Me subo a la báscula con las lágrimas en los ojos, odiaba hacer esto, pero no me quedaba otra. Me miro al espejo, una chica pálida y con ojeras, probablemente de quedarse dormida llorando, me devuelve la mirada, asqueada por lo que ve. Veo como esa chica totalmente extraña baja los ojos llorosos hacia la báscula e inevitablemente le empiezan a caer las lágrimas. Va a la taza del váter y se mete los dedos en la garganta, las lágrimas le caen mientras ella vomita, no quiere hacerlo, pero tiene que hacerlo. Ella se ve gorda y necesita adelgazar. Cuando acaba, un rato después, sale del baño con los ojos rojos y las lágrimas aún cayendo sin poder pararlas.
Salgo del baño y encuentro a mi padre tirado en el suelo apestando a wisky barato. Hago una mueca de asco y entro en mi habitación antes de que alguien se percate de mi presencia. Me acuesto en mi cama, y, con la cara sobre la almohada, lloro hasta que me quedo sin lágrimas, y entonces me siento vacía, más vacía que siempre. Mis padres están discutiendo otra vez, esta es la sinfonía que se repite cada día en mi vida. Deprimente, eso es lo que es. Pero tengo que aguantar, aunque muchas veces no sé cómo soy capaz. Y esta es una de ellas.
