1._Acompañante

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De pie en el vagón del metro, aquel hombre llamaba la atención. Su aspecto de colores fríos: cabello blanco, ojos violeta y piel azul; su atuendo elegante, sin arrugas, a la medida no dejaban indiferente a nadie. Ni su escasa estatura lograba que fuera inadvertido. Un hombre como ese qué podía estar haciendo viajando en el metro, sino estar perdido o bien estar en un apuro tal que no le quedo opción más que codearse con el proletariado, en esa caja apestada de olores de toda índole. Antes de bajar consultó su reloj de pulsera. Una prenda de oro combinación de lujo y buen gusto, que despertó el interés de muchos. Bajó con ademán elegante para a paso rápido ir hacia la escalera. No subió por la mecánica. En lugar de eso trotó con la gracia de un ciervo por la inmóvil escala que todos evitaban. Tenía un poco de prisa, pero se detuvo en una tienda a comprar un ramo de flores. Pagó con una tarjeta. No dejó propina, pero regaló una sugerente sonrisa a la dependiente que se dió por bien servida.

Con el ramo de claveles estriados subió a la superficie con la misma delicada prisa de antes. Tras unos minutos llegó a un café donde una mujer rubia, sentada sola, dibujaba unos garabatos en una servilleta. Fue directamente hacia ella quien al verlo se levantó con furia.

-¿Estas son horas de llegar?- le cuestionó levantando un poco la voz. Un hombre en la barra la miró directamente- Estoy harta de ser la última de tus prioridades, Dai.

-No hace falta que montes una escena de tan mal gusto. Te llamé para explicarte que...

-¡Ya no puedo con esto!- exclamó la mujer llorando súbitamente- Terminamos...

Aquella palabra sonó como un hacha que cae sobre la madera. Después de eso no había nada más que agregar. La mujer tomó su bolso y secando sus lágrimas dejó el café. Muchos se quedaron viendo a Dai cuyo rostro no expresó ninguna emoción. El hombre en la barra dejo el café. Una camarera se acercó a preguntar quién iba a pagar la bebida caliente que la dama había ordenado. Dai saco su tarjeta en respuesta. Después de cancelar un té y una rebanada de pastel hecho con ingredientes orgánicos, le dio las flores a la muchacha.

-Que tenga buen día- le dijo a la chica y con calma dejo el local para echarse a andar hasta la siguiente estación del metro.

Cuando Dai paso por el torniquete su tarjeta mostró un saldo de cero. Se vio obligado a ir a la boletería por un boleto. En el cristal que separaba a la cajera del cliente se había colgado un cartel con una frase escrita a mano: por favor solo efectivo. Aquello obligó a Dai a contar el cambio que llevaba en su cartera. Apenas si consiguió reunir lo suficiente para cancelar el boleto. En el vagón consiguió un asiento y ahí, balanceando los pies como un niño, saco una libreta pequeña del bolsillo interno de su chaqueta. Una muchacha, a su lado, mordia un lápiz mientras leía un libro. Dai le pidió prestado el bolígrafo para tachar algo en el papel.

-Muchas gracias- le dijo al regresar el lápiz a la chica y guardando la libreta miró el mapa de estaciones sobre la hilera de asientos de enfrente.

En una estación del metro, pero de la línea azul, Mary esperaba sentada en una de las bancas en el andén. Oía música con sus grandes audífonos mientras sus ojos se paseaban por ese mensaje de su familia en Telegram. Había releído aquellas palabras tantas veces que terminó por memorizar cada una de ellas. Apartó los ojos de su móvil cuando el tren anuncio su llegada. Poniendo su teléfono en el bolsillo interior de su chaqueta caminó por el andén esperando entrar en los primeros vagones. Los de en medio siempre se llenaban más rápido.

Llevaba días dándole vueltas a ese asunto. No tenía a quien comentarle un tema tan delicado. Las contadas personas que mantenía cerca, estaba segura, le darían un solo consejo que si bien podía llegar a ser lo más conveniente no era precisamente lo correcto ni menos lo que ella quería. Al fin no pudiendo dar claridad a su mente, Mary había decidido reunirse con un viejo colega de cuando ella estudiaba. No era precisamente un amigo, pero confiaba más en sus criterios que en los de los que si lo eran (en ciertas cosas). Esa tarde se reuniria con él en un bar de agua que había en la ciudad.

Dos besos la hora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora