El amor sigue aquí

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El amor sigue aquí




Desde que Harry vio aparecer a Severus al final del pasillo, su corazón, ya acelerado, pareció que explotaría... el hombre lucía mucho más atractivo que nunca. Llevaba una túnica que no le había visto antes, seguramente nueva porque relucía con elegancia a cada paso, ondeándose con el rápido caminar del mago. Su cabello tan negro como siempre, brillaba como si fuera iluminado con un reflector. Harry se sintió tan pequeño con la imponencia que irradiaba Severus, su sensual seguridad incrementada cien veces, sus ojos fríos de hielo como en sus mejores tiempos... y quiso correr a comérselo a besos.


Sin embargo, ningún músculo de su cuerpo le respondía, él también parecía haber regresado a su época de estudiante, cuando ese hombre le intimidaba hasta el punto de quedarse sin habla, y sólo sentir que su respiración se agitaba tanto que la cabeza le dolía.


— ¿De regreso a la escuela, Potter? —se burló Snape con una media sonrisa cuando llegó hasta donde estaba el chico.

— Necesito hablar contigo.


Severus sonrió con autosuficiencia, hizo que los alumnos entraran, y cuando estaba a punto de hacerlo él, sintió como Harry le sujetaba de la mano. Aquel contacto le estremeció pero supo ocultarlo bien y suavemente se liberó.


— Haga el favor de no tocarme, Potter. Me bañé y no quiero ensuciarme tan temprano.

— Severus... —gimió herido—... déjame explicarte, lo de anoche fue un malentendido.

— Tengo una clase pendiente, ¿quiere pasar y decir lo que quiera decir frente a todos ellos?

— Sev... por favor, hablemos a solas.

— Estoy ocupado.


Severus entró al aula y cerró la puerta tras de él sin importarle dejar a Harry con la palabra en la boca. Sin embargo, el jovencito sólo suspiró resignado a que no se daría por vencido, iba a luchar todo lo que pudiera, así que, decidido a ser paciente, se sentó junto a la puerta a esperar el momento propicio para hablar con su pareja.


A Severus le costó mucho poder concentrarse en su trabajo pero lo logró. Ninguno de sus alumnos hubiera podido decir que por dentro el profesor continuaba llorando y moría por salir corriendo tras de Harry... no, no pensaba darle el gusto a nadie de verlo derrotado, ¡Ese no era Severus Snape!.


Cuando escuchó la campana que anunciaba el fin de las clases, Harry se puso inmediatamente de pie, dispuesto a atajar a Severus en cuanto los alumnos salieran y antes de que llegaran los siguientes. Cuando el último chico salió, Harry colocó un cartel en la puerta anunciando la suspensión de la próxima clase y entró.


Severus le miró indiferente, y no dijo nada ni siquiera al verlo colocar un hechizo para evitar que alguien pudiera abrir la puerta.


— ¿Sabe que puedo deshacer eso con facilidad? —preguntó usando el mismo tono de voz que usaba para sus alumnos.

— Usted sí... —Harry sacudió fuertemente la cabeza al darse cuenta que había vuelto a hablarle como si fuera su profesor, Severus tuvo que contener una involuntaria sonrisa—... quiero decir, puedes hacerlo, pero los de afuera no, así que espero que me des una oportunidad para explicarte lo de anoche, Sev, por favor.

— Le he dicho que no me interesa, Potter.

— Sólo escucha y si no te convence entonces puedes echarme de tu vida para siempre.

— Lo único que conseguirá es hacerme perder el tiempo.

— ¡Sólo dame un par de malditos minutos, carajo!


El desesperado grito de Harry llegó al corazón de Severus alertándolo, en cualquier momento podía ceder ante su amor y no pensaba permitirlo. Se puso de pie y salió del aula luego de quitar el hechizo, Harry le miró angustiado, se resistía a creer que su pareja no quisiera ni siquiera escucharlo.


Sin perder un segundo, fue tras de él consiguiendo alcanzarlo en un corredor cercano. Ante una mirada del Profesor, los pocos alumnos que había cerca, desaparecieron.


Harry se acercó suavemente a Severus recargándose cariñoso sobre su pecho. Snape ni siquiera se inmutó, recibió ese afecto como si se tratara de una simple brisa de viento.


— De verdad que hay una explicación, Sev. —susurró Harry con dulzura.

— Si te escucho... ¿te irás después y dejarás de molestarme?

— Si me escuchas, no querrás que me vaya ¡te lo prometo!


Severus le hizo a un lado con brusquedad antes de seguir su camino por el corredor. El ojiverde permaneció en su lugar sin saber si debía seguirlo o no, pero al cabo de unos pasos, finalmente el Profesor levantó una mano, y sin siquiera volverse a mirarlo, le hizo una señal para que fuera tras de él.


Harry obedeció al instante, emocionado de tener esa oportunidad que ansiaba. Entraron a la que fuera la habitación de Severus hasta hacía seis meses, justo antes de mudarse con el muchacho. El ojinegro ocupó un lugar en el sillón frente a la chimenea que había encendido y guardó silencio esperando a que Harry hablara. Éste entendió la situación, y sentándose frente al hombre, se dispuso a contarle lo sucedido aquella noche.


— Puede ser que suene estúpido lo que diré, Sev, pero...

— Sin palabrerías, Potter, empieza.


Harry asintió y continuó.


— Yo estaba cenando cuando Ron llegó a visitarme. —dijo, y el Pocionista tuvo que contenerse para no hacer una mueca de náuseas ante la mención del pelirrojo—. Como te extrañaba, me preparé un poco de avena con fresas. No quería dejar de comer y Ron se desesperó que no le hiciera caso, me dijo que entraría al baño. Al poco rato, escuché que gritaba y fui corriendo llevando todavía mi plato de avena. Ron había tenido un percance con su pantalón... ¿puedes imaginar cuál? —ante la negativa de Severus, Harry sonrió apenado y continuó—... pues, se atoró con el zipper. No quiso ir con un medimago, así que tuve que ayudarle personalmente. El pobre estaba que gritaba de dolor, fue entonces que llegaste y malinterpretaste todo, Sev.

— ¡Que solícito! –exclamó sarcástico.

— Ni siquiera le toqué, Sev, él se encargaba de eso, yo sólo del pantalón.

— ¿Es que no existe un hechizo para eso?

— A Ron le daba miedo intentarlo.

— ¡Qué oportuno!

— No pienses que lo hizo a propósito porque no es así, nadie se haría eso con toda intención. —afirmó con un gesto de dolor.

— ¿Sabes qué pienso, Potter?... Que eres un incauto si crees que puedo creer semejante mentira.

— Pero... es la verdad. —musitó con la voz quebrada.

— No lo es. Vete ahora, Potter, ya te escuché, ya no hay nada más que hacer... prometiste que te irías y me dejarías en paz ¡Cumple tu palabra!


Harry parpadeó un par de veces, Severus le estaba diciendo que se marchara aun cuando le confesó lo que había sucedido... no le creía. ¡Severus no le creía!


— ¿No piensas irte? –preguntó el Profesor con impaciencia.

— Tú no quieres que me vaya. —dijo titubeante—. Dime... dime por favor que no quieres que me vaya.

— Yo no soy quien miente. Quiero que te vayas, Potter, y no vuelvas.

— Pero... Sev... ¡Sev, tú me amas!

— Ya no.

— ¡No es cierto! —exclamó poniéndose de pie de improviso—. ¡Puedes decir lo que quieras pero tus ojos, por más frialdad que quieras aparentar, siguen mostrando amor, Severus!... ¡El amor sigue ahí, y aquí conmigo!

— No. Lo que haya sido que hubiese entre nosotros se acabó.


Severus se puso de pie y caminó hacia la puerta para abrirla.


— Vete. —pronunció casi sin emoción—. Haz tu vida, Harry Potter, como te venga en gana, a mí ya no me importa.

— Sev...

— Puedes seguir sin encontrar nada qué hacer, divertirte con... con quien se te antoje, no temerás más porque llegue temprano y descubra lo que haces en mi ausencia. Relájate, que la vida se te vislumbra totalmente despreocupada.

— Yo no quiero una vida así. —aseguró limpiándose las lágrimas—. Quiero una vida contigo, una vida donde esté esperando que llegues a casa, una vida donde tu ausencia duela, pero no como duele ahora, Sev, no de esta forma que parece que me quitas el aire para respirar.

— Tú sabes que no puedes convencerme con sentimentalismos, Potter.

— Yo te amo, Sev, eso no es ningún sentimentalismo, es lo que te grita mi corazón... es lo que me hace querer creer que esto no es más que una pesadilla, porque yo no voy a poder sobrevivir sin ti.

— Tienes la herencia de tus padres, y aunque no estemos casados no me importaría pasarte algo de dinero...

— ¡No me refiero a eso! —le interrumpió indignado—. ¡Muero sin tu amor, no sin tu estúpido dinero, maldita sea!

— Vete. —repitió señalando la puerta—. No quiero más dramas.


Harry asintió, se puso de pie, su rostro se endureció mirando contrito cómo era echado del lugar sin darle siquiera el beneficio de la duda.


— Me iré, Sev, no pienso rogarte más si no me crees... pero te vas a arrepentir tarde o temprano de anteponer tu orgullo al amor que nos tenemos.


Y salió sin decir ni una palabra más. En el camino se encontró a Remus que venía de aprovechar tener una hora libre y que decidió utilizar recorriendo todas las tiendas de túnicas del Callejón Diagon. Llevaba tres bolsas en cada mano y una enorme sonrisa en su rostro.


— Hola, Harry, que bueno que te veo... ¿viniste a visitar a Snape? —preguntó sin darse cuenta de la cara de tristeza de su amigo—. Espero que tengas tiempo, hay algo que tengo que contarte y además, necesito un poco de ayuda.


Harry escuchaba la intrascendental charla de Remus sin entenderle nada, pero de pronto ya no pudo más y se arrojó a sus brazos llorando a mares. El ímpetu que puso hizo que el licántropo dejara caer sus preciadas compras para poder permanecer en pie. Alarmado al darse cuenta lo que su emoción no le había permitido, Remus correspondió al abrazo dejando que el chico llorara aferrado a su túnica.


— Ven, vamos a mis habitaciones. —le dijo luego de que notó que el muchacho había menguado un poco sus sollozos.


Remus dio un beso en la frente a Harry cuando éste aceptó acompañarle, luego se dedicó a recoger sus compras, no pensaba dejarlas en el suelo, después de todo, se había gastado lo de tres meses de sueldo.


— ¿Qué es todo eso? —preguntó Harry al notar las elegantes bolsas.

— Es de lo que quería hablarte, pero ya será después, creo que lo tuyo es más importante.


Harry sonrió agradecido y ayudando a su amigo con su cargamento, caminaron hacia la recámara de Remus.


— Vaya que estás en un lío, Harry. —comentó Lupin cuando el chico terminó de relatarle lo acontecido—. ¿Y qué piensas hacer?

— No sé... pero no quiero perderlo, Rem. Aunque le dije que no insistiría, no creo poder quedarme con los brazos cruzados cuando mi vida se derrumba por un tonto malentendido.

— Te entiendo, sólo que, pues Snape no es una persona muy fácil de tratar, es orgulloso por sobre todas las cosas... no te será nada fácil.

— Él me ama, Remus, tiene que recapacitar ¿verdad?

— Eso espero. No quisiera que te pusieras tan triste por culpa de su orgullo y necedad.

— Bueno, ya no hablemos más de eso. —pidió dejando escapar el aire—. Necesito distraerme un poco, mejor dime qué era lo que tenías que contarme.


La cara de Remus se sonrojó y sus ojos luminosos indicaron a Harry que su amigo era feliz por algo, así que decidió olvidarse realmente de sus problemas y sonreírle.


— Compré algunas cosas, quiero que me digas si hice buenas elecciones. —comentó Remus pensando que a su amigo le vendría bien un cambio de tema—. Tú tienes excelentes gustos y quiero ir bien presentable.

— ¿Ir a dónde?

— A una cita... con Lucius.


Harry definitivamente se olvidó de Severus por un segundo ante la sorpresa que tuvo de enterarse de esa noticia. Ya sabía que Remus moría por el rubio e infinidad de ocasiones habían charlado al respecto, siendo el licántropo el más pesimista sobre conseguir que el apuesto millonario se fijara en él.


— ¡¡Vas a salir con Lucius Malfoy y no me lo habías dicho!! —exclamó Harry emocionado.

— Fue de último momento, Harry. —respondió feliz—. Sé que será una cena elegante, hoy me mandó una lechuza con los detalles, así que necesito ir impecablemente vestido para que no se avergüence de mí.

— Remus Lupin... ¡nadie se avergonzaría de ti!

— Eso espero. —respondió ilusionado—. ¿Entonces me ayudarás?

— ¡Claro que te ayudaré!... No soy muy experto en modas, pero tengo idea de cómo ir adecuadamente vestido, así que ahora mismo nos pondremos manos a la obra.

— Gracias, Harry. Te confieso que me siento sumamente nervioso, creo que de esta cita depende que me quiera seguir viendo o no.

— No te preocupes, vamos a lograr que ese presuntuoso rubio termine rendido a tus pies.


Remus sonrió profundamente emocionado, tenía una oportunidad y no la desperdiciaría. Por su parte, Harry suspiró hondo... por lo menos su amigo estaba contento, pero él tampoco se daría por vencido, la alegría y el entusiasmo del licántropo le habían contagiado ¡Claro que también lucharía por Severus!



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