adaptación | jimsu . ❞
Yoongi es un omega suave, delicado pero bastante asocial ("bastante" en letras mayúsculas). Las multitudes son difíciles de digerir y prefiere simplemente evadirlas a toda costa, pero las cosas pueden simplemente cambiar c...
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Jugueteaba con los hilos sueltos de su suéter mientras escuchaba la melodía suave de alguna canción en la estación de radio ambientando el fondo. El dulce olor a fresas y menta se volvía agrio para su olfato, frunció su nariz ante la profunda fragancia.
—¿Estás enfadada conmigo? —murmuró suave, dibujando formas delicadas sobre sus rodillas.
Oyó el resoplido profundo de su madre antes de que el carro se detuviera justo en la entrada de su pequeña casa.
—No, cariño, no estoy enfadada contigo —un tono suave y agradable. Los fanales oscuros de ella sobre su cuerpo, se sintió indefenso y diminuto.
Yoongi sintió sus mejillas hincharse y su visión volverse vidriosa involuntariamente, las intensas ganas de soltarse a llorar habían estado presentes desde que salieron de la oficina del director en su escuela. Su garganta picaba ligeramente y su olor se había vuelto espeso, las notas de coco y miel se habían vuelto difíciles de digerir.
Ni siquiera pudo sostener la mirada con su madre antes de que una silenciosa lágrima escapara, cayendo sobre su mejilla hasta sus labios. Agachó la cabeza abrazándose a sí mismo, resignado al dolor.
—Ay, cariño. Mírame, por favor —pidió su madre, regalando caricias en el brazo del menor.
Tuvo que respirar varias veces, tragando todas las lágrimas y sollozos ahogados antes de volver a subir la mirada, observándola debajo de sus espesas y húmedas pestañas, el hermoso rostro de su madre, las lindas facciones femeninas, su largo y sedoso cabello negro, esas arrugas en su rostro que la hacían verse mayor pero aún aparentando menor edad de la que ella tenía.
Su madre exhaló profundo, obsequiándole una reconfortante sonrisa y regalando delicadas caricias en su pómulo derecho. Era como el beso de una suave pluma sobre su piel.
Los ojos de ella clavado en esa zona, con pesar y angustia, y Yoongi sintió el corazón hacérsele pequeño. Su mejilla estaba cincelada con un cardenal, en colores amoratados, ya no dolía, no como hace algunos minutos y las reconfortantes caricias de su madre eran un bálsamo, uno maravilloso y cálido.
—Eres muy especial, cielo. Nunca debes permitir que nadie te haga creer lo contrario, nadie tiene el derecho de traerte mal, mucho menos ponerte una mano encima —dijo ella sin detener los cariños pero un tono firme, aún para una omega.
Yoongi asintió, dejando de importarle si las lágrimas hacían un recorrido pesado. Pequeños jadeos salían de entre sus finos labios y los temblores de su cuerpo por el llanto.