10. Beatitud

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— Cuando sea grande quiero casarme contigo y tener muchos bebés. — dijo el pequeño pelirrubio de mejillas regordetas viendo como su amigo se sonrojaba por sus palabras — Takemitchy te ves muy tierno.

— Jiro siempre sabes cómo hacerme sonrojar. — se quejó el menor de los dos cubriendo su rostro con sus manitos.

— Aún no respondes a mi propuesta.   

El mayor miraba a Takemichi con sus ojos brillantes ansiando por su respuesta. Tal vez tenían diez y nueve años, pero el mayor de ambos sentía maripositas en su estómago cuando estaba con Take. Lo quería mucho y quería que estuvieran juntos siempre, quería darle besitos en las mejillas porque en los labios sería algo asqueroso, aun no sabía cómo la gente lo hacía, esperaba cambiar de opinión cuando creciera y pudiera darle todo el amor del mundo a Take.

Era un dulce amor infantil.

— Manjiro ¿quieres casarte conmigo cuando seamos más grandes?

El mayor sonrió y se abalanzó sobre el menor para besar todo su rostro exceptuando sus labios.

— ¿Y tendremos muchos bebés?

Takemichi rió y acarició los largos cabellos del pequeño.

— Aún somos pequeños, no pensemos en eso ahora.

— Te amo, Takemichi.
 
  
  
  
  
  
  
  
Takemichi sonrió ante el recuerdo de cuando eran más pequeños. Aún recordaba lo tiernamente insistente que era el mayor, pero aún así lo amaba.

Con el pasar de los años su amor se hizo más fuerte, por ende, a los veintiún años Manjiro quedó embarazado haciendo que Takemichi trabajara el doble para poder satisfacer sus deseos, olvidando dar el paso más importante.

Ellos aún no se habían casado y Takemichi no esperaba el día en que pudiera llamar a Manjiro su esposo, Hanagaki Manjiro.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
Los ojos de Mikey estaban cubiertos con un lindo pañuelo púrpura mientras era dirigido por Keisuke a quien sabe dónde. Baji solo le había dicho que se vistiera bien y vendara sus ojos, algo cauteloso hizo lo que le pidió dejando al pequeño Kaito bajo el cuidado de Draken y Emma.

— Recuerda que sé todo sobre ti Baji, más te vale no hacerme caer. — amenazó Manjiro dando pequeños pasos para evitar caer.

Él no era tonto, por como la tierra succionaba suevamente sus pies sabía que estaba en la playa, la pregunta era ¿Por qué?

— Ahora, cuenta hasta diez lentamente y te quitas la venda ¿bien? — dijo Keisuke.

Manjiro asintió e hizo lo que le ordenó. Con pasos torpes Baji corrió lo más rápido que pudo hasta su auto para dejar así un ambiente completamente íntimo.

— Diez.. — quitó el pañuelo de sus ojos y visualizó la hermosa decoración que tenía enfrente — Esto.. esto es hermoso.

A lo lejos vio a Takemichi con un hermoso ramo de flores indicándole que se acercara.

— Amor ¿qué es todo esto? — Takemichi no respondió solo tomó a Manjiro de la cintura y lo acercó para depositar un dulce beso en sus labios.

Cuando se separaron le entregó el ramo de flores haciéndolo sonrojar.

— Ven, vamos a cenar.

Takemichi lo guió hasta la mesa que se encontraba rodeado de pétalos de rosas y varias luces haciendo del ambiente más romántico.

Manjiro se sentó seguido de Takemichi, cenaron y hablaron por un largo tiempo recordando viejos y hermosos momentos.

— Nuestro primer beso fue en este lugar. — recordó Manjiro.

— También te pedí que fueras mi novio en este lugar ¿recuerdas? — añadió Take. Manjiro asintió con una sonrisa — Lloré como un bebé y luego me colgué sobre tí como un koala.

— Nuestra primera vez ¿no fue aquí también?

Takemichi rió sonoramente con sus mejillas tiñéndose de rojo.

— Sí, casi nos atrapan, pero fuimos más rápidos y pudimos escapar antes de que alguien nos viera.

— Fue muy excitante. — dijo el mayor.

— Lo fue.

Takemichi se quedó mirando los hermosos ojos color negro de Manjiro, perdiéndose en ellos.

— Mikey. — dijo repentinamente captando la atención del pelirrubio — Cuando me veo en tus ojos, veo un futuro juntos lleno de amor.

Las mejillas de Takemichi se tiñeron adorablemente de rojo haciendo que Manjiro inconscientemente sonriera.

— Cuando hablo de ti, sonrío y mi corazón se siente feliz. Cuando te hablo, olvido todo lo que me rodea porque eres lo único que me importa. Cuando pienso en ti, siento que nuestra historia cobra sentido de nuevo. Me hace recordar el porque me enamoré de ti. — dijo derramando algunas lágrimas con cada palabra que decía — Te amo, Mikey.

— Takemichi. — susurró Jiro casi inaudible — Me siento muy feliz de haberte conocido y que formes parte de mi vida, sin ti no tendría sentido vivir, me diste el mejor regalo que alguien puede tener, un hijo al que amamos mucho. Deseo que lo nuestro sea para siempre.

— Lo será mi amor, tú y Kaito son lo más importante para mí. — soltó tomando fuertemente su mano — Me quedaría contigo toda una vida y las que fueran necesarias también.

Ya era el momento.

Takemichi se levantó de la silla y se arrodilló frente a Manjiro sacando una pequeña caja de terciopelo de su bolsillo.

Los ojitos de Manjiro se iluminaron al ver como su novio abría con delicadeza aquella cajita dejando ver el anillo dorado brillante. Las lágrimas salían sin control de sus ojos.

— Manjiro Sano, ¿aceptarías casarte conmigo? ¿dejarme ser tu esposo para amar y cuidar de ti y nuestro pequeño? ¿quieres pasar el resto de tus días al lado de este loco que no te para de amar?

Mikey dibujó una sonrisa en su rostro y besó los labios de Takemichi repetidamente.

— ¡Acepto! ¡acepto! — chilló Manjiro abrazando con fuerza el cuerpo de su ahora prometido.

No podía estar más feliz.

— Prometo hacerlos felices. — terminó Takemichi besando los esponjosos labios de Mikey dejándole claro a quien le pertenecía.

Sano Manjiro, próximamente Hanagaki Manjiro, era de Hanagaki Takemichi.

— ¿Te molestaría revivir nuestra primera vez? — habló Takemichi mirando a Manjiro con una sonrisa ladeada.

— Para nada. — dijo coqueto desabotonando los botones de la camisa de Takemichi — Ha pasado un tiempo, me encantaría recordar y hacer una pequeña comparación.

— Oh créeme cariño, ahora estoy más experimentado, no soy el mismo chico virgen y escuálido de dieciséis años.

— Eso lo sé. — musitó atrayendo a Takemichi hacia su cuerpo para así besar sus labios.

Esa noche solo las olas, la luna y las estrellas fueron testigos de los gemidos y promesas de amor que esa noche se hicieron. Porque a pesar de sus diferencias, estaban hechos el uno para el otro, y ellos lo sabían muy bien.

Ambos se complementaban a la perfección.   


  
  
 

 
  
 

fin

baby | takemikeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora