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GILBERT ENTRÓ A LA LIBRERÍA. SU celular, que había guardado en su bolsillo trasero antes de entrar, vibró indicando la llegada de un nuevo mensaje. Supuso que era su chat grupal que compartía con sus amigos, probablemente estaban molestándolo todavía respecto a sus últimos mensajes. 

Le gustaba mucho ir a la librería de vez en cuando, pero últimamente se le hacía un poco tedioso acudir al lugar a comprar libros de medicina que le pedían sin parar para sus clases. Adoraba su carrera, sin embargo eso ya rozaba el abuso. 

Y por si no fuera poco, siempre le atendía y le cobraba la misma chica pelirroja que lo miraba raro cada que pagaba o llegaba a preguntar por otro libro de medicina. Se sentía juzgado y cohibido, y además de todo, irritado. 

¿Por qué una chica a la que ni siquiera le hablaba lo hacía sentir así?

Dicha chica pelirroja alzó la vista cuando él entró al lugar y notó cómo lo seguía con la misma, se sintió observado hasta cuando llegó al área tan familiar y conocida para él donde se encontraban los libros de medicina. 

Soltó un suspiro y se dispuso a buscar el libro que necesitaba para estudiar, dando todo de sí para encontrarlo él mismo y no tener que ir a pedirle ayuda a la pelirroja que parecía ser la única empleada que trabajaba en esa librería del demonio. Siempre que iba ella estaba ahí, sin falta, y era como si todos los empleados dijeran "el último en esconderse atiende al pobre tonto" cada que Gilbert entraba y ella terminaba siendo la última. 

De verdad no quería tener que pedirle su ayuda a la chica pero Principios de la Neurociencia parecía estar escondiéndose de él y no logró encontrarlo durante unos buenos seis minutos. Gilbert bufó con molestia. 

—Maldita sea —dijo en voz baja.

Rascó su frente exasperado, reacio a pedir ayuda a la pelirroja y volvió a echar un vistazo al pasillo de medicina y a los pasillos aledaños por si el libro se había traspapelado en algún otro lado. Mientras hacía esto, su mente empezó a divagar respecto a la chica en la caja. 

¿Qué podía hacer para que dejara de mirarlo así de extraño cada que entraba? Tal vez si le decía algún comentario que la hiciera enojar, quizá funcionaría si la llamaba Zanahoria o algo así, tenía entendido que algunos pelirrojos tenían complejos sobre su color de pelo gracias a los prejuicios de la sociedad. 

Nah, pensó él. Demasiado fuera de lugar burlarse de su color de pelo. Debía de admitir que era un color lindo y le sentaba bien, eso y las pecas que la chica tenía repartidas en el rostro como si fueran gotitas de tinta que alguien había dejado caer sobre ella le quedaban bien. Eran parte de su personalidad. 

Nuevamente suspiró y, rendido y apenado, se dirigió a regañadientes hacia la chica. 

—Hola —saludó él con cortesía—, necesito tu ayuda. 

—Lo noté. Llevas como media hora dando vueltas en los mismos cuatro pasillos —fue lo que la empleada contestó. 

Gilbert enarcó la ceja. Si lo había visto, ¿por qué no había ido a ayudarlo o a preguntarle si buscaba algo en específico? Después de todo, ese era su trabajo, ¿no?

—Estoy buscando Principios de la Neurociencia pero no logro encontrarlo. 

—Medicina, claro. 

Lo dijo como si fuera algo malo, la verdad, y si Gilbert era sincero lo había sentido como un insulto, como seguramente ella se hubiera sentido si él no fuera una persona con la moral suficiente como para darse cuenta que llamarla Zanahoria estaba mal. 

Quizá estaba a tiempo de decirle así, aunque si lo pensaba bien la haría enojar y ya no querría buscarle su libro y hasta ahora seguía sin ver a ninguna otra persona ahí más que ellos dos y unas cuantas personas que deambulaban entre pasillos. 

Gilbert miró a su alrededor esperando a que la chica se moviera y cuando no lo hizo regresó su mirada a ella: — ¿Vas a mostrarme en dónde lo tienes o...?

—Oh, claro. Lo siento. 

La pelirroja —Gilbert todavía no sabía su nombre, lo cual era raro porque siempre lo atendía— aclaró su garganta y tomó rumbo al otro lado de la librería con Gilbert pisándole los talones. ¿No era más sencillo tener todo relacionado a un tema en específico en un mismo lugar? ¿Por qué dejarlo botado en otro rincón de la librería? 

Principios de la Neurociencia —la escuchó decir en voz baja una vez se detuvo frente a una estantería. 

Los ojos de la chica escanearon con rapidez y vehemencia cada lomo de cada libro que estaba en dicha estantería, a Gilbert le impresionó que ella pudiera leer los títulos de los libros con tal velocidad. Parecía saber muy bien lo que hacía, como si se ganara la vida leyendo y sabiendo de libros. 

De repente el chico se sintió con ganas de hacerle plática a la chica que tanto le incomodaba. Fue como un imán atrayendo al metal, algo rarísimo que jamás le había pasado, la necesidad de preguntarle si de verdad sabía de libros o era nada más por el trabajo que se había memorizado los títulos de ellos. Entonces, antes de que pudiera detenerse, se encontró haciéndole una pregunta. 

— ¿Lees? —Le preguntó. 

No supo qué expresión hizo al escuchar aquella pregunta ya que le estaba dando la espalda, así que Gilbert dejó volar su imaginación y la plasmó en su mente arrugando la frente. 

—No mucho —contestó ella, poniéndose en cuclillas para estar a la altura del estante más bajo y estirando la mano hacia la derecha. 

La pelirroja sacó un libro blanco con franjas azul marino y negras, verificó algo en la portada, se puso de pie y le tendió el objeto al castaño. Gilbert lo observó mientras lo tomaba. Principios de la Neurociencia era un libro bastante... largo. 

Todavía no empezaba a estudiar y ya sentía una gran jaqueca invadirlo. Sería un fin de semana horrible. 

—Gracias, eh... —y procedió a hacer lo que debió haber hecho la primera vez que esa chica lo miró raro para reportarla: buscar su nombre. Leyó el pequeño gafete en forma de libros apilados que llevaba colgado en su playera y dijo: —Anne. Gracias, Anne. 

Él frunció el ceño con curiosidad al darse cuenta de que originalmente el nombre en el gafete decía Ann y que alguien, probablemente ella, lo había completado con plumón indeleble y había escrito una "e."

—Es Anne con una e —dijo ella al ver que él seguía mirando su gafete—. Se equivocaron al hacerlo y no tuve más remedio que hacer esto. 

—Entiendo. 

Anne asintió con la cabeza una vez. 

— ¿Puedo ayudarte con algo más o solo llevarás eso?

—Oh, solo es esto. 

—De acuerdo, vamos a la caja. 

Anne emprendió camino hacia la caja para cobrarle a Gilbert sin decir una palabra más, ambos ajenos al hecho de que después de ese día empezarían a tener conversaciones esporádicas y medio pasivo-agresivas durante las visitas de Gilbert (las cuales eran muy frecuentes gracias a la cantidad de libros que estaban pidiéndole ese semestre) a la librería. 

Y así empezó la historia de Anne y Gilbert. 

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Bella portada y banner hechos por hiAmethyst gracias x tanto, perdón x tan poco 💖

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