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– Vamos hijo o llegarás tarde... – Le había dicho su padre, aquel alfa de imponente presencia, luego de levantarse de la mesa y caminar hacía la puerta. Jimin suspiró cansado, ¿Era tan necesario hacer la Secundaria? ¡Que aburrido!

Con pesar se levantó y arrastrando los pies fue por su mochila.

–He puesto tu almuerzo en la mochila, cómelo por favor, Jimin...–Dijo alegre su madre, tomándolo por las mejillas y besando la frente del pelirosa.

–¿Qué es? –Preguntó con molestia, alejándose de la empalagosa omega.

–Leche con chocolate y sándwich de huevo... –Jimin al escucharla casi devuelve las entrañas.

–Oh madre, ¿Cómo puedes? –La omega rió.

–Ya vete, tu padre espera...–Y no podía reprocharle nada, porque bien sabía que su situación económica no daba para más, ¿Cómo él podría exigirles alimentos exuberantes si apenas y podían mantenerse? Dio una leve sonrisa a su madre para reconfortarla y se fue de casa, no sin antes escuchar–Ten buen inicio y haz muchos amigos, pero, sobre todo; Ten mucho cuidado, Jiminnie –Y aquella advertencia no venía por demás. Jimin era un omega, uno muy bello... Vamos, bello era poco. Aquel cabello rosa, piel blanca y sedosa y cuerpo suculento no pasaba desapercibido por ningún alfa y ese era el problema; Jimin por desgracia había nacido en clase baja y por ley entre clanes, si nacías bajo esa denominación estabas obligado a casarte y emparejarte con un alfa de tu misma clase. Las clases sociales no se mezclaban ni por bien ni por mal. Estaba rotundamente prohibido y se castigaba incluso con la muerte. Por lo que una pareja de diferente nivel social siempre sería señalada, esta y sus generaciones dañadas.

La sangre era sagrada y no debía mezclarse, mucho menos si se pertenecía a las clases altas. Ese era el principal parámetro. Aunque en sociedad y como tal; alfas, betas y omegas convivían por igual, las distinciones eran mínimas y se podían compartir mismos servicios y establecimientos. Aunque ciertamente no faltaban las malas miradas y demás por parte de los de alto rango a las clases bajas.

Los padres de Jimin temían por él, era un chico muy puro e inocente, muy bello y atractivo para cualquier alfa y él al ser un Omega estaba terriblemente expuesto ante los alfas, quienes a veces no respetaban rangos y al considerar a un omega de baja clase, a veces solían abusar de ellos.

Jimin es un chico encantador, dulce, pero fuerte. Su aroma es el más exquisito de todos y el más deseado por des fortunio: Bayas frescas y frutos rojos, miel y una pizca de canela con anís. Prometiendo ser muy fértil.

–Ten un buen día, hijo, llama por cualquier cosa. Sabes eso, ¿cierto? –Los grises ojos de su padre se postraron sobre los de él preocupados, Jimin asintió aspirando fuerte del aroma de su padre para sentirse seguro, luego de ver que la secundaria a la que iba a asistir no era como la primaria, en esta todas las clases sociales y tanto alfas como betas y omegas, compartían por igual. Asintió sin más y bajó del auto.
Su padre siempre había sido muy comprensivo con él y con su madre, porque a veces los alfas buscaban tener hijos alfa y cuando no era así solían molestarse demasiado y romper el lazo con su pareja destinada tan solo por ese motivo. Por suerte, no fue su caso. Su padre era verdadero orgullo para él.

Se adentró en las instalaciones un tanto in seguro, por suerte tendría a su mejor amigo con él, TaeHyung, un alfa de clase media. Se habían conocido desde muy chicos y habían formado una amistad bastante fuerte. Tae siempre había cuidado de él ante otros alfas, aunque no debería ser así, pero siempre estaba ahí cuando Jimin lo necesitaba. Siendo su amistad un tesoro entre ambos.

Lastimosamente no estaría con él en todas las clases, pero se sentía tranquilo de por lo menos en los recreos, entre clases y demás, tenerlo cerca.

Cuando lo encontró se saludaron amenamente como siempre y estuvieron platicando de lo emocionados que estaban por iniciar una nueva etapa. Más sin embargo la campanilla sonando indicó la primera hora de clases y se vieron obligados a despedirse, pues no compartían de esta. Apenas y habían alcanzado dos horas juntos en el extenso horario escolar que llevarían, pero por lo menos podían compartir fuera del salón de clases.

You Are My DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora