Harry Potter era un niño descuidado por sus tutores. No es que alguien se hubiera dado cuenta.
Verán, las barreras de sangre se basan en los sentimientos de los enlazados. En este caso, la señora Petunia y su sobrino, Harry. Ella lo odiaba con todo su negro corazón. No había otro sentimiento. Y Harry había aceptado que sería invisible para su familia.
Invisible.
Entonces, él era el empleado sin paga que tenían los Dursley que nadie vio ni le importó. Si pasaba junto a los vecinos, con sus ropas viejas y moretones, nadie lo veía. Porque tanto su tía como él no querían que lo vieran.
No fue a la escuela. ¿Para qué molestarse en un monstruo? Aprendió a leer y escribir para hacerle la tarea a su primo. No hubo ningún tipo de control, porque él no estaba registrado en el mundo muggle. Él había nacido en San Mungo, y sus padres se habían escondido poco después. Harry Potter simplemente no existía en ese mundo.
Por lo tanto... no fue vacunado.
Oh, sí. La mejor venganza de los Dursley, en especial Petunia, fue enviar a un niño enfermo al mundo mágico. No es que ellos lo supieran. Uno de los amigos de Dudley tenía sarampión y se lo contagió en la última golpiza. Que él se sintiera enfermos un día antes de irse a la horrible escuela de monstruos, no era su problema.
No, el problema lo enfrentaba el mundo mágico. Un mundo que no estaba preparado para una enfermedad muggle.
-Entonces, el recuento hasta el momento es que el treinta y siete porciento de los alumnos y un tercio del profesorado está infectado con esta enfermedad. -declaró el sanador Nieves al espejo encantado frente a él. Que casi todos fueran sangre pura no se mencionó.
Luego de las primeras treinta y seis horas corridas, todos estaban algo molestos, cansados y desesperados.
Los profesores lograron conjurar espejos de comunicación y lo tenían entrelazados entre Hogwarts, San Mungo y el Ministerio.
-Los síntomas varían según el paciente. El núcleo mágico, al parecer, es el causante de que los síntomas sean tan diversos. Y aun no sabemos en qué terminará. -continuó el director del hospital, el maestro sanador Sharfiq.
-¿Cómo se contagia? -preguntó Madame Bones, ya que el ministro no tenía ni idea de qué preguntar, ni mencionar a la subsecretaria, que fue atada y silenciada luego de que les informaran que la enfermedad era de origen muggle.
-Generalmente, por intercambio de fluídos...
-Estornudo o tos. -cortó el profesor Snape al sanador Nieves. -Aunque es raro, puede hacerlo por vía aérea.
-¿Cómo lo enfrentamos? -preguntó por fin el ministro.
-Necesitaríamos la vacuna... sin embargo, así como el núcleo afecta los síntomas, tampoco sabemos cómo afectará la vacuna. -contestó el sanador Nieves.
-A menos que tengamos el paciente cero.
-¿Qué quiere decir, profesor? -preguntó el director del hospital mágico.
-Con la sanadora Tonks, encontramos al paciente cero, es decir, quien trajo la enfermedad.
-¡Esa persona debe ir a Azkaban! -vociferó el ministro.
-Es un niño de once años, a quien los pariente muggles no lo vacunaron. ¡Ustedes son los que no controlaron al niño al principio! ¡Ustedes deberían ir a Azkaban!-les recriminó la sanadora Tonks.
-Este no es el momento para esto, señores. -cortó el director. -Aun no entiendo que tiene que ver...
-Por supuesto. -dijo sarcásticamente el profesor. -Al tener el paciente cero es posible hacer una vacuna, en especial cuando él mismo es un mago.
-¿Una vacuna? -preguntó atónito el sanador en jefe.
-Eso lo lograría alguien que sepa... -el profesor dejó la oración en el aire.
-O sea, un sanador muggle. -terminó la sanadora Tonks. -Yo no tengo el conocimiento... Y creo que mis colegas tampoco.
-Esta diciendo que necesitamos un sanador muggle para hacer una vacuna mágica para una enfermedad muggle que ha mutado. -sintetizó Madame Bones.
-Correcto. -finalizó el profesor.
-¿Dónde encontraremos un sanador muggle que haga eso por nosotros? -preguntó el director Sharfiq.
-Es posible que... mi marido conozca a alguien. -dijo dubitativamente la sanadora Tonks.
-Por supuesto. -contestó con desdén el ministro.
-Creo que debemos dejar en claro que cualquier animosidad con respecto a los muggles debe ser desterrada de ahora en más si queremos que nos ayuden. -lo amonestó la jefa del departamento de aplicación de la ley mágica. -Y no crea que investigaré la negligencia que ha llevado a que estemos en esta situación, ministro.
Una hora más tarde, la sanadora Tonks hablaba con su marido por flú.
-Entonces, déjame resumir esto, Dromy. Quieres que contacte a los nacidos muggle que ustedes echaron de su mundo para salvarlo.
Su esposa podía entender el mordisco en esa declaración. Sí, ella abandonó su mundo por él. Sí, su hija era considerada ciudadana de segunda por ser mestiza. Sí, incluso ella no tenía mucho reconocimiento en su campo laboral por ser una traidora. Sin embargo, era su mundo, y eran niños de los que hablaban.
-Sí, Ted. El profesor Snape cree que un médico muggle puede hacer una vacuna al encontrar al paciente cero, que lo tenemos.
-No solo necesitas un médico, un bioquímico, alguien que elabore la vacuna en masa y la distribuya.
-Eso... -se giró a mirar al profesor, quien asintió. -parece ser correcto.
-La vacuna se haría en forma de poción. Yo me encargaría de la elaboración. -afirmó el hombre de negro.
-El profesor haría la vacuna en cuanto tengan la fórmula...
-Están pensando como magos, no como muggle. No soy científico, pero si van a elaborar una vacuna tal vez los ingredientes no sean todos de pociones. -dijo cansado el señor Tonks. -Primero veré a quién encuentro y de ahí partiremos. Pero desde ya les advierto, no será fácil convencerlos.
-Lo sabemos. Solo... inténtalo. ¿Tienes noticias de Ninfadora?
-Está en Callejón Diagon. Está ayudando a mantener todo en orden con los goblins. Se ha cerrado el Caldero Chorreante pero los del ministerio se olvidaron del flú.
-Por supuesto. Trabajaremos para detener esto.
-Cuídate, Dromy.
-Reza a tu Dios, Ted.
-¿Ahora crees en Él?
-No, pero nunca está de más intentar.