II

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Álvaro se encontraba durmiendo plácidamente hasta que su despertador sonó indicando de esa manera que era hora de levantarse, sin despertar del todo estiró su mano para callar el ruido que le impedía seguir durmiendo, una vez que el silencio volvió a reinar en su habitación se giró para seguir soñando, aunque no duró tanto ya que unos golpes provenientes de la puerta de su habitación volvieron a interrumpirlo.

—Álvaro, hijo despierta—abrió la puerta para ver al joven—. Tu padre quiere que bajes a desayunar y también quiere ver los asuntos de la boda.

—Ya voy—gruñó abriendo los ojos para mirar a su madre.

—Te esperamos abajo—cerró la puerta y se alejó para ir con su esposo e hijo menor.

Pascu se sentó en la cama para estirarse, apartando las mantas se levantó de su cómodo refugio, sin siquiera preocuparse por estar presentable camino hacia la puerta de su habitación y bajó al comedor a desayunar.

Entró en la estancia dirigiéndose a su lugar habitual, paso por el costado de su padre dándole los buenos días, cuando su camino fue interrumpido por un golpe en el costado que lo desestabilizó un poco, miró a Héctor Pascual con sorpresa pues que él recordara no había hecho nada para molestarlo.

—¿Por qué traes el olor de dos alfas? —se levantó molesto para exigirle respuestas.

Pascu se congeló en su lugar mientras los recuerdos del incidente del bar volvían a su mente, por supuesto, aún tenía el olor del tipo que lo había acorralado en el lavamanos y obviamente también el de Rodri cuando lo abrazo para tranquilizarlo, abrió la boca dispuesto a contestar que era solo un malentendido cuando una bofetada lo mandó al suelo.

Sintió el sabor metálico de la sangre en su lengua, sin duda alguna le había roto el labio con su anillo, sabía lo que venía, su padre no dejaría que le explicara la situación, tan solo lo golpearía hasta la inconsciencia, aunque bueno, si le diera la oportunidad de explicar las cosas no haría mucha diferencia, en realidad sería el mismo resultado, terminaría con golpes, moretones y heridas que curar.

—¿acaso eres una puta? Porque eso das a entender, oliendo de esa manera, eres una maldita desgracia para esta familia—el asco y odio que había en su mirada le decía que lo mejor era guardar silencio.

Lo golpeó por un par de segundos más antes de volver a hablar.

—CONTESTA

Pascu negó lo mejor que pudo mientras se cubría de los golpes que llovían sobre su persona.

—Ah, ¿no? —lo miro al tiempo que quitaba su cinturón de su lugar y lo acomodaba en su mano para darle una lección al inútil de su hijo—. Te voy a enseñar a respetar a tu futuro esposo.

Pascu tan solo cerró con fuerza los ojos aceptando su destino, por experiencia sabía que lo mejor era no hablar para no enfadarlo más, mordió con fuerza su labio ocasionando que sangrara más, pero no le importo pues prefería eso a perder la poca dignidad que le quedaba, no le daría ese gusto.

Media hora más tarde Héctor tomó al inconsciente omega del cuello de la playera para llevarlo a su habitación y dejarlo ahí sin siquiera preocuparse por si su hijo tenía alguna fractura o algo así, con que siguiera respirando era suficiente, volvió al comedor para terminar su desayuno, sin inmutarse por las miradas de su esposa e hijo.

Un par de horas más tarde el joven abría los ojos adolorido por los golpes recibidos, se levantó con dificultad para ir al baño a limpiarse, odiaba la sensación que la sangre seca le dejaba en el cuerpo, se miró al espejo notando como su piel comenzaba a amoratarse.

Bueno por una vez no había sido tan malo, dejando de lado su labio tenía algunos golpes en la cara, en los brazos tenía algunas heridas y rasguños, seguramente hechas con la hebilla del cinturón, con cuidado tocó su costado para revisar si tenía algo fracturado, pero fuera de los golpes no había nada más.

¿Serás mi salvación?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora