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Llevaba cerca de un mes y medio trabajando como el niñero de Riki y decir que se había encariñado con el pequeño, era decir poco. El niño era demasiado amigable, tierno y, por lo menos con Jungwon, cariñoso en exceso, lo que hacía al corazón del peligris saltar emocionado cada que el bebé le daba sonoros besitos y pequeños abrazos de oso. Varias veces había agarrado juguetes de la juguetería, lo cuales le descontarían, pero a Jungwon por alguna razón, eso no le importaba, aún cuando se podría quedar en bancarrota, sentía que darle cosas al pequeño era importante, aunque, de todas formas no se quedaría sin dinero, realmente no es como si escogiera los juguetes más caros.

Jungwon sintió su corazón calentarse cuando le dió un peluche de elefante celeste al bebé y este lo había tomado feliz con una linda sonrisita, también negándose a dormir sin el muñeco de felpa. Jungwon sabía que si por alguna razón u otra, Riki lo llegase a despedir, sería por su perdición, porque el niño se había convertido en alguien especial para él y estaba seguro que, si no lo amaba aún, lo amaría y con todo su pequeño corazón al punto de hacerlo como lo haría a un hijo.

En esos momentos Jungwon se encontraba con Riki en el parque, empujándolo en el columpio mientras el niño pedía ir más alto.

—¡Won! ¡Won! ¡Más alto! —pidió riendo, haciéndolo sonreír.

—Cariño, no puedo hacer eso, te podrías hacer daño. —habló, reduciendo la fuerza con la que empujaba el columpio, haciendo que este vaya más despacio. El niño se quejó. —Entiende que si le doy más fuerte puedes salir volando.

—¡Yo quero volar! —exclamó con su vocecita aguda, cruzando sus brazos, a la vez que Jungwon detenía completamente el columpio.

—Mi amor, tú realmente no quieres volar. —se puso frente al niño y lo cargó, decidió que le compraría un helado para que no lo contradijera. —¿Quieres helado? —vió sus ojitos brillar.

—¡Si, si! ¡De fresa! —vociferó, levantando sus bracitos, celebrando. Jungwon con el niño en brazos le acomodó su ropita, encaminándose hacia la heladería que cerca había.

Al llegar al lugar, entró con Riki en brazos, haciendo sonar la campanilla sobre la puerta. Se dirigió al mostrados para poder pedir los helados.

—Buenas tardes. —saludó con una sonrisa, a la vez que el pequeño agitaba su manita.

—Buenas tardes, bienvenidos. —saludó la empleada, también sonriendo. —¿Qué se les ofrece? —preguntó mirando al bebé.

—Mmm... Dos helados, uno de fresa y otro de... —la mano que no sostenía a Riki, la derecha, llevó a su barbilla, pensando y escogiendo el sabor que comería. —De... De limón, ¿Hay de limón? —preguntó, sus labios entreabiertos. La chica río.

—Sí, si tenemos, se puede sentar en una mesa, en un rato le llevo su helado.

—¿Y a mí? —preguntó Riki, frunciendo el ceño, cruzando sus pequeños brazos y recostando su cabeza en el hombro de Jungwon.

—A usted y a su hijo. —sonrió y Jungwon se quedó mudo, aún así asintiendo y siendo incapaz de contradecirle. Se dirigió a una de las mesas que se encontraban al lado de la gran ventana del local, sentándose con el niño en brazos para luego acomodarlo a su lado.

Cuando la misma chica del mostrador llegó con ambos helados, dejándolos en la mesa, le agradeció con una sonrisa, ella inclinándose y alejándose para seguir su trabajo. Puso frente a Riki su tan ansiado helado de fresa, al instante sintiéndose culpable, ¿Cómo podría el comer su helado tranquilo si su bebé apenas y llegaba a la mesa? Dejando su helado de limón de lado, sentó al niño en su regazo, besó su cabello y tomó el vasito y la pequeña cuchara en sus manos, dándole al pequeño del helado. Así estaba, de momentos con un puchero en sus labios, viendo como su helado derretía lentamente.

𝗔 𝗕𝗔𝗕𝗬𝗦𝗜𝗧𝗧𝗘𝗥 𝗔𝗡𝗗 𝗔 𝗦𝗜𝗡𝗚𝗟𝗘 𝗔 𝗗𝗔𝗗 » 𝗷𝗮𝘆𝘄𝗼𝗻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora