Capítulo I

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Papá sigue durmiendo en el sofá y mamá no ha vuelto del turno de noche, lo que me extraña, seguro que ha ido a comprar algo.

Mamá trabaja de enfermera en urgencias y papá trabaja en una empresa que suministra el material a los hospitales como transportista.

Mamá es morena con mechones rubios, aunque ella asegura que de joven era rubia, tiene unos ojos marrones miel alucinantes. Entiendo perfectamente que papá se enamorara de mamá pero... ¿Mamá de papá?

Papá tiene el pelo marrón y tan largo como Pol, los ojos marrones sosos y un par de quilos de más. Bueno un par es quedarse cortos.

Subo a mi habitación y me pongo el pijama que consiste en unos pantalones cortos de chándal y una camiseta de uno de mis hermanos.

No tengo tiempo de nada más que oigo la puerta de la entrada. Mamá.

Bajo corriendo y la abrazo. Cojo unas cuantas bolsas, las llevo a la cocina y sin perder más tiempo reviso cada bolsa en busca de mis chicles preferidos antes que alguien se los coma como pasó la última vez.

-¿Mamá dónde has puesto mis chicles? ¿Los las comprado?

-Que tal un <<Hola mamá cómo te quiero, que suerte que nos cuides y que hayas ido a comprar>>-dice imitando mi voz

-Hola mamá como te quiero y bla bla bla... Me das mis chicles ¿Por favor?

-No, como eres la única persona normal de esta casa me ayudarás a colocar todo y te daré los malditos chicles, no te molestes en buscarlos los he escondido.

Genial, lo que toda chica quiere hacer, colocar la compra. Parece que hoy no es mi día, primero lo de las tijeras, después lo de la heladería y ahora esto. Siempre me porto bien ¿Por qué a mí?

Acabé de ordenar todo en los armarios perfectamente colocado, pero estaba segura de que no duraría ni hasta la hora de cenar, cada vez que mis hermanos metían la mano en un cajón o armario es peor que si hubiera pasado un tornado.

Después de que mamá mirara que todo está en orden me dio mis chicles. Por fin. Son unos chicles de menta que solo los venden en una tienda de la ciudad.

Podía hacer lo que me plazca, pero ¿Qué?

Mis amigos estaban de viaje, mis hermanos ocupados, me había leído cien veces todos los libros de la casa, papá seguía durmiendo y mamá va ahora, así que no puedo hacer ruido. ¿Qué puedo hacer?

Mi única opción es salir al jardín pero ¿Qué hago?

Pase al lado de papá y crucé la cocina. El jardín era un trozo de hierba seca con unas cuantas plantas pochas y unos cuantos árboles frondosos.

Cuando era pequeña era un jardín lleno de vida y color, pero mamá lo dejó a cargo de Iker, y el solo tiene ojos para las cosas electrónicas. Ósea que mamá ha condenado a muerte a unos árboles inocentes.

Me senté en las escaleras de la puerta trasera con un cuaderno y un lápiz dispuesta a dibujar todo lo que viesen mis ojos. Pero no pude ni dibujar una rama antes de que mis ojos pudieran divisar dos capas al final del jardín.

No me gustaba adentrarme en el jardín, parecía un bosque que con los años se había convertido en siniestro y aterrador, sobre todo porque todas aquellas plantas habían sobrevivido sin cuidados y las ramas formaban formas extrañas. El jardín conectaba con un pequeño bosque, lo que hacía que rápidamente te adentraras en él.

Las capas se enganchaban en los arbustos haciendo que aquellas dos personas se movieran lentamente.

¿Qué puedo hacer?

Si aviso a papá y no hay nada, se enfadará por haberlo despertado.

Así que me levanté e intenté adentrarme en el pequeño bosque.

Llevaba caminando unos quince minutos y no tardé en estar a unos pocos metros de las capas, y puede distinguir dos figuras, una es de una mujer alta y esbelta y la otra de un hombre con hombros anchos y muy fuerte.

Pero ¿qué hacen aquí?, no había caminado tanto aún estaba dentro del jardín.

¡Crash! Oh, oh... Estaba tan concentrada mirando a aquellas personas que había pisado una rama.

Se giraron repentinamente hacia a mi

-Señorita Willians, soy la profesora Baker y este el señor Brichetto, Liam Brichetto –dice la señora.

Ahora que los veía mejor el señor parecía un joven de quince, dieciséis años con el pelo muy corto y ojos azules, y la señora una anciana con el pelo blanco ondulado con cara de pocos amigos.

-Buenos días, perdonen pero no los reconozco- No había visto a esa gente en mi vida y no le iba a decir dónde vivía- De lo que sí estoy segura es que esto es una propiedad privada y no pueden estar aquí. Espere, ¿Cómo saben mi apellido?

¡Plaamm! Había ido retrocediendo con tanta mala suerte que  tropecé y me caí de culo.

El joven me tendió la mano pero no tuve ni fuerzas para levantar el brazo. ¿Cómo puede estar tan duro el suelo?  Se me saltaban las lágrimas, pero no pensaba llorar delante de dos desconocidos que se habían colado en el jardín y que iban con capa.

-Como os he dicho no podéis estar aquí- dije todavía en el suelo.

-Quería hablar un segundo con tus padres, pero creo que nos equivocamos de dirección.

-¿Con mis padres? Eso no va a ser posible.

-Nos puede indicar donde está su casa prin... digo señorita- dijo el hombre

-Porsupuesto, hacia la derecha- espera porque he dicho eso no,no, no..., como acto reflejo me tapo la boca con la mano.

-Muchas gracias.

-Espere ¿como ha hecho eso?- Liam me miraba con una sonrisa traviesa.

-Yo no he hecho nada- dicho esto desapareció entre la maleza seguido por la señora.

¿Cómo ha hecho que lo diga? ¡Les he dicho la dirección de mi casa a unos extraños! Una sensación de pánico me invadió sin poder evitarlo, ¿Qué diría papá? De repente, la misma sensación que había experimentado hace unas semanas, volvió como un huracán que destruye todo lo que se encuentra a su paso, me intenté relajar para que no ocurriera lo inevitable. Noté como mis manos se iban calentando poco a poco, las cerré en un puño. Levante la cabeza lentamente, pero me topé con dos pares de ojos curiosos que me miraban incrédulos. Me levanté de un salto.

-He... pensaba que...-balbuceé

-Profesora Baker, tenía razón- dijo Liam en un susurro.

-Ven conmigo pequeña- "pequeña" nadie antes me había llamado con tanto cariño pero en ese instante supe que me conocía, y que podía confiar en ella.

Me levanté con dificultad y me acerqué confundida. Me puso una mano en el hombro derecho y cerró los ojos. Aproveche para inspeccionar su cara. De cerca parecía una viejecita con cara de pocos amigos.

-Tienes un poder increíble, tienes que aprender a controlarlo o las consecuencias podrían ser terribles- dijo abriendo los ojos lentamente.

- ¿Qué?¿Poder?

- ¿Cuántas veces te ha pasado lo que hemos visto?- preguntó Brichetto muy serio

-Esta es la primera vez.

-Mientes- dijeron los dos desconocidos a la vez

- ¿Por qué se lo tengo que decir a unos extraños que acabo de conocer?

-Somos los únicos que te podemos ayudar- dijo la mujer

- ¿Ayudarme?

-Si no sacas todo tu poder se hará incontrolable, y harás daño a alguien.

-Daño...- eso no lo había pensado, le puedo hacer daño a mis amigos, a mi familia... ¿En qué me he convertido?

De repente los párpados me pesaban y mis piernas comenzaron a fallar, antes de caer en un sueño profundo note que unos brazos fuertes me cogían para evitar caer al suelo, sin saber porque supe que me protegerían.

Kate WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora