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Capítulo veintinueve.
Ethan Spencer.
--¿Ustedes le hicieron algo a mi mujer?-- grito con un tono enojado.
Todos niegan con la cabeza, pero ninguno me convencen.
--Disculpe mi atrevimiento, antonegra-- lo interrumpo.
--Yo no soy un antonegra, ¿Cómo te atreves a llamarme de esa manera?-- me volteo hacia Wesley. --Hazle lo que se te venga en gana, pero quiero verlo sufrir-- Wesley asiente y camina hacia él.
--No por favor, gordo, espera-- le pide a Wesley, pero ya el gigante tenía lista la silla para estrellarla contra el piso aunque el calvo conflictivo estuviese amarrado a ella. --Solo quiero decir, ¡Hombre!, el hecho de que nosotros hubiésemos estado en aquella reunión-- uno de los demás mafiosos lo interrumpe.
--Fiesta-- corrige.
--Lo que sea-- hace una pequeña pausa. --El hecho de que estamos en ese lugar, no significa que tengamos algo que ver con la desaparición de su mujer.
--¿Terminaste?-- le pregunto con un tono neutral.
--Sí-- responde el rubiamente calvo.
--Perfecto-- sonrío con hipocresía. --Wesley, pártele la madre-- Wesley asiente, y estrella su silla, para después llevárselo a otro lado del mugriento edificio.
--Y ustedes, cuando regrese Wesley, le ordenaré que los torture hasta que algún hable, y confiese qué le hizo a mi mujer-- les aviso.
--¿Y yo?-- pregunta Donato.
--Tú también-- me encojo de hombros.
--Pero nosotros estamos haciendo negocios con él-- susurra Jake a mi oído.
--A mí no me importa-- le aseguro.
Después de algunos minutos, mientras miraba fríamente a quienes podrían ser mis enemigos, Wesley volvió con su camisa cubierta de chorros de sangre.
--Creo que lo mate-- susurra cabizbajo.
--No te preocupes, yo le regalo el ataúd-- le aseguro, mientras le doy algunas palmadas en el hombro para aliviarlo un poco.
