Qala se tendió en el suelo, inquieta aun cuando inmóvil, sus pies descalzos eran lo único que la delataban. Belial, su gato, durmiendo sobre un estante. Se incorporó con lentitud, se puso unos pantalones deportivos y una polera encima de su camiseta rasgada y sin mangas, un chaleco azul de botones incompletos, dos zapatillas negras de lona. Fue a comprar algo para acompañar el café antes de la noche.
Como era usual, todos le miraron al bajar, miradas de todo tipo, su presencia no resultaba indiferente a nadie. Ella lo sabía, podía sentir distintas energías desde todas las direcciones: nada nuevo, más de lo mismo; no su problema, sino el de ellos.
Una vez en casa y luego de comer, sin más se lanzó a la cama, ningún vestigio de cansancio. Miró por la ventana al cielo, una vista privilegiada a la ciudad y su decadencia. Fue entonces que recordó, con todo el detalle que su siempre nebulosa memoria le permitió, aquel día en que lo vio por vez primera.
Era una de esas ocasiones en las que algo grave ocurría y se llamaba a un grupo criteriosamente selecto para dar solución al problema en cuestión. Aquella vez fue la grieta en el Banco Universal de Semillas, principal fuente de acceso a comida no sintética para las colonias humanas en el cielo, ubicado en la superficie. Eerie y otras nueve unidades fueron asignadas. Como era de esperarse, las cosas fueron más complicadas de lo previsto, hordas de infectados acabaron siendo convocados ante el alboroto que conllevó la reparación del casco del domo, el cual protegía la instalación.
Aquella vez, Talos-23 estuvo en problemas y fue Eerie quien acudió en su auxilio y, por alguna razón desconocida, algunos hablan de un ataque de hackers a los servidores de Dominio, fenómeno nunca antes visto, la transmisión de la imagen de la cámara de cada persona fue proyectada hacia el resto. Como el Eerie y Talos-23 estaban en el momento y lugar indicados, pudieron verse entre sí por tres segundos, tres segundos que terminaron perdurando hasta la fecha.
La imagen no fue la mejor, la interferencia no era menor, el contexto apremiaba, la situación se descontrolaba a un ritmo vertiginoso, hubieron de enviar refuerzos para apoyar la gestión y neutralizar a los objetivos y terminar con la reparación: de nuevo, no importó nada, bastó con esos tres segundos de borrosa casualidad para que ambos se grabaran en la retina del otro, sin importar la falta de nitidez y la estática de la imagen proyectada.
La misión prosiguió y volvieron al trabajo, una agradable tensión se sentía allí sin importar dónde se encontrasen, así como una aguda inquietud al momento de separarse, una premonición de incertidumbre en la boca del estómago. De aquello hasta el día de la cita habrían pasado ya tres años.
Qala procuraba siempre mantenerse en movimiento para combatir las bajas probabilidades de verlo de nuevo; más adelante sabría que Talos-23 lo hacía también. Siempre al borde de agotar las reservas de combustible con tal de poder encontrarlo y no se explicaba el porqué. No sabía nada sobre él y dicho piloto había visto una imagen de ella que distaba mucho de la actual, una nueva persona había nacido de la anterior.
Para el tercer año se había rendido, dejó que todo siguiera su curso. Pensó en que, sin mayor intervención de parte suya quizás el destino, tanto azaroso como calculador, terminaría por ser oportuno algún día, piadoso. Aquello fue un auto-consuelo hasta que se dio por consumado, ambos concertados en un momento que hizo valer la espera: el último día del duodécimo mes de aquel tercer año.
Abrazó el recuerdo como recién vivido y se sintió levitar por un momento de total ausencia y soñar despierta.
De pronto cayó en cuenta de que faltaba poco para la hora. Se puso de pie con un salto que tomó por sorpresa a Belial, que se había acomodado a su lado en la cama.
Se dirigió a la ducha y cantó bajo el agua sin música alguna. Peinó su melena grisácea con esmero, pintó sus uñas con afortunada torpeza, perfumó su cuello y muñecas cuidando las proporciones, se vistió con tanta prisa como esmero, mirando el vestido índigo con un dejo de indecisión que en seguida fue ignorado.
Tomó lugar frente al espejo, se vio a sí misma y casi se acabó todo por un momento: un hombre en ropajes de mujer. Respiró profundo, aguantó por un par de segundos o más, exhaló con vigorosa lentitud. Repitió el proceso, siempre mirándose a sí misma al espejo, hasta que por fin hubo calmado toda ansiedad y duda, dando paso a la calma y confianza, se hizo cariño en la mejilla y sonrió con su comisura izquierda: una mujer radiante en el reflejo.
Se despidió de Belial y salió.
Intentó no fumar de camino, pero escogió no ser tan dura consigo misma. Caminó por las áreas urbanas y la góndola que tomó no demoró en suspenderse en el aire. Marcó el lugar indicado del presente distrito. Ella sabía exactamente adónde iba, había estado allí antes, lo evitaba ya que no gustaba de ser el centro de atención, como solía ocurrir allí, solo esperaba que nadie la reconociera, que no hubiera fuerza ni ente que arruinara la velada y el cierre de un día que prometía ser perfecto, quizás trascendental. Fantaseaba mientras sus tacos golpeaban con elegancia la fibra de vidrio del suelo luego de bajar de la góndola flotante.
Llegó diez minutos tarde, un atraso medido con estrategia y pericia. Una banda tocaba, una guitarra lloraba al ritmo de una batería sin apuro, y una mujer con ojos dormidos susurraba con un tono dulzón y entristecido.
El piso provocaba un fuerte contraste con el exterior, pues era de madera. La gente hablaba y brindaba, comía y reía, meseros corrían a paso cauto, velas digitales fingían un ardor auténtico, el aroma de cien y un platos distintos no lograba derribar a una esencia de vainilla todo poderosa pese a ser clemente, suave, sin afán de protagonismo aun cuando presente. Todo el mundo se le quedó mirando al entrar, la piloto del Eerie en persona, el misterio a voces, indiscutible cabecera de los mejores talentos en toda Dasia. Suspiró y con ello emergió la cuota necesaria de valor.
El anfitrión la invitó a pasar y señaló la mesa en cuestión, y allí estaba él: una postura descuidada, el cabello negro y desordenado de una manera tal que le resultó irresistible, una quijada débil acompañada de un mentón prominente, dos ojos prostáticos emitiendo una luz calipso y de expresión inamovible, sin embargo, ello no fue obstáculo para dejar en evidencia su sobresalto, su sorpresa. Talos-23 pudo sentir un vértigo que subió por su cuerpo.
—Pensé que ya no venías —dijo, su voz era de un intencionado timbre bajo.
—Pues aquí estoy.
Talos-23 tropezó al ponerse de pie, ambos supieron ver en ello una gracia delatora, y como cómplices tomaron asiento sin prestar atención al resto de curiosos que se habían dado vuelta.
—Aurier —reveló—. Lass Aurier.
—Es un lindo nombre.
—Muero por escuchar el tuyo.
—Para el gobierno soy Ferran Cissé.
—No me puede importar menos lo que crea el gobierno.
—Cuidado —bromeó—, nunca se sabe quién está escuchando, ni viendo...
—Por favor...
—¿"Por favor" qué?
—Tu nombre —Aurier tomó su mano y habló con la más absoluta seriedad.
—Qala, Qala Juturna.
Aurier sonrió, conmovido y sumido en una absoluta devoción y admirar de cada detalle de Qala, como los dos ínfimos lunares al costado de su ojo izquierdo, el tatuaje de negro sólido que ornamentaba su cuello, sus manos de delicada firmeza, la forma en que se mordía el labio en nerviosismo.
—Un gusto, Qala, no sabes cuánto quería conocerte.
Por primera vez en muchotiempo, Qala sostuvo la mirada cuando se le hablaba, sin embargo, lo que máspesó en ese preciso instante no fue ello ni la sensación de indefensión queabrigó con calidez su corazón, sino que, lo que más le impresionó fue escucharsu nombre en voz alta: su nombre legítimo, aquel que alguna vez había perdidosin saberlo y recuperó un día frente al espejo, reconciliándose tanto con lavida como consigo misma. Le gustó como él lo decía, pero, sobre todo, le gustócómo su nombre sonaba, por primera vez sintió que su nombre, en efecto, lepertenecía.

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Intertexto
Historia CortaDos personas compartieron un momento especial dentro de un videojuego hace tres años atrás y luego se perdieron de vista. Hoy se encuentran y tienen la posibilidad de hacer que cuente semejante casualidad, pero ya no solo dentro del mundo virtual, s...