MAR

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Siempre me ha gustado el mar.

Y siempre he creído que aquella conexión que tenemos se debe a que llevo una parte de él en mí.
Algunos días puedo sentir un mar tranquilo, con olas pequeñas y armoniosas que suben y bajan si prisa.

Otro días en cambio, el mar es salvaje y tempestuoso, con enormes olas que amenazan con arrasar con todo sin piedad.

Y en algunos otros, mi mar interno es tan inmenso que me siento tan pequeñita y frágil para poder albergarlo entro de mí.

Las olas suben, suben y suben.
No se detiene.
Se desbordan y no las puedo detener.
Y por fin, me permito llorar.

Y por fin, me permito llorar

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Un mar de lamentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora