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Sardegna, Italia.

El alba daba inicio a un grandioso día en la mansión más lujosa, más antigua y más problemática de toda Italia, era la mansión perteneciente a un grupo de mafiosos llamados los Vongola que habían jurado proteger y procurar el bienestar de los demás sin nada a cambio, todo parecía un juego pero la gente que lo componía era realmente fuerte y unos verdaderos desastres naturales pues así como ayudaban también destruían y hace unas semanas por ese motivo se habían quedado sin jefe al mando para guiarles. Todos se arrepentían profundamente de lo ocurrido, eran los causantes de destruir un pueblo lejano a las afueras de roma y media mansión cuando volvieron de aquel lugar. El castaño no grito, ni se enojó, ni los congelo y menos a Mukuro quien había sido uno de los responsables de iniciar la problemática.

Para la tormenta era muy doloroso aceptar que su Judaime se había ido durante tres semanas consecutivas a Japón sin él, y dejando a cargo a Chrome Rokudo, pensando en que tal vez se le fue despojado de su mando como mano derecha se dispuso a hacer algo para recuperar su puesto y la mejor idea que se le ocurrió fue reconstruirlo todo, aceptar las consecuencias y hacer trabajar a todos los guardianes, aunque tuviera que escupir sangre por la boca.

Justo ahora, después de tanto sacrificio por resolver el problema, había llegado el día en que su amado jefe regresaba. Puso a trabajar a toda la mansión desde el amanecer y cada uno de los guardianes de Vongola se colocó un traje que permaneció pulcro por la sorprendente cantidad de diez minutos, minutos que se terminaron cuando el sol grito de felicidad alzando sus brazos acción que le costó las mangas de su traje.

— Se rompió, ¡esta fiesta es extrema!

— ¡Maldito cabeza de césped, te mato! —grito hecho una furia el platinado, pero su enojo se detuvo al ver a un pelinegro salir de la sala mientras trataba de abotonarse su camisa.

— Vaya pensé que me quedaría apretado como a Ryohei ­—expreso la lluvia con una sonrisa para luego mirar de reojo a Gokudera al notar que le miraba­— es de mi talla.

— ¿No crees que esto es excesivo?­ —interrumpió la posible pelea Haru quien solo recibió una mirada asesina de Gokudera lo cual termino con un abrazo por parte de Kyoko.

— ¡Cállate mujer estúpida!, Judaime tiene que ver lo rehabilitado que estamos después de aquel desastre de misión, de ese modo me volverá a ver como digno de ser su mano derecha.

— Kufufufu el perro faldero volvió.

Aparecieron de entre las sombras ambas nieblas portando la misma ropa que solían llevar lo cual no le agrado para nada al platinado quien se había esforzado demasiado para su salud en aquella bienvenida, necesitaba que fuera completamente perfecta.

­— Tu, maldita cabeza de piña ­—se abalanzo contra la niebla para explotarle la cara.

— Chaos, parece que dame-Tsuna no volverá a Japón a este paso —dijo un joven portando un sombrero negro con un camaleón en el y cargando de una manera para nada normal a un asustado Lambo que pedía ayuda con la mirada que luego paso a estar sentado en el regazo del pelinegro cuando tomo asiento en uno de los sillones para poder dormir una siesta— No me despierten —dijo abrazando a la vaca llorona que amenazaba con llorar si no le sacaban de los brazos del asesino.

— Demonios, Reborn-sama tiene razón, ¡debí pensar esto mejor y mandarlos lejos a todos ustedes con un sinfín de misiones hasta que mueran!

— Kufufufu ha declarado el perro de vongola.

— Ya se que va a cenar Uri hoy.

— chicos cálmense, estamos aquí para recibir a Tsuna de vuelta de su viaje ­—comenzó a decir rodeando con sus brazos a la niebla masculina y a la tormenta quedando en medio de ellos— es una fiesta, vamos a celebrar.

Fiebre VongolicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora