-¿Por qué la luz está encendida? -investigó y su voz comenzó a ser más áspera.
Sin darme cuenta negué con la cabeza al mismo tiempo que mi cuerpo entró en pánico.
-No lo permitiré más ―hablé torpemente sin poder evitar que mi voz se estremeciera.
Sus ojos se abrieron un poco más y enderezó su espalda.
-¿Qué carajo has dicho? -formuló esa pregunta con dureza.
Cerré mis ojos por unos cortos segundos mientras aspiraba un poco de aire.
-No quiero hacerlo más -solté con un nudo en la garganta, abrí los ojos y las lágrimas ya me quemaban. -No está bien lo que haces.
Hubo un sepulcral silencio en que los latidos de mi corazón aumentaron desbocadamente. Lo próximo que escuché fue una risa, una siniestra que provocó que una lagrima
-Eres una maldita estúpida-susurro y sin darme tiempo de nada se abalanzó sobre mi cuerpo, me sujetó con mucha fuerza mis débiles muñecas y aunque intenté apartarlo era muy flacucha comparada con la musculatura de su cuerpo. Acercó su atroz rostro hasta quedar a pocos centímetros del mío.- Albanys, si algún día alguien sabe lo que tú y yo hacemos mataré a tu madre y luego a tus hermanos -su aliento con un intenso olor a alcohol y cigarrillo funcionándose me impacto y bastó con eso para que quisiera correr, llorar o vomitar.
Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas. Imaginar que mamá o mis hermanos podían morir por mi culpa me derrumbó por completo.
-No por favor- supliqué en un sollozo
Una sonrisa por su parte se refugió muy cerca de mi cara.
-¿Quieres que apuñalé a tu madre hasta que muera? -inquirió deambulando sus ojos por todo mi rostro.
Tragué grueso sin poder detener las lágrimas -no-no.
Una de sus manos soltó mis muñecas y la paseó por mis mejillas.
-¿Acaso quieres que golpeé tan fuerte a tus hermanos que mueran?
Sus palabras me hacían tanto daño que tuve que volver a cerrar mis ojos.
-E-ellos no, por favor -rogué negando.
Aunque tenía mis ojos cerrados pude representar el brillo de sus ojos lleno de satisfacción. Le producía una especie de vanagloria vernos a sus pies.
-Abre los ojos, perra -ordenó a poca distancia de mi oído.
Palpar su respiración a tan escasos centímetros de mí me hizo temblar de pies a cabeza. Despacio obedecí a su orden.
Sus ojos ardían de placer.
En ese momento comencé a rezar mentalmente. Le pedí a Dios que todo esto acabara en algún momento, pero eso no ayudó. Tal parecía que Dios tenía cosas más importantes.
Su mano se apartó de mi mejilla, avanzó por mi cuello y finalmente me tocó mi pecho.
-Nadie puede saber lo que hacemos y lo seguiremos haciendo hasta que yo quiera - gruño, paseando sus nauseabundas manos por todo mi cuerpo. -¿Entendiste?
Un nuevo sollozo escapó de mis labios, las gotas saladas aterrizaban en las sabanas que vestían en el colchón y no dispuse de otra opción que asentir.
-Buena chica -festejó y un húmidos y repulsivo beso impactó mi mejilla.
Termino de soltar mis muñecas, se desabrochó el pantalón y empezó a tocarse.
Mis pensamientos en ese instante gritaron que corriera, que buscara ayuda, que gritara; pero por nada del mundo quería ver a mi madre y mis hermanos muertos, así que solo me quedé ahí, aceptado mi realidad.
Después de masturbarse por un rato sin dejar de mirarme me arrancó de un tirón los pantalones de mi pijama y mis bragas. Sin perder tiempo se acomodó encima de mí y me penetró.
Cerré mis ojos al sentir el ardor en mi interior. Sus impactos fueron uno tras otros más dolorosos, pero sin duda el dolor más agudo era el de mi alma.
Todas las veces que había ocurrido esto antes cerraba mis ojos. En todo este tiempo había aprendido que de la oscuridad se formaban figuras, así que solo pensaba en esas figuras y en nada más, ni siquiera pensaba en el dolor que estaba experimentado, ni siquiera en las lágrimas que seguían resbalando por mis mejillas, ni siquiera en la inmensa herida que estaba sufriendo mi amor propio y en todas las que aún faltaban. No era capaz de pensar en cómo me estaba rompiendo.
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Tranquila, mamá. Nunca te culpe por ello, siempre supe que la culpa era mía...que me lo merecía.
Espero no estés llorando, porque eso no cambiará nada.
Sabiendo que todo fue mi culpa, solo quisiera que analices algo...
Recuerdas las veces en las que te pedía que no me tocaras a menos que yo iniciara el contacto?
No era show, mamá. Era una tortura.
Recuerdas esa vez que salimos y tuve un ataque? no, mamá, no fingia porque era tonta. sufría porque escuche una voz parecida a la de El.
Cuantas veces me dijiste que socializar era sencillo y que no debía reaccionar así a la gente? No, mamá, no era sencillo cuando estás alerta esperando que te sigan destrozándose el alma.
No quiero que te arrepientas de nada, ni que te reproches nada.
solo quiero que sepas...
Que todas aquellas veces donde yo te pedía un abrazo, era porque lo necesitaba.
Qué aquellas noches donde me veías llorar a solas en el baño, era porque mi alma estaba en pedazos y mi valor estaba reducido.
Que entiendas que mis pesadillas no eran imaginaciones, sino recuerdos.
Algún día leerás esto, más temprano que tarde. Y quiero que sepas que aprendí a sonreir, mamá. Pero tú no fuiste parte de eso. No te culpo, nunca te dije y tu nunca lo notaste...nadie lo notó.
Tranquila, aprendí a sonreír y a ver los colores. Decidí no joderme la cabeza y sanar...pero antes de ello, pase por etapas. Etapas que dolieron como clavos de hierro hirviendo enterrandose en la piel; lágrimas, espasmos de dolor, noches de insomnio y mañanas con lágrimas secas en mis ojos.
Creo que lo más justo es que sepas todo.