Amor con avena y fresas

639 39 8
                                    

Amor con avena y fresas




Eran las nueve de la mañana y Harry tarareaba feliz una canción mientras preparaba su desayuno favorito... un suculento plato de avena a la que agregaba fresas cortadas por la mitad. Tan sólo de mirarlo se lamía los labios con ansiedad, no había mejor sabor en el mundo, un sabor que le recordaba los besos de Severus.


Llevaban seis meses viviendo juntos, la guerra había terminado, obviamente con su triunfo predicho por la comunidad mágica. Ya ni siquiera quiso continuar su carrera como Auror, las batallas y muertes habían quedado en el pasado, ahora era muy feliz dedicándose a vagar como le decía Severus. Él nunca se enfadaba por eso porque sabía que su pareja solamente bromeaba. El Pocionista jamás intentó presionarlo para que encontrara su camino, abiertamente le dijo que se tomara todo el tiempo que quisiera... y mientras tanto, disfrutaban de ese tiempo para disfrutarlo y amarse.


Severus apareció en la puerta de la cocina y sonrió al ver a Harry aún en pijama. Él ya estaba listo para irse al colegio, así que se acercó, y rodeando al joven de 19 años por su cintura, le dio un cariñoso beso en la mejilla.


— Buen día, Harry.

— Buen día, amor. —respondió el ojiverde girándose para rozar los labios de Severus con los suyos—. Ya está listo el desayuno.

— Avena con fresas. —comentó Snape sonriendo mientras se sentaba a la mesa de la cocina—. ¿No crees que te estás volviendo adicto a esta comida?

— Puede ser... pero es que me recuerda a ti.

— ¿A mí? —cuestionó divertido mientras probaba su acostumbrado desayuno.

— Sí... No lo aparentas, pero eres muy suave y perfecto, mucha gente de primera intención rechaza la avena, pero si sabe de sus cualidades seguro que no la abandonaría. Y las fresas, las fresas son tu lado agridulce, lo jugoso de tus labios y lo dulce de tu corazón... Tú eres mi plato de avena con fresas, Sev.

— ¿De dónde se te ocurren semejantes ideas?

— De lo que siento cuanto te veo... y cuando te pruebo.


Harry se inclinó hacia Severus para volver a besarlo, disfrutando al doble su sabor preferido. El mago volvió a atraerlo por la cintura consiguiendo que Harry dejara su asiento y fuera a ocupar su lugar en sus piernas.


— ¿Llegarás temprano esta noche? —preguntó Harry besándole ahora el cuello.

— No creo, hay un partido de quidditch entre los Slytherin y los Gryffindor, tengo que estar presente para apoyar mi casa... ¿Quieres venir?

— No, será en otra ocasión. Mejor te espero aquí.

— ¿Hay alguna razón para que quisieras que viniera temprano?... Si es así, dímelo, puedo poner un pretexto para no estar presente en el partido.

— No, no es necesario... sólo preguntaba por preguntar. Tú disfruta del partido, cielo.

— ¿De verdad no quieres venir?

— No, ya sabes que luego no nos ponemos de acuerdo en qué gradas sentarnos.

— En eso tienes razón. —aceptó sonriente—. Bueno, ya me voy, nos vemos por la noche.


Severus ayudó a Harry a levantarse y luego de darle un amoroso beso se fue a cumplir con su trabajo.


Al llegar a su despacho para llevar lo necesario a su clase, Severus sonrió amortiguadamente al encontrarse con Lucius esperándole. El atractivo rubio se encontraba cómodamente sentado con los pies sobre el escritorio, y frente a él, una plaquita de metal con su nombre inscrito "Lucius Malfoy" abajo del cual, con letras doradas más pequeñas se leía "El mejor Profesor de Hogwarts".


— ¿Acaso planeas quitarme el trabajo? —preguntó Severus luego de desaparecer la placa con un movimiento de varita.

— ¿Y arriesgarme a perder la elegancia?... No, gracias.


Severus miró al rubio casi con cariño. Estaba muy agradecido con él pues a raíz de la última batalla fue trascendental la información que se logró conseguir por medio de él, y de esa forma, pudieron contrarrestar un ataque que, con toda seguridad, habría puesto en peligro la vida de Harry.


— ¿Y puedo ayudarte en algo? —preguntó Severus mientras ordenaba las anotaciones que había preparado para su clase.

— En realidad, sí. He estado algo aburrido desde que Draco se marchó de viaje con su último galán, y como mis antiguos amigos están en Azkaban, que por cierto, recuérdame visitarlos un día... —comentó sarcástico—... pues necesito un compañero para una cena de beneficencia.

— Invita a Lupin. —respondió de inmediato—. ¿O es que no te has dado cuenta de que cuando apareces hay que llamar a los elfos para que limpien la baba que escurre hasta el piso?


Lucius rió con ligereza mientras echaba hacia atrás su cabello rubio platinado. Claro que había notado la atracción que ejercía sobre el licántropo, pero por el momento no tenía muchos deseos de dejarse ver con quien no tenía ningún prestigio social.


— Olvídalo. Lo que pretendo es impresionar al mundo, no provocar lástima. —comentó con su habitual desdén, Severus sonrió ya sin tomar mucho en cuenta esa frívola actitud—. Yo necesito a alguien que impacte al presentarse conmigo.

— ¿Y quién es la pobre víctima que se te ha ocurrido?

— ¡Tú!


Severus dejó de hacer lo que estaba haciendo para ir a sentarse sobre el escritorio y mirar de frente a su amigo.


— Me parece que escuché mal... hazme el favor de repetírmelo de frente, tal vez tenga que leer tus labios.

— Vamos, Severus, será solo una cena.

— ¿De pura casualidad recuerdas que vivo con Harry?

— ¡Cómo olvidarlo! —exclamó con repulsión—. Nunca antes había notado tu gusto por los niños, Severus ¡que vergüenza!

— Como sea, no puedo ir contigo. Además, tampoco entro en tus aspiraciones, probablemente causaría más lástima que el harapiento.

— Claro que no, la gente te respeta ahora que conocen todo lo que hiciste para liberarlos de quien-tú-sabes.

— Y también saben que vivo con Harry. —agregó con seriedad—. No, Lucius, yo no provocaría ninguna situación que desatara habladurías, eso probablemente lastimaría a Harry y eso es lo último que quiero.


Lucius bajó las piernas para ponerse de pie, inclinándose seductoramente hacia Severus, quien sin embargo, permaneció estoico, sin dejarse impresionar por la arrolladora personalidad del rubio.


— Debiste haberte casado conmigo. —susurró Malfoy muy cerca del oído.

— Jamás habrías aceptado mi contrato prenupcial. —respondió bromeando—. Ya déjate de juegos, tengo una clase que dar.

— De acuerdo. Pero tienes que ayudarme a encontrar a alguien para esa cena.

— ¿Cuándo es?

— El próximo fin de semana.


Severus asintió, y luego de hacer a un lado al rubio se dirigió hacia su aula. Aún no podía creer haberse metido en semejante predicamento, si no era Lupin, ¿quién más querría acompañar a un exigente Malfoy a una importante cena?


Lucius había ido tras de Severus, éste simplemente le escuchaba pacientemente mientras caminaba por los pasillos.


— Tiene que ser atractivo, Severus. —le dijo rigurosamente—. De otro modo contrastaría conmigo, pero tampoco que lo sea tanto que me opaque... no, eso último olvídalo, dudo que haya nacido un ser así.


Severus bufó divertido pero no dijo nada, continuó su camino con Lucius a un lado.


— Por supuesto, debe ser carismático, tener excelente sentido del humor, que sepa llevar una conversación adecuadamente... tiene que ser también muy elegante, que conozca de reglas de etiqueta, moriría si me hiciera pasar una vergüenza.

— Me parece que eres demasiado meticuloso, Lucius, no vas a encontrar a nadie así... por lo menos, no en tan poco tiempo.

— Pero es que no puedo presentarme con nadie que no sea tal como describo.

— Entonces ve solo.


Lucius se detuvo como si Severus hubiese pronunciado alguna blasfemia. Al sentir que se había librado de su amigo, el Pocionista estuvo tentado a continuar caminando fingiendo no haberse dado cuenta, pero no pudo, se detuvo también y giró para ver la expresión indignada del rubio.


— ¡Un Malfoy jamás va solo a una reunión!

— Bien, siento lo que dije... pero realmente no se me ocurre quién querría ir contigo. Tal vez el que pase la vergüenza es tu acompañante.


Lucius entornó los ojos ofendido, pero de inmediato se olvidó de eso cuando vio al final del pasillo a alguien dirigiéndose a ellos.


Remus llevaba en sus brazos unos cuantos libros, y su andar era cadencioso y sutil, casi como si flotara, por lo menos eso le pareció al rubio... ¡si tan sólo no usara esas horripilantes túnicas remendadas y viejas!


— Buenos días, Snape. —saludó dirigiéndose a su colega—. Buenos días, Malfoy.

— Buenos días, Lupin. —respondió Severus girándose a mirarlo. Lucius no se dignó a pronunciar palabra—. ¿Se te ofrece algo?

— Sí, he planeado nuevas sesiones de duelo con mis alumnos ¿podrías otra vez acompañarme a impartirlas?... te prometo que te retribuiré el favor.

— Tengo mucho trabajo, pero está bien. ¿Para cuándo?

— La próxima semana.

— Bien, en otro momento nos pondremos de acuerdo, ahora ya voy retrasado para mi clase.


Remus sonrió agradecido por la ayuda de Snape, era algo que pocas veces conseguía sin el apoyo de Dumbledore. Antes de irse, miró de nuevo a Lucius, sus ojos de miel refulgían de admiración ante la imponente galanura del aristócrata hombre. Lucius fingía no verlo, pero estuvo siempre pendiente de todo lo que dijo... pensando que su voz era lo más sensual que había escuchado en mucho tiempo, y otra vez pensó... ¿Es que no tenía otras túnicas qué ponerse?


— Bien, creo que eso es todo ¿no? —comentó Snape cuando Lupin se fue, notando que la mirada de Malfoy seguía pendiente de la figura que se alejaba.

— ¿Eh?... Ah, sí. —respondió distraído, no quería perderse esa vista trasera del licántropo.

— Caramba, ¿porqué demonios no lo llevas a él si a leguas se ve que también te gusta?

— Olvídalo, jamás rechazaría el champagne por un simple tarro de cerveza.

— Bien, de todos modos parece que hay quien ya se anda interesando por el tarro.


Severus iba a entrar por fin al aula cuando sintió que el otro mago le sujetaba del brazo, contuvo una sonrisa para no evidenciar su sentimiento de triunfo.


— ¿Quién está interesado en tomar de esa cerveza?

— El Profesor de estudios muggles. Me parece haber escuchado que le gustaría calmar su sed con un buen tarro de cerveza.

— ¡Tenía que ser él! Siendo Profesor de esa materia es obvio que tiene gustos pésimos.

— Cierto. —respondió intentando entrar nuevamente a su aula.

— Espera. —le retuvo una vez más—. ¿Cómo es ese Profesor?

— Yo que sé, como todos. —respondió indiferente—. No he hablado mucho con él y tampoco es que me interese conocerlo.

— Pero... pero ¿es guapo?

— Personalmente no es mi tipo... pero supongo que sí.

— Tengo algo que hacer. Nos vemos luego.


Severus respiró hondo viendo como por fin le dejaban entrar a impartir su clase. No tenía que ser adivino para saber a dónde se dirigía Lucius Malfoy.


Luego de caminar presuroso por los corredores, Lucius llegó hasta el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras, y sin inmutarse porque la clase ya había comenzado, tocó a la puerta y entró sin esperar respuesta. Al verlo, Remus se sonrojó, no esperaba que el elegante rubio se presentara ante él.


— Debes comprarte una túnica de gala, e ir a algún Spa para que te arreglen esa melena. —le dijo sin siquiera saludarlo y sin importarle que los alumnos de Ravenclaw de segundo año le miraran confundidos—. Vendré por ti a las ocho el próximo sábado... para más detalles, te enviaré una lechuza, o puedes preguntarle a Severus. ¿Alguna duda?


Remus negó vigorosamente con la cabeza, por más dudas que tuviera de lo que hablaba, si se trataba de una cita con el hombre que le robaba el sueño, no las diría, nada le estropearía la emoción que estaba sintiendo. En silencio le vio marcharse y no pudo ocultar una risa tonta y su cara sonrojada.


Esa noche, al llegar a su casa, Severus se sentía muy cansado pero satisfecho, moriría por ver la cara de Harry cuando le contara que la había hecho de celestina, seguramente no se la creería.


Dejó su capa en el perchero de la sala, había hecho mucho frío durante el partido de quidditch, pero afortunadamente ganaron sus Slytherin, eso lo tenía de mejor humor, sobre todo porque la victoria había sido aplastante, apenas a los quince minutos de juego y llevando más de cincuenta puntos de ventaja. Por fin su casa recobraba el prestigio que gozaba antes de que Harry entrara al colegio.


Y pensando en su pareja volvió a sonreír, se moría de ganas por besarlo, abrazarlo y dormirse en sus brazos. Subió hacia su recámara, pero antes de abrir se detuvo de improviso, unos ruidos extraños provenían del interior.


— ¡Ah!... Harry, por favor... ya. —se escuchó entre roncos gemidos una voz conocida—. ¡Ya no soporto más... por favor!

— Guarda silencio, Ron... ¿O no quieres que siga?

— ¡No, sí, sigue, pero ya no voy a aguantar mucho!... ¡Ah, Harry!


Severus abrió intempestivamente la puerta. Ronald Weasley estaba de espaldas a él, sentado sobre su propia cama, en un arqueo notorio de su columna... Harry de rodillas en el piso frente a él, muy concentrado en la entrepierna del pelirrojo

************************************

Salvando la ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora