II - El inicio del camino

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Me desperté de nuevo, pero esta vez no en una cueva con un lobo gris parlante, sino en mi cama. La ventana estaba abierta dejando que se colara un suspiro de viento frio. Acurrucada en la cama me quedé pensando en qué había sucedido esta noche, si había pasado de verdad o solo fue producto de un sueño macabro. Fuera como fuese, no me dio mucho tiempo a pensar, ya que mi madre entró en la habitación con esa buena energía mañanera que yo no compartía.
- ¡Buenos dias, Tsu! - así me llamaban mi madre y la mayoría de mis amigos - Espero que hayas dormido bien, pero te tienes que levantar ya si no quieres llegar tarde al último dia de instituto antes de las vacaciones, vor a ir preparándote el desayuno.
Murmure algo debajo de la almohada y ella cerró la puerta, entendiendo que iba a levantarme. Y tristemente así fue, me levanté y aún estaba aturdida, como si el dia anterior hubiera estado luchando con unos boxeadores y me hubiesen dado una paliza. Me miré al espejo y, efectivamente, parecía que me hubiesen dado una paliza, así que fui al baño de mi habitación para acicalarme y me vesti con un simple pantalón negro, una camisa de manga corta beig y una sudadera marrón, y, mientras me hacía una coleta en mi pelo plateado, recordé que el lobo tenía el mismo color de pelo, y mi padre también. Estuve pensando en rato frente al espejo sobre el sueño que tuve, sé que al final todo es imaginación y demás, pero me vi intentado entender por qué había tenido esa conversación con el lobo, por qué me hablo de una piedra y unos poderes, y por qué me llamó cachorra... Borré ese pensamiento con un suspiro, dejándolos a un lado, y bajé corriendo por las escaleras mientras olía como mi madre estaba preparando beicon y huevos para desayunar, lo mejor después de una noche complicada. Devoré mi comida y el zumo de naranja como un animal, le di un beso, y me fui camino al instituto.
Mi casa estaba un poco alejada del pueblo, a unos veinte minutos en bici, y eso me encantaba. Vivíamos en un pueblo de Noruega, Førde, y era extremadamente hermoso; había vegetación, montañas y vida por donde miraras, así que la rutina de ir en bici por una carretera llena de árboles y pájaros cantando para darte los buenos días, era la mejor manera de empezar el día, y acabar el instituto. El sol brillaba entre los árboles con una leve brisa y el aire olía a frescura y tierra húmeda, notaba como cada planta y flor tenían un olor diferente. Con ese camino glorioso y veintitrés minutos, porque me paré a darle un trozo del pan de mi bocata a una ardilla, llegué a la puerta del instituto, deseando no volver a verlo jamás e irme a la Universidad de Bellas Artes.
El instituto no era malo, pero pasé ahí cuatro años de estudios obligatorios y dos más para artes, así que tenía muchas ganas de dejar ese edificio monótono para poder iniciar un nuevo camino. Justo cuando aparqué mi bici me encontré de frente con mis dos mejores amigos, Becca y Noah. Becca era una chica preciosa más bajita que yo, con un pelo rubio ondulado hasta los codos y unos ojos verdes llenos de vida; la conocí cuando mis padres y yo nos mudamos a Førde hace 10 años, y desde ese día fuimos inseparables. A Noah lo conocí hace dos años en arte, era un chico poco más alto que yo con un peinado castaño a lo slicked y tenía los ojos del mismo color, pero lo que más resaltaba en él eran sus vestimentas; siempre iba con colores vivos, sombreros y complementos extravagantes.
- ¡Hola Tsu! Que ganas tengo de que pase el día y de que nos vayamos los tres juntos de viaje a Austria. - Dijo Becca.
- De lo que yo tengo ganas es ver a unos chicos austriacos con los que he estado hablando para cuando vayamos ahí. Ah, y Tsu, no te vas a librar, porque hay uno que está interesado en ti. - Me dijo Noah, a la vez que me guiñaba un ojo y los dos se eschaban a reír.
- Vale ya chicos, yo también tengo ganas de que nos vayamos de viaje, pero ya sabéis que soy algo más como... una loba solitaria que busca su camino.
- ¡Venga ya, Tsu! - Becca puso una mueca en la cara - Nos lo vamos a pasar genial, ya verás que al final encuentras algún chico que te llame la atención, lobita.
- Bueno chicas, eso ya lo discutiremos más adelante, ahora es momento de decirle adiós a esta pesadilla de instituto. - Dijo Noah mientras ponía los ojos en blanco, y los tres nos reímos.
El resto del día fue bastante tranquilo ya que el último dia solo entregaban las notas y hacían las despedidas. Los de último curso teníamos planeada una fiesta esta noche en medio del bosque a modo de graduación, así que el resto de la mañana nos conformamos con recoger las notas, charlar con algunos profes y amigos e irnos a casa a prepararnos para la noche.
Al llegar a casa le entregué las notas a mi madre y, obviamente, todas eran buenas menos mates, ya que no era una chica de números y las clases me aburrian. Me di una ducha y aproveché un par de horas libres que tenía antes de la fiesta para dibujar un poco, y mientras pensaba en qué hacer, se me vino a la cabeza una imagen clara del lobo con el que soñé esa misma noche, así que sin darle muchas vueltas empecé a dibujar. Con unos lápices hice el boceto, con un perfilador negro lo pasé a limpio y con un poco de pintura acrílica le di color; aunque el dibujo quedó bastante bien, le faltaba ese brillo en el pelaje tan singular, como si fuera magia pura. Cuando me dí cuenta ya habían pasado dos horas y media, y debía arreglarme porque en otra media hora iban a pasar Noah y Becca a buscarme. Me puse un vestido ajustado negro con flores, unas medias finas transparentes y unos botines negros, un poco de rimel para resaltar mis ojos miel y un par de moños sueltos encima de mi cabeza. Justo entonces mi madre me llamó avisándome de que mis amigos ya estaban abajo esperándome, así que bajé a darle un abrazo y nos fuimos los tres camino a la fiesta.

El lugar de la quedada estaba a pocos minutos andando de mi casa, justo en medio de la carretera había un camino de tierra que giraba hacia la derecha y llevaba a una zona de picnic bastante grande, y antes de llegar ya se podía escuchar la música y las risas de la fiesta. Habían cerrado el pozo y encima de él hicieron una hoguera que tenía unos trocos chispeando y una llama alta y ancha, las estrellas decoraban el cielo y ayudaban a los farolillos que pusieron a que hubiera más luz y ambiente, con todo tipo música que incitaba a la gente a bailar y divertirse. Las mesas de picnic estaban llenas de comida y bebidas; pizzas, patatas, sándwiches, chuches y varias bebidas alcohólicas, un par de cuencos con ponche y vasos para servirse. Después de estar un rato hablando y bailando con la gente, Noah, Becca y yo nos sentamos a fumar un poco de marihuana, ya que en medio de la fiesta y del bosque un poco de verde sentaba fenomenal, y me apetecía pasar un rato a solas con ellos para desconectar de tanto barullo. Los tres fuimos de la mano y dando saltos hacia un sitio con un césped muy verde, algo que nos parecía muy atractivo y cómodo en ese momento, asi que nos tumbamos los tres con un suspiro. Estuvimos ahí un buen rato mirando las estrellas, fumando y comentando como ese césped era tan suave y blando, era como estar tumbados en una nube que iba volando hacia las estrellas. Luego nos volvimos a incorporar a la fiesta, nos servimos unos vasos de ponche y fuimos a dar una vuelta mientras íbamos hablando.
- Oye, ¿y esos chicos de ahí de dónde han salido? No los he visto por el instituto y parecen mayores que nosotros - Preguntó Becca, señalando a un trío de chicos que estaban con una compañera de clase.
- La verdad que no tengo ni idea, pero yo me los comía sin pan de lo buenos que están, sobre todo al alto ese - dijo Noah mientras señalaba con la barbilla al chico de pelo rojizo, al lado de él habían dos chicos de pelo negro.
Siendo honesta el chico rojizo era bastante atractivo, debía medir 1.80 y tendría unos 20 años, un par más que nosotros. Era alto y musculoso y mayor y tenia un corte mohicano que le hacía ver como el chico malo, tenia una piel de color caramelo con unas pecas por el rostro, y cuando me miró me quedé embobada con sus ojos, porque eran de un color plateado que hizo que mi piel se pusiera de gallina.
- Parece que éste sí que te interesa, ¿eh, loba solitaria? - Me dijo Noah con una risa burlona.
- Bueno, es bastante mono. - confesé, mientras me ponía roja y daba una calada para disimular. - Pero ahora mismo me interesa más divertirme con vosotros que ir de caza.
Pasamos el resto de la noche bebiendo, fumando y bailando, disfrutando de cada momento, abrazando y compartiendo recuerdos con los compañeros que no volvería a ver. Parecía que las horas no pasaban, en algún momento estuvimos todos rodeando la hoguera y haciendo cánticos y bailes tontos por turnos, luego vi a un grupo jugando a la botella y otro al birra pong, mientras los demás estábamos enfrascados con reto o verdad y algunas parejas estaban medio escondidas entre los arboles. No voy a mentir, a veces echaba una ojeada alrededor para ver al chico del mohicano, pero él y sus otros dos amigos parecían estar mas en su propio mundo que no integrados, aunque era comprensible ya que estaban la fiesta de final de curso de un instituto al que no iban. Cuando me di cuenta, todos nos habíamos vuelto a juntar para ver el amanecer, ciertamente fue algo muy memorable; estábamos unos sentados y tirados encima de otros mirando al cielo, dándonos nuestros últimos deseos y abrazos. Y así, con los primeros rayos del día, nos fuimos todos de vuelta a nuestras casas.

La protectora de TheïkíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora