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Estaba acostumbrado a llevar otro tipo de vida, llena de lujos viviendo en casas enormes con habitaciones que nadie usaba. Tenía a una muchacha haciendo todo por él desde que tiene noción, jamás supo mover un pelo estando dentro de su gigantesca vivienda, en su cumpleaños pedía algo en específico y siempre lo tuvo en la punta de su cama cuando el reloj marcaba las doce y punto. En navidad, hacía su lista de deseos para Santa y éste jamás le falló en un obsequio, lo mismo con reyes, Día de niños e incluso recibía regalos en año nuevo. Y aún así, no le molestaba y añoraba llevar una vida tranquila como cuando pasaba el rato con su Nana Mary.

Ella vivía en una casita simple, no era pequeña pero tampoco grande, era hogareña. Con un patio extenso lleno de distintas flores y un cultivo bonito con frutas y verduras. Louis amaba el altísimo árbol de limones, siempre jugaba a escalarlo, dormía siestas largas y bailaba mientras tomaba algunos limones para su Nana.

Era una vida tranquila, adoraba pasar las tardes allí junto a la señora, hablaban sobre todo tipo de cosas e incluso Louis aprendió a tejer y decir algunas palabras en catalán gracias a ella.

Conoció a Mary la primera vez que su madre se cansó de él y Louis tuvo la edad suficiente como para quedarse bajo el cuidado de una anciana señora. Supone que tenía unos nueve años de edad, al principio era tímido y no hablaba mucho, le parecía triste que lo abandonaran como un trozo de nada durante toda la tarde en una casa que no conocía, pero al tiempo junto con las meriendas y amables charlas, Louis tomó confianza y Mary se convirtió en una persona importante para él. Mary era madre de Víctor, su otra persona favorita en el mundo.

- Lou, si no comes todo no puedo darte el postre.

Se encontraban los dos almorzando en la mesa de afuera, unos deliciosos spaghettis sin acabar seguian en el plato del más joven.

- Es que estoy lleno. - Fingió estarlo, dándole unas palmaditas a su estómago mientras se estiraba en la silla, sin olvidar sus azules ojitos que engañan y convencen a cualquiera. - Lo prometo.

Que no era verdad, obviamente. Louis lloraría con pataletas y todo incluído por comer un poquito más de su plato, pero estaba al cuidado de su madre y ésta tenía una dura regla; "Solo puedes comer frutas, Louis. Nada de comidas fritas, con aceites, nada de harinas y mucho menos comida rápida. Solo- frutas." Y lo que más tenía claro en su cabecita; Louis, no queremos era horrible pancita de nuevo.

Tampoco era tan grande, solo un pequeñísimo bultito que apenas se notaba, su padre siempre dijo que era adorable, que no debía deshacerse de ella. Inconscientemente hizo un puchero.

- Bien. - La mujer no resistió. - Podemos comer el pastel cuando baje la comida, ¿Mmh? - Louis asintió con una suave sonrisa en forma de V.

No puede negarse al pastel de chocolate que Mary hacía, simplemente no puede, que lo perdonaran todos sus demonios del gula y su mismísima madre, pero él comería un trozo. Incluso si lo vomitará más tarde.

- Lou, mientras tanto juntemos la mesa.

[...]

Más de las ocho de la tarde mostraba la antigua televisión junto a ellos, en un costado de la película que se reproducía.

Estaban mirando Peter Pan. Louis sentado en el suelo mientras comía otra porción de pastel, su Nana se encontraba sentada en el sofá, tejiendo un lindo sombrero para el niñito que repetía los diálogos y reía feliz, sin sentir una pizca de culpabilidad por estar comiendo demasiado dulce.

- Lou, mírame. - Éste la miró, con un poco de chocolate en sus comisuras. - Toma, pruebatélo.

Louis se puso de pie, tomando el sombrero entre sus manos y colocándoselo. Daba vueltas cortas, como si estuviera modelando para alguien, mareando a Mary que reía.

Lolita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora