CAPÍTULO 1: INÉS

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CHAT INÉS Y PEDRO

Viernes, 24 de enero

PEDRO: Comemos juntos, ¿no?

INÉS: Sí, claro.

Llegando

PEDRO: Bien

Tengo muchas ganas de verte

INÉS: Y yo

Nunca he sido capaz de ver una película estando a su lado. Siempre me quedo embobada tocándole la mano, entrelazando mis dedos con los suyos o contando una a una las pecas de sus mejillas (nueve en el pómulo derecho, siete en el izquierdo). Desde el primer momento en el que lo vi, me pareció el chico más guapo del mundo. Muy alto, moreno, fuerte, pero no demasiado; pelo ondulado más largo que corto y de un curioso color caoba, ojos brillantes grandes y marrones, sonrisa bonita, labios bonitos, mandíbula marcada, manos agradables al tacto, cuidadas; uñas sin morder.

Al verlo, repasé mi lista mental de cosas que encuentro atractivas en un hombre y vi que él las cumplía todas. Siempre pensé que él era un diez y yo, un siete y medio.

En nuestra primera «cita de verdad», fuimos al cine. Digo «de verdad» porque nos conocimos en una discoteca y ambos estábamos muy bebidos y fumados. Recuerdo que me estaba haciendo pis. Pues como siempre. Nos besamos un par de veces y después tuve que marcharme a casa porque mi compañera de piso, Mar, estaba tan borracha que apenas podía mantenerse en pie. Al separarme de él, pensé que no volveríamos a hablar, pero estaba equivocada. A la mañana siguiente recibí un mensaje en el que decía que conocerme había sido lo mejor de su noche y que se moría por volver a verme. Sus palabras sonaban a película romántica, a cliché, pero dichas por él parecieron reales. Me invitó al cine y vimos Gru, mi villano favorito 3. Sí, en serio. Descubrí que a Pedro le gustaban las películas de dibujos animados tanto como a mí. Pero no pude concentrarme en la película en ningún momento, preguntándome constantemente si estaba haciendo el ridículo por mi forma de comer las palomitas y rayándome al pensar en cuándo terminaría lo nuestro. Porque estaba claro que lo nuestro no iba a durar.

En nuestro primer San Valentín, Pedro me sorprendió regalándome flores y un peluche de un minion amarillo. Me dio el regalo ilusionado, como esperando que me gustase mucho, y me di cuenta de que lo mejor de verlo sonreír era la forma en la que se le achinaban los ojos. Así que yo sonreí también, sintiendo que el corazón me iba a estallar. Un maldito cliché, esa fue nuestra relación desde el principio. Pero Pedro me hacía feliz, San Valentín tras San Valentín.

Lo de los dibujos animados siempre ha sido un poco nuestra broma privada y por eso hoy estamos viendo Ratatouille. Yo no me puedo concentrar en nada, claro, dándole vueltas al mismo asunto en mi cabeza una vez tras otra, tras otra.Pedro y yo hemos quedado para comer, pero al final la cosa se ha alargado, nos hemos tirado mil horas escogiendo la película y lo más probable es que acabe cenando aquí. La verdad es que siempre me he sentido muy cómoda en su piso. Es un lugar amplio y luminoso, con las paredes blancas y el mobiliario escaso, pero con muchas plantas y flores interiores. Es bastante más bonito que el mío y muy silencioso, porque, además, una de las razones por las que el piso siempre está inmaculado es que las fiestas jamás se celebran aquí. Me gusta tanto que a veces vengo solamente a hacer trabajos de clase, porque incluso el wifi es mejor.En el piso de Pedro solamente están él y su compañero, Edgar, por lo que cada uno tiene su propio baño y hasta una habitación para invitados.

Ahora estamos en el salón, en el sofá más cómodo del mundo, Pedro ha pasado su mano por encima de mi hombro y yo se la he cogido. En este momento, por detrás de nosotros, aparece Edgar.

Operación Cliché | PUBLICADA COMPLETA CON SELECTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora