Pero no para nosotros.

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Un día, simplemente surgió.

En la madrugada de un viernes, el pasado vino a la mente del rubio y el peliverde provocando el despertar de su sueño.

Después de eso, por más que el cansancio estaba fundido en sus cuerpos, sus párpados no lograban mantenerse cerrados.

Ambos sintieron la sensación de angustia y nostalgia llenando su pecho y por más extraño que pareciese, los dos enviaron el mismo mensaje en el mismo instante.

"Necesito verte".

Nerviosos, al ver que cada uno requería de lo mismo, no tardaron mucho más.

En una hora ya estaban juntos, donde Bakugou vivía. Sitio más alejado y privado, pues Izuku vivía aún en la ciudad. Aquello facilitaba su trabajo, claro.

Aún con ojeras, aún con heridas recientes en sus pieles. Solo con cruzar miradas y sentirse cerca...

No necesitaron nada más.

Bajo la luz tenue de la luna, la brisa removió sus cabellos y provocó que sus párpados se achicaran.

Se observaron uno, dos, tres, cuatro segundos más, en total silencio.

No hubo más ni menos. Izuku extendió sus brazos a cada uno de sus costados, acercándose solamente un paso al contrario.

Katsuki acabó con la distancia, dejándose rodear por esos brazos tan familiares y extraños a la vez. El pecoso lo apretó contra sí, para sentirlo, para grabar en su memoria ese mismísimo momento.

---Estoy aquí, Deku.

Su voz grave y profunda provocó un escalofrío por su columna. Ya no había tanta diferencia de altura como antes, Izuku había crecido. Ambos lo hicieron. El rubio dejó posada su frente en el cuello del peliverde, escondiéndose allí. No podía sostener su mirada en los orbes color esmeralda.

---Te fuiste.

---Tenía que hacerlo, Deku.

Con voz calma, el ojirubí apretó entre sus dedos la camiseta de Izuku, apretando su mandíbula y rechinando sus dientes. Sentía tantas cosas que no podía ordenarlas, impotencia, dolor, tristeza, rencor. Años habían pasado ya, tanto tiempo...

---¿Por qué lo hiciste? No tenías por qué.

---Tú no lo entiendes.

---Ayúdame a entenderte.

Sus brazos cubiertos en arrugadas cicatrices, bajaron por la espalda del rubio hasta su cintura, quedándose en esa zona. Ya que tenía el rostro del contrario en su cuello, debía permanecer ligeramente recto.

La piel bajo suyo se erizó, solo que él no pudo llegar a sentir esa diferencia.

---No podía seguir en tu sombra.

---Tú brillas por ti mismo, ¿qué dices, Kacchan?

---A esto me refiero. No lo entiendes.

---Lo siento. Dime.

---Necesitaba alejarme de ti.

Y aunque su voz y por poco escapa de su garganta, no dió chances, necesitaba oír todo lo que tenía para decir. Temía que con una interrupción, el rubio ya no quisiera contar más nada.

---Hasta ahora, no he podido imaginar un mundo sin ti. Pero al menos debía poder vivir lejos, ¿cierto?

Era una pregunta retórica.

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