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A kilómetros de distancia, poco tiempo después...

Macau le dedicó una mirada cargada de deseo a su novio, quién le dió una sonrisa de inocencia fingida.

—¿Pasa algo, cariño?

—Bebé, estoy conduciendo.

La mano derecha de Chay continuó acariciando su muslo, con sus juguetones dedos deslizándose cada vez más cerca a su entrepierna. Macau tensó sus labios en una línea fina y tomó la muñeca de Porchay abruptamente, deteniendo su intento de lucir despreocupado.

—No.

—¿No?— Chay alzó sus cejas sin evitar sonreír.—Estoy encargándome de lo que provoqué...

Macau se estremeció ante los dedos Porchay arañando sobre la tela del pantalón, pero aún así, mantuvo la mirada fija en el oscuro camino.

—Espera a que lleguemos a tu casa, está más cerca— se excusó vagamente, aflojando el agarre en su muñeca inconscientemente y dándole pase libre a su novio.

—¿Y cuanto falta para que lleguemos?— susurró, inclinándose sobre su lugar, su mano colándose dentro de la camisa de Macau.

—... unos minutos.

—Oh, eso es bueno entonces.

Macau retuvo la respiración cuando Porchay desabotonó su pantalón, inclinándose por completo hasta llegar su regazo.

Las manos de Macau se aferraron al volante, era estúpido fingir que no estaba excitándose, claro que no, como su novio acariciaba con sus manos frías la piel caliente de su cadera, levantando la tela de su camisa y dejando besos por su abdomen, mierda, si Porchay era capaz de calentarlo con una sola mirada, eso era jugar con fuego.

Era enloquecedor como debía dividir su atención entre la carretera vacía y Chay provocándolo, lo conocía, tanto tiempo en su relación le ha permitido conocer hasta el último rincón de su mente, sabía que quería provocarlo hasta que no pudiera controlarse, le gustaba tomar la iniciativa y luego atenerse a las consecuencias. 

—Bebé, ¿no puedes esperar a que lleguemos?— habló Macau dejando su otra mano en la cabeza de Porchay, disfrutando del suave tacto de su cabello ondulado.

—No quiero esperar.

Su corazón latió rápidamente y sus mejillas se colorearon, demonios, ese niño realmente disfrutar jugar con su cordura. El sonido de la cremallera bajando le erizó la piel y como bajó la tela de su bóxer, ya estaba ganándole la necesidad de detener el auto y besarlo ahí mismo.

—¿Aún quieres que me detenga, cariño?— preguntó Porchay, levantándose para dejarle un beso en el cuello al mismo tiempo que rodeaba su miembro con su mano.

—N-No me dejas ver— dijo Macau, tratando de no sucumbir ante sus encantos.

Porchay tuvo que sostenerse del asiento en cuanto Macau dió un giro en U, sonrió, ya estaban acercándose a su casa, la piel le vibraba de expectación.

—Ya estamos por llegar, ya pued- ¡ah! ¡Porchay!

A Macau se le escapó un jadeo en cuanto su novio tomó su erección con su boca, pensó en lo bueno que se había vuelto Porchay, hasta el punto de hacer encoger los dedos de sus pies y de tener que morder su boca para no gritar, usando todo su esfuerzo en no cerrar sus ojos, en no distraerse y en no perderse en el placer.

Porchay también amaba eso, amaba hacerle sentir de ese modo, amaba tener el poder, ya que usualmente era Macau el que lo tenía cuando estaban en la intimidad, esos momentos eran donde le permitía el control total antes de hacerle el amor, y eso le encantaba.

¿Por qué no? [PolArm] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora