Capitolo uno: Caruso.

315 22 2
                                        

Un músico se preparaba para salir a cantar con la puesta de sol delante suyo. Había sido una larga noche la que había ocupado las bolsas de sus ojos. No logró conciliar el sueño, ni siquiera se molestó en intentarlo.

Llevaba consigo al escenario un corazón roto en la mano, una guitarra en el hombro, un llanto contenido y una voz llena de dolor.

Los personas estaban ansiosas de escucharlo, la mayoría eran turistas con el deseo de tomar una copa al lado de la persona amada. La escena perfecta: una puesta de sol, un músico de voz pasional y la mirada de su compañero, el tipo de mirada que te derrite el corazón.

Las luces estaban encendidas en el escenario pero el músico no tocaría su instrumento. Tenía el corazón estrujado en una mano y el dolor se quería convertir en poesía. Todo el lugar prestaba atención a la melodiosa voz, entonaba Caruso. Era capaz de erizar la piel de emoción.

"Te voglio bene assaie ma tanto, tanto bene sai,  è una catena ormai che scioglie il sangue dint'e vene sai".

Cantaba el músico recordando su terrible noche. Una lágrima resbaló por su mejilla y le hizo sentirse aunque fuese por un segundo más ligero, sin menos pena. Dichosos los que escuchaban su canto, admirados olvidaron la puesta de sol que daba a sus espaldas. Ese hombre y su voz eran tan maravillosos que fácilmente sustituyeron la belleza de una puesta de sol.

La atmósfera de aquel lugar se tornó triste, dolorosa. Aquel músico lloraba, ahora con un llanto silencioso. Las lágrimas resbalaban al tiempo de la melodía, sin siquiera quebrar la voz del interprete. Era poesía.

La melodía había terminado y se disponían a aplaudir pero él continuó con una nueva canción. "Canzone per te" anunció. Estaba claro para el público que aquel hombre estaba destrozado.

"La solitudine che tu me hai regalato Io la cultivo come un fiore".

Nota tras nota, la canción era dulce, muy a pesar de la letra tan dolorosa. Pasaron dos horas más de canto, con pequeños recesos para tomar vodka o cualquier otro licor que le pusieran enfrente. El sol ya se había marchado y el contraste de las luces con la obscuridad de la noche le hacían sentir aún más sólo.

Decidió caminar a lo que quedaba de su casa: un departamento vacío cerca del mar. Abandonado por la única persona que jamás creyó, ni en un millón de años, perder. Llevaba unas copas encima y la guitarra ahora en mano. Escuchaba a las olas romper muy cerca de él, y más de una vez sintió la necesidad de correr hasta ellas y dejar que ahogaran su sufrimiento. Sin embargo, prefirió ahogarlo en alcohol. Al llegar a su departamento sintió que el pesar con el que se había marchado se volvía más grande. Esa noche se sentó en un rincón con una botella en mano mientras admiraba una carta con una preciosa caligrafía en color azul. Sus ojos no se apartaban de todos los reclamos. No comprendía su significado, se sentía hundido en la miseria. Esa carta le hacía ver que a veces el amor sólo significa tres cosas: soledad, tristeza y dolor.

 Cuando el cansancio le venció se quedó dormido en la misma esquina, sin importar que la cama estuviese a unos pasos de ahí. No quería alargar la mano y sentir el espacio vacío.

*****

Se escuchaba el sonido del timbre y una voz llamándole.

-¿Gianluca? Abre, por favor, sé que estás ahí.- Al no obtener respuesta volvió a intentarlo- si no das señales de vida, tiraré esta maldita puerta a abajo.

-¡Attesa!, me estoy vistiendo-Resignado el músico gritó. En su ropa se encontraba el olor a licor rancio. Aún vestía aquel traje que portaba para sus presentaciones. Finalmente abrió la puerta.

-¡Vaya, hombre! No es para tanto.

-¿Qué quieres, Piero? Como ves, no estoy de humor para recibir a nadie.

Los dos hombres se sentaron en la sala, uno enfrente del otro.

-Vamos, amigo. Sé que Megara y tú tienen sus problemas, ¡pero mírate! Pasé por "Il canto dell'anima" hoy y me dijeron que se te veía mal. Alonzo estaba preocupado, vino hoy más temprano y no obtuvo respuesta.- El hombre sopesaba sus palabras- Pensó lo peor.

-Bueno, como puedes ver sigo aquí.

-Gianluca, ayer cantaste "Caruso". Sé muy bien lo que eso significa. No la habías cantando desde que tu madre murió, ¿acaso...? -Gianluca lo interrumpió antes de que continuase.

-No ha pasado nada. Megara se ha ido.- confirmó decaído- Todo se terminó.

El silenció se extendió y ninguno de los dos se atrevía a romperlo. Era evidente, ya no había retorno.

-Amigo, por favor, no pienses más en ello. Te lo suplico.

-¿Pensar en qué? El dolor que viene de alguien amado, se acepta como un trago amargo.

-Lo entiendo.- Fue lo último que Piero pronunció mientras caminaba hacía la puerta.- Gianluca, quiero que entiendas que ella no es la única mujer en el mundo.

Él lo sabía pero no quería a ninguna otra que no fuera la misma Megara.


Megara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora