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Capítulo veintitrés.
Jake Wilson.
Abre la puerta enojada, sus ojos entrecerrados fijándose en mí, dedicándome una mirada fulminante.
--Ya déjame dormir-- expresa con cansancio.
--Te dejaré dormir cuando... Me des un beso-- tomo su cintura y la acerco a mi cuerpo.
No tiene ni idea de cuánto extraño algo que, con el tiempo, se había vuelto algo monótono, pero que no fue hasta que duré varios días pensando en que no volvería a hacerlo, que me di cuenta de que eran tan necesarios para mí.
Suelta una risa sin gracia. --Me dejars dormir porque no tienes que molestarme, y yo no te tengo que dar besos para que dejes de hacerlo.
Suspiro, y camino con ella hacia dentro de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
--En serio estoy dispuesto a todo con tal de que me perdones-- confieso. --Y no solo estoy dispuesto, ya lo estoy haciendo, ya estoy yendo a terapia, ya estoy haciendo todo lo imposible para ser un buen hombre para ti, pero supongo que no me podra bastar mil terapias para olvidarte, para dejar de desear que tú y yo estamos juntos otra vez.
Su mirada se conecta con la mía, en la de ella se reflejan muchos sentimientos diferentes a los míos, pero aún así, no puedo evitar verla de esta manera.
--Mírate, estoy cien por ciento seguro que seguirá actuando de esta manera hasta que me tengas otra vez debajo de ti, cambiando. Después de eso, todo volverá a tu "normalidad"-- se sienta en la cama. --¿Si sabes que es eso lo que quieres, por qué no me dejas en paz? ¿Por qué no me dejas continuar con tu vida? ¿Por qué me pides tantas veces que te perdone, si lo seguirás haciendo?.
Me acerco a ella, me siento a su lado con un profundo silencio, mientras me pierdo en las paredes coloridas de su habitación.
Sinceramente yo tampoco entiendo esta maldita atracción que no me deja alejarme de ella, no entiendo como soy capaz de acostumbrarme tan rápido a tenerla a mi lado, y después fallarle, y volverlo a intentar porque no me puedo rendir, porque si me rindo, tendré que vivir lejos de ella, y yo ya no puedo vivir asi.
Pero también está esa parte lóbrega de mí, aquella que me motiva a hacerle daño de manera infernal cuando siento que todo se va a acabar, cuando sé que encuentra a alguien mucho mejor, aquella parte descontrolada de mí que le falla una y otra y otra vez.
