la repentina torpeza en su motricidad, o bien debido a los engranajes humedecidos de sus extremidades.

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Intertexto
Proză scurtăDos personas compartieron un momento especial dentro de un videojuego hace tres años atrás y luego se perdieron de vista. Hoy se encuentran y tienen la posibilidad de hacer que cuente semejante casualidad, pero ya no solo dentro del mundo virtual, s...