Capitolo sette: La vita.

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Corría por los campos de trigo sintiendo la tierra húmeda en sus pies descalzos, el viento soplaba generoso sobre el trigo haciendo que se meciera como si se tratara de una dulce melodía, acariciaba su piel y movía sus cabellos, en su alma se sentía la felicidad, era libre; corría y gritaba hasta estallar en carcajadas incomprensibles. No había gracia en sus acciones, pero el gozo que sentía en su interior la exaltaba cual infante y dejaba que ese sentimiento se adueñara de ella, como si no hubiese maldad en ninguna parte del mundo como si todo estuviera finalmente como debe ser.

Era un sueño el que mantenía a Megara luchando, ese sueño que la hacía tan feliz era lo que hacía que luchara por permanecer en un mundo donde no era feliz. Megara había amado, había mentido y había huido, y ahora había intentando terminar con su vida, todo parecía un misterio.

Durante mucho tiempo había huido de Gianluca; se enamoró y desapareció de su vida hasta que decidió volver a él mientras lo escuchaba cantar con tanto amor aquel día, cargaba consigo un secreto enorme, la asfixiaba, pero decidió guardarlo en su interior. Enamorada se fue con él a Sorrento y fue feliz, música, mar y arte complementaban el amor que recibía de su amante, pero ¿ y ella?, le rompió el corazón diciéndole que no le amaba y que era hora de marcharse.

La chica que está en coma después de su intento de suicidio tiene un peso enorme atado a sus tobillos. Vivía en el pasado, arrastraba el dolor con ella e intentó, de verdad lo intentó, dar todo de sí en su relación con el músico, pero era ruido, no melodía lo que le provocaba.

Dejó de ser una luz en el camino, comenzó a extinguirse; el secreto la consumía por dentro. Le dolía cual daga en el vientre y la hacía sangrar cada vez que sentía un roce con su piel, las espinas se encajaban en cada beso, no era capaz de olvidar por mucho que amara, por mucho que se forzara a no voltear la cara al pasado, no lo conseguía.

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Roma deslumbraba por su turismo, era horrible. Gianluca se disponía a cantar 《 Vacanze romane》cerca del coliseo con su guitarra, le pareció una canción apropiada; por un momento se sintió desanimado por la cantidad abrumadora de personas pero después de unos segundos comenzó a tocar con delicadeza.

"Roma, dove sei? Eri con me, oggi prigione tu, prigioniera io. Roma, antica città, ora vecchia realtà non ti accorgi di me e non sai che pena mi fai" 

Su voz era un agasajo, las miradas pronto se posaron en él y quien entendía el italiano se daba cuenta del hermoso homenaje que se le brindaba a la preciosa ciudad, a los turistas y a los años que no pasaban en vano. Mientras que él sumido en su misión paseaba la mirada en busca de Megara entre aquel tumulto de turistas y locales, pero ella no estaba ahí para alegrar el día.

"Poi, dolce vita che te ne vai, sul Lungotevere in festa"  

Sonreía de lado, como si por esos momentos volviese a ser el seductor de siempre, engalanando aquella melodía miraba a su público y afirmó lo que lo desquiciaba, ya no le importaba si eran cientos, miles o pocos, no sin ella. Perdido en su propia voz se permitió cerrar los ojos y recordar aquella ocasión en que ambos estuvieron en la mística Roma, guitarra al hombro tomando su mano mientras lo viejo convivía con lo nuevo, le pareció en aquel entonces una preciosa metáfora para su vida de descontrol ahora ligada a una relación exclusiva, también en ese entonces cantó 《Vacanze romane》, pero tenía otro significado. Estaba entonada desde el balcón de hotel donde después de hacer el amor y con un cigarrillo quemándole los labios se sentía dichoso, mientras observaba a la mujer que parecía ser la única cosa que realmente importaba; cuando abrió los ojos la canción había terminado pero el sentimiento de felicidad por tan dulces memorias seguía quemando en su pecho, continuó cantando《Beautiful that way》con el entusiasmo de un niño por la vida, dulce, dulce vida.

Megara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora